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Rosa Díez

Se veía venir pero no es justo: discrepar en el partido socialista con fundamentadas razones y con marcada coherencia significa decir no al pensamiento único y totalitario y defender la verdad sobre uno mismo. Y eso, en la alianza de civilizaciones, no es políticamente correcto porque es una fisura en la concepción socialista actual que gobierna sin principios objetivos, instalado en la mentira y en el cinismo, y con un talante que en lugar de ir hacia delante nos lleva hacia atrás. Por eso, Rosa Díez, ha sido sancionada, discriminada y además en unos momentos en los que tiene gripe y debe estar en la cama: una oportunidad de oro para no defenderse porque se encuentra baja de defensas físicas. He tenido ocasión de conocer a la diputada socialista vasca en algún acontecimiento político al que acudí para ejercer mi profesión- periodista-, pero no he mantenido ninguna conversación de tipo personal y tampoco estoy de acuerdo con su ideología política: pero estoy a su favor y la alabo - y no sabe ella cuanto -por su trayectoria personal marcada por la honestidad , la veracidad y la fidelidad a su personalidad - definida como capacidad de ser persona -, en la que ha manifestado su valentía y ausencia de miedo.

Hoy no es fácil ser valiente, defender las ideas propias- ésas que nos indican el norte-, e ir contra corriente por convicción; ése es el gran valor de Rosa Díez: tiene ideas diferentes, que convierte por la experiencia y por criterio, en convicciones y por las que no tiembla ante la falsedad, la manipulación de la verdad o la indiferencia ante el sentido común, el sentido menos común de los mortales. Rosa Díez saldrá de la gripe con el tratamiento adecuado pero le resultará difícil asimilar este puntapié dado por el partido al que ha servido tanto tiempo y al que ha entregado lo mejor de sí misma: desde aquí le ofrezco mi apoyo - es en el escalón humano dónde de verdad se libran las verdaderas batallas de la solidaridad -, y mi amistad a distancia en forma de comprensión, diálogo y compañía.