conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo séptimo.- La iglesia entre antijudaísmo, «mea culpa» y martirio

La resistencia católica

En el análisis de los hechos históricos que llevaron al nazismo al poder se tiene poco en cuenta la resistencia que millares de alemanes opusieron a los «camisas pardas». Según estadísticas oficiales, la resistencia interna alemana durante los años de guerra (1939-1945) sufrió 130.000 víctimas. Sólo la masacre que siguió al atentado de Hitler, el 20 de julio de 1944, costó la vida a 4.980 personas.[35]

Muchísimos de estos hombres que intentaron oponerse al régimen nazi eran católicos. Los dirigentes nazis no ocultaban sus intenciones con respecto de la Iglesia. En 1935, Reinhard Heydrich, jefe del servicio de seguridad de las SS, declaró: «Nuestros enemigos son los judíos y los eclesiásticos... para los párrocos y los obispos están los campos de concentración y no los púlpitos de las iglesias alemanas.»[36]

Ya en agosto de 1932, los obispos católicos denunciaron al partido nacionalsocialista como anticristiano y antihumano. Con una declaración común sancionaron como ilícita la pertenencia de los católicos al nazismo. Esta condena fue revalidada el 28 de marzo de 1933 y recordada en las cartas pastorales de los años 1934, 1935, 1936 y 1938. A estas declaraciones colegiadas siguieron también intervenciones particulares de los arzobispos de Colonia, Friburgo, Breslau, y los obispos de Osnabruck y Berlín.

Uno de los obispos más comprometidos en la resistencia al nazismo fue Michael Faulhaber. Elegido arzobispo de Munich en el Adviento de 1933, pocos meses después de que Hitler subiera al poder, pronunció cinco famosas homilías, donde denunció la «gran ilusión» transmitida por la propaganda nazi de hacer creer a los cristianos que el Antiguo Testamento no formaba parte de la Biblia y que cristianismo y judaísmo no podían coexistir uno al lado del otro. El cardenal Faulhaber explicó que «golpear a los judíos es como golpear a los cristianos».[37]

Cuando en 1934 se arrestó al padre jesuita Rupert Mayer, en un discurso a los militantes de la Acción Católica dijo: «Es el momento de hablar, ya veo las llamas...»

El obispo, que fue definido como «la conciencia de Alemania», afirmó en 1937: «Aunque nuestra suerte fuera la de sufrir persecución por amor a Cristo crucificado, no pensamos ser cobardes sino valientes. Existen en suelo germánico tumbas recientes, donde reposan las cenizas de aquellos que el mundo católico considera mártires de la fe.» Sus predicaciones y cartas pastorales suscitaron manifestaciones de odio entre los nazis. Los libreros que exponían sus escritos fueron castigados, encarcelados los sacerdotes, los laicos y los jóvenes que intentaban difundirlo en público. Alfred Rosenberg escribió un libro en 1936 con el título A los hombres oscuros de nuestro tiempo, en el que dedicaba un capítulo de críticas al cardenal Faulhaber. Durante un sermón, el cardenal Faulhaber le respondió:

«El autor del mito del siglo XX ha escrito que no estima al arzobispo de Munich, pero el arzobispo se debería avergonzar hasta desaparecer si hombres de tal calaña le estimaran.»

El cardenal fue objeto de manifestaciones violentas por parte de los nazis. Hubo demostraciones públicas contra el purpurado que acabaron con el asalto al palacio arzobispal. Ante el desencadenamiento de la violencia, Faulhaber dijo: «Vendrá el tiempo, es más, ya ha llegado, en que los obispos deberán ponerse la mitra como quien se pone un yelmo y no se la deberán quitar como los soldados en el frente, siempre atentos a quién va por allí. Puesto que se trata de la verdad del Evangelio, del orden moral entre nuestro pueblo, los obispos estarán siempre en primera línea, bajo el fuego.»

A la resistencia contra el nazismo se sumó también la confesión protestante. En junio de 1937, las SS arrestaron a cuarenta de los más influyentes pastores por «desobediencia a las leyes del Estado», entre ellos a Dietrich Bornhoeffer, que declaró en aquellos días: «Hitler es el anticristo. Debemos combatirlo hasta lograr al menos alejarlo.» El 9 de abril de 1945 Bornhoeffer fue asesinado por miembros de la Gestapo.

Arrestos, deportaciones a los campos, confiscación de bienes eclesiásticos, ocupación de casas religiosas se siguieron a ritmo cada vez más creciente en el territorio del Reich. Los sacerdotes eran castigados por los motivos más fútiles. El párroco Niessen de Riehterich fue condenado por el tribunal especial de Colonia porque «había ridiculizado el saludo hitleriano».[38]

La gran mayoría de los sacerdotes y los religiosos fueron deportados al campo de Dachau, conocido como «el más grande cementerio de curas del mundo».[39] Según los datos recogidos por los investigadores, en Dachau murieron más de dos mil setecientos miembros del clero, de los cuales 2.579 eran católicos, 109 evangélicos, 22 greco-ortodoxos, 22 entre viejos católicos y maronitas, y 2 musulmanes.[40]

Fueron muchísimos los hechos heroicos de sacerdotes, religiosos y monjas. En 1943, la asociación de resistencia al nazismo de jóvenes católicos, la «Rosa blanca», fue aniquilada. El sacerdote Max Josef Metzger, fundador en 1917 de la «Cruz blanca», una alianza mundial pacifista muy comprometida en actividades ecuménicas, fue condenado a la pena de muerte y ejecutado en la prisión de Brandeburgo-Goerden el 17 de abril de 1944. San Maximiliano Kolbe, internado en el campo de Auschwitz, ofreció su vida para salvar la de un padre de familia. El beato obispo Michele Kozal fue asesinado en Dachau el 26 de enero de 1943. Rupert Mayer, sacerdote jesuita ya beato, murió justo después de la liberación del campo a causa de los sufrimientos padecidos. Era conocido como el «apóstol de Munich». El padre Alfred Delph formaba parte de un grupo de jesuitas que se oponía al régimen nazi. Después del atentado fallido contra Hitler del 2 de julio de 1944, fue arrestado y trasladado a Berlín. El 2 de febrero de 1945 fue asesinado.[41] Don Theodor Hartz, un salesiano que se distinguió por su actividad caritativa y apostólica, fue internado en Dachau y asesinado el 23 de agosto de 1942.[42]

Sor Edith Stein, beatificada el 1 de enero de 1987 y canonizada el 11 de octubre de 1998, fue internada y asesinada junto a su hermana Rosa.

Fue enorme el precio pagado por la Iglesia polaca. Según una nota de 1941 enviada al Vaticano por el cardenal Sapieha, 2.500 sacerdotes habían sido deportados, 700 de ellos al campo de Dachau, y 400 encerrados en campos de concentración de la diócesis de Metz.

Notas

[35] Paolo Vicentin, «La Chiesa non si arrese di fronte al nazismo», L'Osservatore Romano della Domenica, número especial monográfico, 28 de junio de 1964, p. 31.

[36] Cfr. El periódico Westdeutche Beobachter, 24 de mayo de 1935.

[37] Cfr. Michael Faulhaber, Giudaismo - Cristianesimo - Germanesimo, Morcelliana, Brescia, 1934.

[38] Cfr. Le Pays Wallon di Charleroi, 15 de junio de 1937.

[39] Paolo Vicentin, «Preti morti a Dachau», Palestra del Clero, 15 de noviembre de 1983, pp. 1345-1350.

[40] Estas cifras se recogen en varias publicaciones, como en Mario Bendiscoli, Germaniareligiosa nel terzo Reich, Morcelliana, Brescia, 1977; J. Neuhäusler, Kreuz und Hakenkreuz. Der Kampf des Nationalsozialismus gegen die kath. Kirche und der Kirchliche, Widerstand, Munich, 1946, vol. I, p. 349.

[41] Roman Bleinstein, «Il gesuita Alfred Delph», La Civiltà Cattolica, cuaderno 3480, 17 de junio de 1995, pp. 559-570.

[42] U. de Vanna, «La nostra Schindler's list», Il Bollettino Salesiano, octubre de 1994, pp. 10-12.

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