conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo cuarto.- Quien salva una vida es como si salvara al mundo entero

El heroísmo de un hombre normal

Treinta y siete años, padre de siete hijos, director de la Acción Católica y administrador del periódico Avvenire d'Italia, comenzó a ocuparse de los judíos antes del 8 de septiembre, cuando ayudó a un grupo de refugiados llegados de Varsovia. Salvó a 105 judíos de la deportación nazi. Fue hecho prisionero mientras visitaba a un judío enfermo e internado en el campo de Hersbruck, donde murió el 27 de diciembre de 1944.

Es la historia de la vida breve e intensa de Odoardo Focherini, Justo entre las Naciones y futuro «beato». El 17 de mayo se concluyó en la catedral de Carpi el proceso diocesano de beatificación y, ante el obispo y las autoridades ciudadanas, la documentación fue entregada a manos del postulador, el padre Luca de Rosa.

Odoardo Focherini es un «mártir» cuyo testimonio es tan intenso que llega hasta nuestros días y todavía hoy es un «ejemplo» a imitar. Vivió en un periodo histórico tormentoso pero no se dejó atenazar por el pesimismo, ya que siempre fue confiado y optimista.

Activísimo en el mundo católico, a los veintisiete años era ya presidente de la Acción Católica. Durante la persecución fascista de 1933, Focherini fue de una sede a otra de la Acción Católica para esconder las banderas, ocultar las cartas y poner en lugar seguro las listas y actas de las reuniones.

En 1939, en la vigilia de la guerra, Focherini se convirtió en el director administrativo de Avvenire d'Italia. El periódico estaba dirigido entonces por Raimondo Manzini, autor de encendidas polémicas contra el fascismo, y Focherini lo apoyó decididamente.[16]

El día de la invasión alemana de Bélgica y Holanda, los fascistas de Bolonia quemaron y cerraron el Avvenire d'Italia, culpable de publicar los telegramas de Pío XII a los gobiernos y a los pueblos afectados por esta desgracia. El jefe fascista Farinacci había definido al Avvenire como una «cueva de víboras curil» porque había rechazado la política racial.

Cuando los nazis ocuparon Italia, el Avvenire se cerró y, frente a los alemanes que pedían la reapertura, Focherini sostuvo que las reservas de papel se habían agotado. No era cierto, pero de esta manera el Avvenire no se puso nunca al servicio del ocupante nazi. El 26 de septiembre de 1943 Bolonia sufrió el primer bombardeo y la sede del Avvenire fue destruida. Desde entonces Focherini se puso al frente de la organización para salvar a los judíos y a los perseguidos.

Focherini había contratado en el Avvenire d'Italia al periodista judío Giacomo Lampronti, despedido por culpa de las leyes raciales. Ya en 1942, a petición de Raimondo Manzini, a quien el cardenal de Génova, Pietro Boetto, había enviado algunos judíos que llegaban de Polonia, se esforzó por ponerlos a recaudo de la persecución en un tren de la Cruz Roja Internacional.

Lo que había sido una actividad esporádica se convirtió desde octubre de 1943 en la principal ocupación de Focherini.

Con el recrudecimiento de las leyes antijudías y el inicio de las deportaciones raciales, Odoardo Focherini, con don Dante Sala, la señora Ferrarini delle Concerie Donati di Modena y algunos otros, organizó una eficaz red para expatriar hacia Suiza a más de un centenar de judíos. Odoardo era el alma de la organización. Contactaba con las familias, procuraba los documentos de las sinagogas, buscaba la financiación y proporcionaba documentación falsa. Un amigo le había facilitado documentos de identidad que él hábilmente rellenaba con los nombres de ayuntamientos del sur, ya en manos de los aliados (Carpi se volvía así Capri). Una vez que organizaba a un pequeño grupo se lo confiaba a don Dante Sala, que los acompañaba hasta Cernobbio, donde gracias a la complicidad de dos valientes católicos que paraban junto a la frontera los hacían pasar a Suiza.

A pesar del absoluto secreto con que se desenvolvían las operaciones, los nazis recibieron algunas cartas anónimas y arrestaron a don Dante Sala, que escapó de la pena por insuficiencia de pruebas.[17]

El 11 de marzo de 1944 Focherini fue apresado en el hospital mientras atendía a un judío enfermo. Fue trasladado al mando de las SS en Bolonia y de allí a la cárcel de San Giovanni in Monte. Durante una visita, su cuñado Bruno Marchesi le dijo: «Despabila, quizá te estás exponiendo mucho, ¿no piensas en tus hijos?» Y Odoardo respondió: «Si tú hubieras visto, como yo he visto en esta cárcel, lo que hacen padecer a los judíos, no llorarías otra cosa sino el no haber hecho bastante por ellos, el no haber salvado a más.»

Trasladado al campo de concentración de Gries (Bolzano), permaneció allí hasta el 5 de septiembre de 1944. Seleccionado en el campo de Flossenburg, Focherini fue trasladado al campo de trabajo de Hersbruck, un lugar horrible que parecía la antecámara del infierno. Se trabajaba desde las tres y media de la mañana hasta la noche y quien no aguantaba era marcado con una K en la frente y enviado a los hornos crematorios. Herido en una pierna y sin recibir cura, Focherini contrajo la septicemia y murió el 27 de diciembre de 1944. Antes de morir dictó a su amigo Olivelli las dos últimas cartas a los familiares. Olivelli las escribió en alemán para no tener problemas con la censura del campo y Odoardo las selló con su firma. Son el último testimonio directo de que Odoardo estaba todavía vivo.

He aquí las palabras confiadas al compañero de prisión: «Mis siete hijos... querría verlos antes de morir... Sin embargo, acepta, oh Señor, también este sacrificio y guárdalos tú, junto a mi mujer, a mis padres, a todos mis seres queridos. Declaro que muero en la más pura fe católica, apostólica y romana y en plena sumisión a la voluntad de Dios, ofreciendo mi vida en holocausto por mi diócesis, por la Acción Católica, por el papa y por que vuelva la paz al mundo. Os pido que digáis a mi mujer que le he sido siempre fiel, he pensado siempre en ella, y la he amado profundamente.»

La noticia de la muerte llegó a Carpi en junio de 1945 y desde aquel momento Odoardo Focherini fue recordado como una figura excepcional. Don Claudio Pontiroli, arcipreste de Quarantoli y Gavello, cuenta que: «Encontramos más de trescientas cartas de condolencia, en 62 de las cuales se habla de Odoardo como de un "mártir de la caridad". Por ninguna otra víctima de la guerra se han hecho celebraciones como por él.»

Olga Focherini, una de las hijas de Odoardo, recuerda así a su padre: «Durante treinta años he sufrido la imagen del padre importante, del héroe inimitable, un padre grande y lejano, hasta que mi madre me ha entregado sus cartas y es entonces cuando he accedido a un padre normal. Dotado de una gran inteligencia, valiente pero normal. Su grandeza está en el hecho de que frente al mal que estaba destruyendo la sociedad, él no miró hacia otro lado como hicieron tantos. Contempló el sufrimiento de los perseguidos y creyó que valía la pena arriesgar la propia vida por ayudarles, como hubiera ayudado a sus hijos y familiares.»

El heroísmo de un hombre normal, confirmado también por el testimonio de una señora judía de Ferrara que dijo a la viuda de Odoardo: «He perdido a catorce de los míos, sólo me ha quedado este hijo, pero he encontrado la fuerza para salvarme y sobrevivir por lo que me dijo su marido: "Habría ya cumplido con mi deber si pensara sólo en mis siete hijos, pero siento que no puedo abandonaros, que Dios no me lo permite."»[18]

Notas

[16] Claudio Pontiroli, O. Focherini, lettere dal carcere e dai campi di concentramento, Editoria Baraldini, Finale Emilia, marzo de 1988.

[17] Dante Sala, Oltre l'olocausto, Edizioni del Movimento per la Vita, Milán, 1979.

[18] Giacomo Lampronti, «Ringraziamenti da ebrei salvati», L'Avvenire d'Italia, 19 de abril de 1955.

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