conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo tercero.- Una red de asistencia judeocristiana

Escondidos en los pasadizos bajo la Nunciatura de Budapest

Monseñor Angelo Rotta, nuncio apostólico en Budapest durante la segunda guerra mundial, fue el único jefe de una misión diplomática extranjera que permaneció en la capital húngara tan afectada por la guerra. La Nunciatura desarrolló una enorme actividad a favor de los judíos perseguidos por los alemanes. En los primeros tiempos, cuando las restricciones raciales eran todavía blandas, la Nunciatura expedía un pase a los ciudadanos judíos en el que se atestaba que «trabajaban para el Vaticano». De este pase se hicieron unos quinientos al día. Pero al acercarse el frente, las tropas nazis intensificaron los controles y los pases ya no eran garantía de salvación. Entonces, la Nunciatura se convirtió en un centro de asistencia. Muchos judíos perseguidos llamaban a la puerta para esconderse. Por lo demás, el edificio de la Nunciatura había sido bombardeado y era difícil conseguir locales para esconder a tantos judíos que pedían ayuda. La solución se encontró en una serie de estrechos e intrincados pasadizos, desde hacía tiempo en desuso y olvidados, que se encontraban bajo la Nunciatura. Los pasadizos habían sido excavados por los turcos durante los trabajos de fortificación de Budapest. ¿Qué mejor escondite que aquél? Aquellas galerías, como las catacumbas para los primeros cristianos, se convirtieron en un centro de animada comunidad. La Nunciatura proporcionaba víveres hasta donde le era posible. Cuando se acercaba alguna patrulla de la policía, se disparaba el plan para esconderse. De este modo, centenares de judíos salvaron su vida.

Recordando estos hechos, el diplomático judío Emilio Pinchas Lapide ha escrito: «El 15 de marzo de 1944, el nuncio en Hungría, monseñor Angelo Rotta, mediante una nota diplomática de protesta, se dirigió al gobierno húngaro, comunicando "el profundo dolor del Santo Padre... por el modo inhumano en que se trataba la cuestión judía... en cruel violación del derecho divino y humano...". El 25 de junio de 1944, el papa mismo telegrafió al regente Horthy pidiendo que cesaran inmediatamente las deportaciones, y amenazando en caso contrario con un interdicto. El 21 de agosto, como conclusión de una reunión en la Nunciatura, los representantes diplomáticos de la Santa Sede, de Suecia, de Portugal, de España y de Suiza se dirigieron con una nota común al gobierno de Budapest para pedir la suspensión inmediata de todas las deportaciones secretas y camufladas. Gracias a esta intervención y a otras muchas, numerosos judíos se salvaron de una muerte segura.»[25]

En Hungría trabajó también Giorgio Perlasca, un comerciante italiano que se hizo pasar por diplomático español y, gracias a la utilización de sellos y documentos falsos, arrebató del genocidio a 5.200 judíos húngaros.[26]

Intervenciones similares llevó a cabo la Santa Sede en Rumania, en Eslovaquia y en todos los países donde las condiciones lo permitieron.

En Rumania, el nuncio apostólico era monseñor Andrea Cassulo, y para tener una idea de cuanto hizo la Iglesia para ayudar a los judíos basta leer lo que le escribió el doctor A. Saffran, rabino jefe de Bucarest, en 1944, cuando el ejército alemán se retiró del país: «En estos tiempos duros nuestro pensamiento se dirige ahora más que nunca, con gratitud respetuosa, a cuanto ha hecho el Soberano Pontífice a favor de los judíos en general y Vuestra Excelencia a favor de los judíos de Rumania y Transnistria. En las horas difíciles que nosotros, judíos de Rumania, hemos pasado, el apoyo generoso de la Santa Sede, a través de vuestra alta personalidad, ha sido decisivo y salvador. No nos es fácil encontrar las palabras justas para expresar la ternura y el consuelo que nos ha causado el augusto gesto del Sumo Pontífice, que ha ofrecido un amplio subsidio para evitar sufrimientos a los judíos deportados, como le había usted señalado tras su visita a Transnistria. Los judíos de Rumania no olvidaremos nunca estos hechos de una importancia histórica.»[27]

En una entrevista a un periódico de la capital, Saffran dijo: «Desde hace dos años, en los duros días cuando las deportaciones de judíos rumanos fuera de Rumania estaban ya establecidas y decididas por las penas del trabajo obligatorio, la alta autoridad moral de monseñor el nuncio nos ha salvado. Con la ayuda de Dios, ha logrado que las deportaciones no tuvieran lugar. No olvidaré las entrañables conversaciones que he tenido con Su Eminencia en estos días. Sus palabras de apoyo me acompañaban siempre que me entrevistaba con él... Cerca de su buen corazón ha estado la situación de los huérfanos. Se ha ocupado activamente de la repatriación de todos los judíos de la Transnistria, pero de los huérfanos se ha interesado como un padre amoroso. Con qué satisfacción me ha comunicado que los huérfanos podían partir para Tierra Santa.»[28]

Notas

[25] «Rimanete in Ungheria per far opera di carità», en Il Papa ieri ed oggi, L'Osservatore Romano della Domenica (número especial monográfico), 28 de junio de 1964, p. 47.

[26] La historia de Giorgio Perlasca es conocida. Entre los libros publicados sobre el tema: Enrico Deaglio, La banalità del bene, Universale Economica Feltrinelli, Milán, 1991; Giorgio Perlasca, L'impostore, Il Mulino, Bolonia, 1997.

[27] Carta escrita al nuncio por A. Saffran el 7 de abril de 1944, en Angelo Martini, «La Santa Sede e gli ebrei della Romania durante la Seconda Guerra Mondiale», La Civiltà Cattolica, cuaderno 2669, 2 de septiembre de 1961, p. 462.

[28] Entrevista publicada en Mantuirea el 27 de septiembre de 1944.

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