conoZe.com » Leyendas Negras » Pío XII y el Nazismo » Los judíos, Pío XII y la Leyenda Negra: Historia de los Hebreos salvados del Holocausto » Capítulo primero.- La caridad cristiana frente a la barbarie nazi.

La Providencia en Via di Donna Olimpia

«Hemos hecho caridad, pero ¿qué hay de raro en ello?»,[14] dijo una vez Giovanni Battista Franzoni, abad de San Pablo. De hecho, es interesante señalar que muchas de las historias de heroísmo que tuvieron lugar en aquella época han sido divulgadas por los ciudadanos judíos que se beneficiaron de ellas. Los católicos han mantenido su discreción, como muestra el caso de monseñor Elio Venier. Originario de la Alta Carnia, monseñor Elio Venier era el segundo de cuatro hermanos. Uno de ellos murió en Rusia, otro, Walter, fue uno de los dirigentes de la «Brigada Osoppo» en Carnia. Ordenado sacerdote en febrero de 1940, comenzó su misión en la parroquia de Santa María Madre de la Providencia en la Via di Donna Olimpia, parroquia dirigida por don Ferdinando Volpino, ayudado por don Angelo Vallegiani, un friulano que posteriormente dirigiría el Seminario Romano.

Fue en septiembre de 1943 cuando don Elio llevó a cabo, junto a don Volpino y a don Vallegiani, la obra de ayuda a 65 judíos que huían de la persecución. Familias judías enteras se refugiaron en la iglesia de la Via di Donna Olimpia, y allí permanecieron hasta la llegada de los aliados. La labor de asistencia de los tres sacerdotes era tan conocida que el mismo rabino de Roma, Elio Toaff, que se encontraba en Ancona, pensó en trasladarse y esconderse allí, aunque después cambió de idea. Toaff recuerda que «mis amigos me dijeron: "te indicaremos un lugar seguro y simpático", y me dieron la dirección de la Divina Providencia».

Al volver a recordar aquellos días, monseñor Elio todavía se conmueve. Entre las muchas poesías que ha compuesto hay una dedicada a la Virgen de la iglesia de Santa María del Milagro que dice así:

César, Mario, el Duque, David, Septimio, Rina, Constanza, Fiorella, amigos míos y de la pequeña iglesia de Donna Olimpia, que fue casa y templo a lo largo de nueve interminables meses, oponiendo al odio la única riqueza del respeto y del amor, aquí os veo pasar en imagen, iluminados por esta consanguínea judía, cargada con vuestro pasado, pródiga con vuestras esperanzas, por el misterio soberano de la confianza. Es aquí en su primera misa, donde el padre Kolbe aprendió el arte del amor que se sacrifica. Podéis tener confianza, amigos, ¡es siempre una Madre[15].

Al recordar aquel periodo, monseñor Venier ha hecho notar que fue de gran importancia la solidaridad que se estableció entre todas las personas que frecuentaban la parroquia. Los nazifascistas pagaban mil liras por cada una de las personas que se denunciaran. Por una familia de cuatro judíos la recompensa era de cinco mil liras. Sumas considerables si pensamos que pocos años antes una de las canciones más populares decía: «Si pudiera tener mil liras al mes...» Y sin embargo «nadie nos traicionó nunca», afirmó monseñor Venier.

Notas

[14] Angelo Zema, «La carità sotto le bombe», Roma Sette, 31 de mayo de 1998, p. 1.

[15] Elio Venier, A ritroso una vita una poesia, Belardetti Editore, Roma, 1990, p. 111.

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