conoZe.com » Baúl de autor » Paul Johnson

Ladrillistas en fuga

Hemos puesto en fuga a los ladrillistas. Con ladrillistas me refiero a los arrogantes y hasta ahora todopoderosos simpatizantes del arte moderno o arte del ladrillo. Prefiero esta designación porque moderno es vago e impreciso: estas obras ya no son, en rigor, modernas sino anticuadas, obsoletas, difuntas, chatarra de ayer. Arte del ladrillo es más sugerente porque evoca la pila de ladrillos de la Tate Gallery, epítome de la estética fraudulenta del modernismo. Años atrás, cuando se exhibían por primera vez, yo esperaba a que nadie estuviese mirando y daba una buena patada a los ladrillos, cambiando algunos de lugar. Nadie lo notaba, prueba de que no eran una obra de arte sino una impostura.

Creo que los ladrillistas están en fuga porque gritan de miedo. Hace unos años, cuando su poder era incuestionable, no se habrían molestado, pero ahora aullan. Por ejemplo, hubo un alboroto hace unas semanas, cuando el gobierno insinuó que no estaba dispuesto a renovar el arrendamiento de los espléndidos edificios que la Serpentine Gallery tiene en Hyde Park. En vez de usar este privilegio para llevar las alegrías de la pintura y la escultura a los muchos miles que frecuentan el parque, las autoridades de la galería lo han llenado con sórdidos elementos ladrillistas, incluyendo muestras tan obscenas que la policía insistió en que taparan las ventanas para que los niños no pudieran verlas. El ministro responsable quiere transformar el lugar en una escuela de equitación, y puede ser buena idea, porque está cerca de Rotten Row. Pero, personalmente, yo preferiría que se transformara en un espléndido restaurante como los que engalanan los Campos Elíseos de París, y ojalá algún talentoso empresario gastronómico, como Hugh O'Neill, Mark Birley o Christopher Gilmour, se encargara de ello.

Pero eso no es nada en comparación con el grito de terror que lanzaron la semana pasada en esa carta colectiva al director del Evening Standard, protestando contra los escritos del crítico de arte Brian Sewell y pidiendo que no lo dejaran hablar. "Basta ya de los impertinentes comentarios de Sewell", decía el titular. Sewell es uno de los pocos críticos (otros incluyen al amado Giles Auty del Spectator y John McEwan del Sunday Telegraph) que no forman parte de la pandilla ladrillista. Sabe mucho sobre pintura, pintura en serio, quiero decir y hace tiempo que emprende una campaña contra los aspectos más ridículos del mundillo artístico, como el premio Turner, y el modo en que el Arts Council usa el dinero de los contribuyentes para patrocinar una bazofia costosa y fraudulenta. Escribe con energía y agudeza y sus palabras han dado en el blanco, a juzgar por la angustiada carta de los ladrillistas.

Me satisface aclarar que era una carta insólitamente necia. Muchos años atrás, Jack Priestley me advirtió que nunca firmara una carta colectiva dirigida al Times ("Lo más probable es que te pongas en ridículo y no hagas ningún bien") y he seguido su consejo. Estas cartas suelen ser preparadas por desconocidos que quieren ver sus firmas insignificantes en compañía de los famosos. No es que los treinta y pico de signatarios, en este caso, sean particularmente distinguidos. Como comentó el jefe editorial de Arts Review, "no representan un grupo de pesos pesados del mundo del arte". No incluyen, por ejemplo, a la máxima eminencia modernista, Nicholas Serota, director del Tate. Él es demasiado astuto. Se trata de una mezcla de dueños de galerías, artistas, académicos y personajes del mundo cultural. Obviamente los que venden arte ladrillista quieren que los críticos sólo prodiguen elogios sin reservas a las mercancías que procuran vender, y lo mismo opinan las personas que las producen, como los ganadores del premio Turner.

Pero algunas firmas parecen incongruentes. Allí está George Melly. Es un sujeto encantador, que usa los trajes más chillones de Londres, pero su oficio es cantar jazz. Está Marina Warner, una deliciosa joven que escribe amenamente sobre la Virgen María, aunque no es una autoridad a quien consultaría en este campo. Uno de los académicos, por lo que veo, ha publicado libros sobre Drácula, el spaghetti western y la violación. Es asombroso lo que hoy estudian los académicos con el dinero de los contribuyentes. Natalie Wheen es una locutora de Radio Tres, excelente y con una voz genuinamente cálida, pero no es Ruskin. En conjunto, pues, un revoltijo de personas que se describen a sí mismas, no sin pomposidad, como "miembros del mundo del arte", como si fuera un club del cual hay que expulsar a la gente que no se adapta.

El texto de la carta es más abusivo que razonado, y en consecuencia, de escaso interés. Pero hay una frase que merece un comentario. Sewell es condenado no sólo por criticar el arte modernista sino por lo que se define como su "virulenta homofobia y misoginia". Nunca había oído que acusaran a alguien de ambas cosas, y creía que eran incompatibles, más aún, mutuamente excluyentes. Pero ahí está. La denuncia es una autodelación. Implica que Sewell no sólo es inaceptable como crítico sino que es un exponente de la Incorrección Política, con la implicación de que el respaldo al arte modernista es en sí mismo una característica necesaria de la corrección política. Me parece que si los ladrillistas necesitan rebajarse tanto, si ahora están obligados a equiparar una crítica al premio Turner con la discriminación racial, la discriminación por edad, la discriminación por estatura, el acoso sexual y la violación colectiva, con las críticas a Nelson Mándela y Fidel Castro, con la mención de una cita de lord Byron sobre la mujer ("Quien, diciendo que jamás consentiría, consentía"), entonces su causa ya está perdida.

En cuanto a Sewell, no necesita mi respaldo. Su director, el inteligente Stewart Steven, está encantado con la publicidad. Considera que las aportaciones de Sewell a la crítica de arte son "inmensas", añadiendo con gallardía: "Los pintores que saben pintar nunca han tenido nada que temer de su pluma". El episodio me convence de que ha llegado el momento de que todos los que aman y entienden el arte redoblen sus esfuerzos para restaurar el respeto por la calidad. Un empujón más y habremos vencido. Debemos comprometernos a no envainar la espada hasta que los ladrillistas hayan caído de sus puestos de poder, y los últimos Picasso y demás hayan regresado al lugar que les corresponde, el sótano.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=3812 el 2006-02-08 18:24:46