conoZe.com » Aprender a pensar » La manipulación del hombre a través del lenguaje

El arte de conservarse libres frente a la manipulación

Al describir qué es la manipulación, quién manipula, por qué y cómo, pusimos ya de manifiesto algunas de las consecuencias que tiene para la persona humana esta forma sutil de embaucamiento. La amplia perspectiva que nos han abierto los análisis realizados anteriormente nos permiten dar ahora una visión más completa de este importante tema.

1. Consecuencias de la manipulación

Si sobrevolamos todo lo dicho, resaltan ante nuestra vista los datos siguientes:

  1. El manipulador moviliza todos los medios a su alcance para empobrecer nuestra vida y hacerla vulnerable a los recursos seductores.
  2. La entrega a la seducción nos impide pensar con rigor, escuchar la apelación de los grandes valores y asumirlos activamente -dando lugar con ello a la creatividad-, conferir energía a la voluntad y cultivar los modos más elevados de sentimiento.
  3. Esta pérdida reduce al máximo nuestras defensas interiores y nos impide defender nuestra identidad y dignidad personales.
  4. Una vez despojados de nuestra capacidad creadora, perdemos el sentido del lenguaje y usamos ingenuamente el lenguaje trastrocado que nos ofrece el manipulador.
  5. Este lenguaje troquelado a la luz del ideal del dominio, no de la unidad, convierte en ideales las ideas talismán que nos alejan de la creatividad; exalta la volubilidad, en vez de la fidelidad; el cambio , en vez de la perdurabilidad; la lucha, en vez de la concordia ; la escisión, en vez de la integración.
  6. Tal subversión de valores provoca el relativismo y el indiferentismo, y en definitiva el sinsentido o absurdo.
  7. La conciencia de vivir una existencia que no consiste sino en agitación frena el dinamismo personal humano y provoca una actitud de apatía. Es el final lógico de muchos movimientos de protesta y renovación que se dejaron guiar por un lenguaje falsificado, secuestrado, que confunde el amor personal con el amor libre, el amor a la naturaleza con el empastamiento en lo sensible, la libertad con la repulsa de todo tipo de orden y normatividad. Al perseguir ideales nobles por vías inadecuadas, el fracaso fue inevitable, y las ilusiones de ciertos grupos sociales se convirtieron en amarga decepción y rebeldía interior.

La convicción de que nada tiene sentido y no vale la pena inspira una forma extrema de nihilismo. Esta actitud espiritual se asienta en la convicción, difusa pero intensa, de que los valores superiores son irreales y carecen de toda efectividad sobre la propia vida, de modo que sólo tiene sentido valorar positivamente lo que satisface las apetencias instintivas. Tales apetencias siguen estando vigentes de alguna forma porque su satisfacción no exige esfuerzo creador alguno. Entregarse a la rueda dentada de los procesos instintivos es la única forma de actividad capaz de recordarle al hombre decepcionado que todavía está vivo. La saciedad de los instintos se le aparece a este hombre desilusionado como plenitud. La plenitud que ofrecen los valores más altos queda fuera de su campo de visión. He aquí el resultado más destructivo de la manipulación ideológica. No olvidemos que cuanto más altos son los valores, mayor complejidad y riqueza de matices presentan, y más difíciles son de captar y realizar. Debido a esta dificultad, "es normal que en el hombre sean los valores más nobles los que ofrecen más flanco a la mentira"[81].

Para el hombre manipulado, insensible a los valores más altos, lo valioso se reduce a lo interesante , lo que tiene interés inmediato para uno.

  1. El hombre que sólo ansía y busca lo "interesante", lo "excitante", lo que le ofrece ganancias inmediatas, es seducido fácilmente por las realidades fascinantes que lo lanzan al vértigo. El vértigo es un proceso violento que nos envilece de forma creciente y nos priva de la auténtica forma de libertad, que es la libertad para la creatividad.
  2. Un pueblo carente del voltaje creador normal regresa fácilmente a estadios de inmadurez y primitivismo, aunque disfrute de un alto grado de "civilización", de uso y disfrute de los resultados de la cultura. Señales de alarma a este respecto son -entre otros fenómenos patológicos- el aumento de la delincuencia y el alcoholismo, la entrega pasional a los juegos de azar, la destrucción de la juventud a través de la droga, el descenso del índice de natalidad, el aumento de los conflictos familiares, el cultivo abierto de lo zafio y grosero. Este declive nos obliga a tomar en serio la severa admonición que hace Ortega en su inquietante análisis de La rebelión de las masas: "Podemos perfectamente desertar de nuestro destino más auténtico, pero es para caer prisioneros en los pisos inferiores de nuestro destino"[82].
  3. Un pueblo que deserta de su destino más auténtico no puede configurar de manera estable una democracia verdadera, porque ésta viene a ser un campo de juego en el cual se crean relaciones valiosas, se clarifica comunitariamente el sentido de la vida y se avanza hacia la plenitud. El que se declara partidario de la democracia y practica la manipulación para adquirir poder sobre las gentes imita la genialidad de aquel que se subió a un árbol frondoso, se sentó en una rama, la quiso para sí, y la cortó entre él y el tronco.

Antídoto contra la manipulación Los efectos deletéreos de la manipulación son demasiado graves para que dejemos de tomar las medidas pertinentes. Esta reacción defensiva no es fácil de iniciar porque el manipulador somete a las gentes a la rueda dentada de un círculo vicioso. Empieza quitándoles poder de discernimiento. Al no usar críticamente el lenguaje, personas y pueblos caen fácilmente en los trucos del ilusionismo mental. El manipulador se vuelve con ello prepotente y se arroga el derecho de dominar al pueblo en todos los órdenes: político, moral, cultural, religioso. Este pueblo dominado es incapaz de pensar con rigor y vivir creativamente. El que se halla encerrado en este círculo apenas tiene posibilidad de liberarse de su hechizo. Necesita ayuda, un guía que piense con la debida perspectiva y le otorgue libertad interior. Este proceso de liberación debe operar en varias fases:

  1. El guía ha de mostrar en pormenor qué es la manipulación, cómo opera y cuáles son sus efectos demoledores sobre la mente y la voluntad de las gentes.
  2. Para que las personas adquieren poder de discernimiento frente a la actitud mendaz del manipulador, el guía ha de iniciarlas en el arte de pensar con rigor. Ha de hacerlo de modo imparcial y sereno, con independencia total de las luchas sociales. Quienes estén comprometidos con alguna orientación política o cultural no han de tener motivo para temer que quiera alejarlos de su posición o que ataque al grupo a que pertenecen. Trata únicamente de hacer justicia a la riqueza de los aspectos de la realidad que estudia en cada momento. Esta labor positiva de ajuste a las condiciones de la realidad pone en forma nuestra capacidad de pensar y de expresarnos con rigor, nos libera de viejos errores y del yugo de métodos inadecuados.
  3. Esta agilidad de mente permite descubrir a cada persona por sí misma cuándo hay desajuste en el modo de entender o usar ciertos vocablos o esquemas mentales, plantear los problemas, seguir un razonamiento, montar una propaganda. Para que todos caigamos en la cuenta rápidamente del uso interesado que alguien pueda hacer del lenguaje y la imagen, conviene que el guía nos ponga alerta, ofreciéndonos como tema de análisis diversos ejemplos. Este análisis nos obliga a tomar distancia para ganar perspectiva crítica. Esa distancia de perspectiva nos permite descubrir cómo altera el manipulador el sentido de nuestra vida.
  4. Esa capacidad crítica se acrecienta cuando el guía nos descubre la riqueza que alberga la vida creativa de la que el manipulador nos aleja. Si asumimos esa riqueza y realizamos alguna experiencia creadora, sentiremos el entusiasmo que suscita el "éxtasis" o encuentro, y tendremos fuerza de voluntad para no ceder a la seducción de todo tipo de vértigo que pueda separarnos de esa fuente de vida en plenitud y felicidad. El guía no nos fuerza a tomar decisiones, no ejerce la menor coacción sobre nuestro ánimo; nos pone en la perspectiva justa para que en nosotros se alumbre el deseo de orientarnos hacia aquello que nos plenifica, con total libertad frente a toda suerte de prejuicios intelectuales y adherencias sentimentales.
  5. Esta tarea de purificación del pensamiento, del lenguaje, de las actitudes y los ideales sólo es posible si estamos impulsados por un amor incondicional a la verdad, a lo que es en sí plenamente cada realidad y acontecimiento. El amor a la verdad nos inmuniza contra la tentación de manipular a otras personas, y refuerza nuestras defensas frente a los intentos manipuladores de los demás. Esa apertura a la realidad y a la verdad impide que los sistemas de ideas se calcifiquen y degeneren en "ideologías". Por eso cabe decir que la verdad nos sana y la mentira nos enferma[83].
  6. A medida que aprendemos a distinguir modos diversos de realidad, captar el valor de cada uno de ellos y jerarquizarlos entre sí, concediendo la primacía a los valores más altos, recuperamos gradualmente el sentido cabal del lenguaje secuestrado. Para despojar al manipulador del dominio abusivo del lenguaje, la vía más eficaz no es enfrentarse a él, sino consagrarse a la tarea de descubrir la riqueza que albergan los vocablos cuando se los usa rectamente. El contacto con ese tesoro inagotable nos permitirá superar el cansancio espiritual -que constituye, según Husserl, el mayor peligro del hombre europeo contemporáneo[84]- y nos llevará a pensar que es posible superar la confusión mental, la indiferencia y la apatía.
  7. La orientación de la vida hacia el ideal auténtico de la misma que es el encuentro confiere a la existencia humana una singular energía y la libera, así, del estado de abulia y atonía que constituye el clima propicio para la manipulación.

Necesidad de optar por el ideal auténtico

La cuestión decisiva es hoy la siguiente: ¿Cómo descubrir el ideal auténtico de la propia vida y entusiasmarse con él? El afán manipulador arranca de la inseguridad que siente el hombre cuando se ve desamparado y no sabe buscar amparo sino a través del incremento del dominio de cosas y personas. En la Primera Guerra Mundial hizo quiebra el viejo ideal de saber para poder, para prever, para dominar, poseer y disfrutar. Este ideal no fue suplido por otro más adecuado a la vida humana. De ahí el incremento alarmante de la manipulación en todos los órdenes y la inclinación creciente de las gentes a dejarse manipular.

Nada hay, en consecuencia, más urgente en la actualidad que detenerse a reflexionar, ver la vida en bloque, sobrevolar lo que ha pasado y lo que deseamos que suceda, y optar; optar por un ideal que oriente nuestras energías hacia un auténtico desarrollo personal y comunitario; no sólo hacia el éxito inmediato en uno u otro aspecto, hacia el incremento de poder, bienestar, refinamiento cultural..., sino hacia una plena madurez como personas.

Hoy nos enseña la investigación científica y filosófica más lúcida que el hombre se desarrolla cabalmente mediante el ejercicio de la creatividad en todos los órdenes. Y todos los aspectos de la creatividad presentan un rasgo común: confluyen en la instauración de modos relevantes de unidad. Un arquitecto tiende un puente sobre un río y transforma el paisaje. Esta transformación ¿se realiza de modo coactivo o de modo dialógico? Sólo en el segundo caso es el puente un producto cultural porque instaura unidad: unidad entre los hombres que se comunican y entre todos ellos y el paisaje.

Cuando se fundan estos modos altos de unidad, hay encuentro, juego, fiesta, arte, belleza, amparo, felicidad. Al advertir esta múltiple y sugestiva conexión, se abre ante nosotros un horizonte entusiasmante de realización humana. Desplegar tal horizonte y adentrarse entusiásticamente en él es la quintaesencia de la tarea formativa. Hacerlo ver con nitidez anima a los manipulados a liberarse de la seducción de las diversas formas de ilusionismo, y disuade a los manipuladores de continuar su labor suicida.

Es impresionante la transformación que se opera en nuestra personalidad cuando suplimos el ideal del dominio y el disfrute por el ideal de la creatividad, la unidad y la colaboración. Realizado este cambio de ideal, ya no seguimos el proceso de vértigo sino el de éxtasis; no nos dejamos seducir por la exaltación y el goce que produce lo fascinante; nos dejamos atraer por la exultación y el gozo que suscita lo valioso; no nos vaciamos de cuanto nos perfecciona; nos elevamos a lo mejor de nosotros mismos; no nos precipitamos amargamente hacia la destrucción; ascendemos gozosamente hacia la edificación de nuestra personalidad.

Al sopesar el abismo que existe entre una vía y otra, descubrimos que la confusión de las experiencias de vértigo y de éxtasis constituye la forma más peligrosa de reduccionismo, de manipulación y subversión de valores. Cuando reducimos las personas y las realidades del entorno a meras cosas, por afán de dominio, perdemos la soberanía de espíritu que nos da el respeto y la voluntad de colaboración, y acabamos acosándonos unos a otros. Este acoso de quienes se reducen a cosas anula de raíz la posibilidad del encuentro y, consiguientemente, de la vida ética. El amor degenera en odio, la confianza en recelo, el diálogo en increpación insultante.

Contra esta revolución del Nihilismo sólo hay una forma adecuada de respuesta: tender al ideal auténtico, que es el de crear las formas más valiosas de unidad. Esa es la verdadera utopía: no la utopía ilusa que deja en vacío, sino la utopía que ilusiona y lleva a plenitud. Lo vio lúcidamente hace muchos años el gran médico y humanista, Gregorio Marañón, al escribir: "Ciego será quien no vea que el ideal de la etapa futura de nuestra civilización será un simple retorno de los valores eternos y, por ser eternos, antiguos y modernos: a la supremacía del deber sobre el derecho; a la revalorización del dolor como energía creadora; al desdén por la excesiva fruición de los sentidos; al culto del alma sobre el cuerpo; en suma, por una u otra vía, a la vuelta hacia Dios"[85].

2. El contraantídoto: la confusión de vértigo y éxtasis

Los estrategas de la manipulación planificada con fines ideológicos están poniendo hoy en juego profusamente un recurso táctico para hacer imposible de raíz las medidas que constituyen un poderoso antídoto contra las artimañas manipuladoras. Se trata de la confusión deliberada de los dos grandes bloques de experiencias humanas: las experiencias de vértigo o

fascinación y las experiencias de éxtasis o creatividad[86]. Etimológicamente , "éxtasis" significa "salir de sí". El proceso de vértigo comienza por el abandono o entrega a algo fascinante y aboca a la caída en la desesperación. Se da en él una drástica salida de sí para perderse. Este tipo de pérdida de sí no acontece en las distintas formas de experiencia de éxtasis, que son modos de "ascenso a lo mejor de nosotros mismos", es decir, al "ideal", al valor más adecuado para configurar nuestro ser. El demagogo no repara en estas distinciones y da por hecho que éxtasis y vértigo se unen a través de su participación en una cualidad común: el salir de sí.

Inducir a las gentes dolosamente a considerar que entregarse a la seducción de una experiencia de vértigo equivale a realizar una experiencia de auténtico éxtasis -en cualquier aspecto: deportivo, estético, amoroso, ético, religioso...- constituye el gran timo de la estrategia manipuladora en la actualidad, la mayor trampa que se puede tender a las gentes de hoy, sobre todo a los jóvenes. Si éstos aceptan esa supuesta equivalencia, quedan fuera de juego en la tarea de llegar a ser hombres cabales. Y esto por una razón muy honda. El desarrollo de la personalidad lo lleva a cabo el hombre fundando modos de unidad valiosos con las realidades del entorno. Formas de unidad profundas y perdurables las instauran las experiencias de éxtasis, no las de vértigo. Estas dejan al hombre escindido de lo real, y por tanto lo agostan, como se agosta una planta desgajada de la tierra nutricia.

Este desarraigo despoja el hombre de toda forma de auténtica cultura, que significa unión fecunda con lo real. Al estar escindido de la realidad, no sabe pensar con rigor, de modo bien aquilatado, "realista".

Desde este nivel de incultura radical, resulta imposible descubrir los valores y asumirlos. Es una ley de la vida personal que desde un nivel inferior no puede descubrirse el sentido y el valor de cuanto se halla en un nivel más alto. Nada ilógico que las personas lanzadas por el plano inclinado de las experiencias de vértigo consideren los valores que impulsan y dan pleno sentido a las experiencias de éxtasis como algo irreal, fantasmagórico, producto de una fantasía evanescente. Para ellas, lo importante en la vida ya no es la exultación del éxtasis sino la exaltación del vértigo, no el ascenso a la plenitud de sentido sino el descenso al absurdo, no el salto al gozo y al entusiasmo sino el abandono a la angustia y la desesperación.

Esta alteración de la escala de valores es una de las metas de la llamada "Revolución del Nihilismo". Los movimientos revolucionarios tienen su tiempo histórico preciso, ya que necesitan, para darse, un clima adecuado. Una vez que las revoluciones violentas perdieron en

Europa su elemento nutricio, se ideó un tipo solapado de revolución, consistente en cambiar los ejes espirituales que vertebran la vida personal de las gentes. En nuestro continente, el nihilismo no implica el retorno a la nada absoluta sino la anulación de los valores y criterios que están en la base del modo occidental de entender y orientar la vida.

Proyectar el prestigio secular de las experiencias extáticas sobre las experiencias seductoras de vértigo para incrementar el cultivo de éstas sin temor a envilecerse hace viable el trueque más doloso que se comete en la sociedad actual: conceder amplias libertades de todo orden al tiempo que se cercena de raíz la única libertad auténtica del hombre, la libertad para ser creativo.

La glorificación de las experiencias que empastan al hombre con la realidad mas no lo integran en ella satisface la añoranza de la corriente vitalista por el mundo infracreador, donde no existe responsabilidad, ni soledad, ni falsedad, pero tampoco posibilidad de crear vínculos, vivir en compañía, ser veraces y fieles, responder a las invitaciones que se hagan a nuestra libertad.

Ese espectacular ilusionismo mental que confunde vértigo y éxtasis no pretende sino llevar hasta el fin la lucha contra el espíritu iniciada al final de la primera guerra mundial. Es un verdadero golpe de mano certero y alevoso contra lo que se llama de ordinario "vida espiritual" -en contraposición a "vida instintiva"- y que, por mi parte, prefiero denominar "vida personal creadora"[87].

3. Cómo neutralizar el contraantídoto

Debemos prestar suma atención a esta tendencia a confundir vértigo y éxtasis porque tal falseamiento, por una parte, impide al hombre reaccionar contra el vasallaje espiritual que le impone la manipulación y, por otra, incrementa al máximo el poder seductor de los recursos estratégicos que moviliza la demagogia. Hemos de ahondar en el sentido de las experiencias de vértigo y de éxtasis para comprender la inmensa riqueza que éstas últimas albergan y la magnitud del daño que se nos causa cuando se las reduce a las de vértigo. Al comprender por dentro lo que son, de dónde proceden y lo que implican los procesos de vértigo y los de éxtasis, se comprende que los diversos tipos de reduccionismo que se están cometiendo hoy día entrañan una forma extrema de violencia bajo el rostro de una meliflua invitación al disfrute de la vida.

Reducir las experiencias de éxtasis a experiencias de vértigo, rebajar al hombre a la condición de "ser de impulsos", limitar el alcance del amor al de la mera pasión y el de la libertad humana al de la mera libertad de maniobra... son modos solapados de privar a la vida humana de su plena capacidad creativa y, por tanto, de su sentido cabal. La quiebra del sentido y la exaltación consiguiente del absurdo es la meta de la revolución oculta que intenta minar los cimientos espirituales del hombre actual.

Para mantener nuestra libertad interior frente a los ardides de esta revolución artera, necesitamos sentir una profunda admiración ante la riqueza que adquiere nuestra vida cuando optamos por el ideal de la unidad y nos encaminamos por la vía extática del encuentro. Entonces nos vemos colmados de energía espiritual, de gozo y entusiasmo, y de esa forma profunda de felicidad que va unida a la conciencia de estar realizando plenamente la propia vocación y misión.

Desde esta altura, la euforia que produce en principio el vértigo nos parece una llamarada de hojarasca que se halla en los antípodas del verdadero entusiasmo. Éste conduce a la plenitud; aquélla al vacío. El que recorre lúcida y decididamente una vez en la vida el camino del encuentro auténtico tiene luz para siempre y supera el riesgo de confundir el proceso de vértigo -que halaga al principio y destruye al final- con el proceso de éxtasis, que nos exige al comienzo una entrega generosa y acaba llevándonos a una vida de comunidad que supone el desarrollo pleno de nuestra vida personal.

Notas

[81] G. Thibon: Sobre el amor humano, Rialp, Madrid 1961, pág. 45.

[82] Cf. Obras completas, vol. IV, Revista de Occidente, Madrid 1947, p. 211.

[83] "...Puede enfermar el espíritu? -escribe Romano Guardini- (...)La vida del espíritu -y esto caracteriza su esencia - no depende sólo de los seres sino también y definitivamente de lo que garantiza la validez de sus actos, es decir, de la verdad y del bien. (...) Si el espíritu se aleja de la verdad, enferma. Este alejamiento no se da cuando un hombre comete un error, sino cuando abandona la verdad; no cuando miente, aunque sea con frecuencia, sino cuando deja de sentirse vinculado a la verdad en sí misma; no cuando engaña a otros, sino cuando orienta su vida a la destrucción de la verdad. Entonces es cuando enferma espiritualmente. (...) De esta enfermedad no podría curarle ninguna simple psiquiatría; tendría que convertirse. Pero esta conversión no se realizaría, por supuesto, con un mero acto de la voluntad. Tendría que consistir en un cambio de actitud real, más difícil que cualquier tratamiento terapéutico". Cf. Welt und Person, 95-97; Mundo y persona, 105-107.

[84] Cf. "Die Krisis des europäischen Menschentums und die Philosophie", en Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie, Nijhoff, La Haya 1954, p. 348.Versión española: "La crisis de la humanidad europea y la filosofía", en E. Husserl: La crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental , Ed. Crítica, Barcelona 1990, p. 17.

[85] Cf. Obras Completas, vol. I, Espasa-Calpe, Madrid, p. 128.

[86] Este importante tema es analizado ampliamente en la obra, ya citada, Inteligencia creativa, BAC, Madrid 1999, págs. 317-445.

[87] Sobre esta lucha, cuya influencia llega hasta nuestros días, puede verse mi obra La revolución oculta , PPC, Madrid 1998, págs. 331-353.

Ahora en...

About Us (Quienes somos) | Contacta con nosotros | Site Map | RSS | Buscar | Privacidad | Blogs | Access Keys
última actualización del documento http://www.conoze.com/doc.php?doc=3562 el 2006-03-01 23:51:13