conoZe.com » Aprender a pensar » La manipulación del hombre a través del lenguaje

Cómo se manipula I. Las actitudes del manipulador

El trabajo en cadena suele ser citado como ejemplo de actividad alienante. No permite el ejercicio de la propia creatividad. Es monótono, reiterativo, mortalmente aburrido. Convierte al hombre en un autómata, mero realizador de unos gestos estereotipados. (Recuérdese la parodia realizada por Charles Chaplin en su película Los tiempos modernos). La especialización del trabajo se traduce en mayor rentabilidad para la empresa pero reduce al operario a un factor anónimo, casi a una pieza de una inmensa maquinaria. El hombre se ve con ello rebajado de valor, porque no tiene posibilidad de ejercitar sus mejores potencias: su capacidad de inventiva, el sentido del conjunto, la sensibilidad estética... Su labor queda perdida en las mallas de un proceso que no lleva firma. Al tomar conciencia de que no es sino un medio para un fin que le desborda, el trabajador se considera manipulado, tratado como un útil, mero "material humano".

Este tipo de manipulación encierra gravedad, sin duda alguna. Pero ésta es superada por la manipulación ideológica. El operario que actúa mecánicamente en el taller sale a la calle y se ve inmerso en un clima espiritual que no suele encaminarlo hacia el ejercicio de la creatividad sino hacia la entrega a los distintos modos de fascinación, que le producirán una euforia pasajera pero lo recluirán pronto en la soledad de la depresión.

La mengua de la capacidad creadora que provocan a veces las condiciones de trabajo es difícil de evitar en la situación actual de la economía y la industria. El colapso de la creatividad provocado por las diversas formas de manipulación ideológica tiene una solución muy a mano: el cambio de ideal, la sustitución del ideal del dominio por el ideal de la solidaridad. Conviene, por ello, insistir más en esta forma de manipulación que en la otra.

Hay diversas formas de manipular a las gentes en cuanto a su forma de pensar, querer y sentir. Pero todas coinciden en una serie de rasgos básicos que importa mucho conocer. El conocerlos nos abre los ojos, nos pone alerta, nos permite delatar súbitamente la voluntad manipuladora. Ejercitémonos en el análisis de algunos de tales rasgos.

1. El manipulador actúa con falsedad

El hombre afanoso de poder suele estudiar la Psicología de masas con el fin de conocer a fondo las tendencias y pasiones de las personas, y ofrecerles vía libre. Esta liberalidad táctica hace su figura muy atractiva a las gentes. Una vez que se siente acogido con simpatía por ellas, las reduce impunemente a medio para sus fines. No necesita sino lanzarlas a distintos modos de vértigo. Con ello las exalta , y, aprovechando la cortina de humo de la euforia , las somete a sus planes.

El ser humano tolera ser rebajado con tal de que se halague su vanidad y se satisfaga su afán de bienestar. "El cliente siempre tiene razón", se nos dice, y sonreímos complacidos, aún sabiendo que, al llamarnos clientes, nos están reduciendo a una mera función: la de compradores[40]. En una época -como la actual- que glorifica lo espontáneo, lo "liberador", lo no represivo, el que se presente como promotor de las inclinaciones instintivas del pueblo cobra inmediatamente fama de persona al día, avanzada, abierta al progreso. Ello le da ascendiente, le otorga credibilidad, lo pone en condiciones de ejercer las artes del ilusionismo mental -o manipulación- sin levantar sospechas y ser acusado de falsario.

Preparado de esta forma el ambiente, el manipulador puede decir mentiras a raudales sin miedo a ser tachado de mentiroso o, al menos, sin sufrir merma considerable en su vida profesional; puede incumplir mil y una promesas sin temor a ser calificado de pérfido. No lo olvidemos: el manipulador envilece al pueblo para tener libertad de maniobra y evitar el riesgo de ser escarnecido.

El manipulador no juega limpio, hace trampa, pero los hombres se dejan engañar de buen grado por quienes satisfacen sus apetencias elementales. Supongamos que un político habla a una multitud de personas menesterosas con el agrio desenfado propio del que ansía revancha. Se gana el favor de esas pobres gentes aunque estén seguras de que nunca conseguirá levantarlas de la postración económica. Le basta halagar una de sus tendencias básicas para tenerlas a su merced. Ellas se creen dignificadas en alguna medida, y en realidad quedan todavía más sojuzgadas.

Es curioso cómo en muchos anuncios se insta al cliente a sentirse dueño de sí, libre, señor de sus actos, y al mismo tiempo se le incita a dejarse fascinar por el producto ofrecido. Fascinar es dominar. Dominar y entregarse parecen actitudes inconciliables, pero son en realidad dos manifestaciones diversas de una misma actitud: la de egoísmo, que lleva a alejarse para dominar y a fusionarse para disfrutar. Un anuncio de una casa de seguros nos presenta una imagen idílica, llena de reposo y seguridad: un hombre que pesca en una pequeña barca. Sobre el mar en calma resalta un imperativo que tiene algo de consejo y de mandato: "¡Sea libre!" No hace mucha falta incitar a los hombres a ser libres en una época cuya palabra talismán por excelencia es "libertad". ¿Por qué se hace? Porque seguidamente, en la parte derecha del anuncio la idea de libertad va a jugar un papel decisivo a una con la de seguridad, otro término talismán actualmente, talismán por adherencia al término libertad. Estamos en una época insegura, y aquí se nos ofrece seguridad. Seguridad que no deberemos comprar al precio de la libertad, como sucede en las dictaduras, sino que podemos obtenerla de forma libérrima. Se proclama que somos muy libres de optar por el tipo de seguro que más nos convenga. Pero inmediatamente se nos dice que para ser libres de verdad hay que elegir la Casa de Seguros que aquí se nos ofrece. "Si puede elegir, sea libre. Elija la Seguridad de 'La Estrella' ". Seguridad con mayúscula. Este anuncio parece cuidar los detalles, pero deja de lado un pormenor decisivo: que para elegir libremente se necesitan diversas posibilidades entre las que optar. No se presenta más que una, y se nos dice imperativamente que elijamos esa posibilidad si queremos ser considerados como personas libres.

Fijémonos en la táctica, que se repite en todos los casos de manipulación. El demagogo aparenta ponerse de nuestra parte. Nos invita a ser lo que él sabe que todos queremos ser, hoy más que nunca: libres, personas sin ataduras ni límites, como el barquero solitario de la imagen. Halaga nuestros oídos diciéndonos que somos muy libres de optar por lo que más nos interesa. Todo esto nos une a él. Pero de repente, surge el ilusionista y hace un trueque súbito: Si de verdad quiere Vd. ser libre, no puede sino elegir lo que le propongo. Primero abre ante nosotros un horizonte infinito, de libertad absoluta. Luego, sin dar razón alguna, reduce ese horizonte de opciones ilimitadas a una sola. No explica por qué hemos de elegir este tipo de seguro. Todo queda sugestivamente ambiguo. Igual que la última observación que nos hace el anuncio en tipografía resaltante: Seguros muy personales. Parece que te invitan a un encuentro, a una relación de amistad que garantiza la seguridad que se te ofrece. Mas no se dice con claridad. Nada aquí está claro, excepto la acción seductora que se está ejerciendo sobre nuestros centros de decisión.

El procedimiento de darnos palmadas en el hombro para tendernos un lazo al cuello sin que perdamos la sonrisa se repite en la mayoría de los anuncios comerciales. Esta radical falsedad resalta en un anuncio relativo a una conocida marca de coñac. Unos jóvenes deportistas despliegan toda su energía para cumplir sus respectivos papeles: meter gol y defender la portería. La palabra "Soberano" preside todo el anuncio, y cerca de los jugadores y dominando el grupo que forman destaca la frase "¡Es cosa de hombres!" . ¿Existe alguna relación lógica entre el hecho de beber este tipo de líquido y el de encontrarse en plena forma física? Si alguna relación hay, no es de afinidad sino de oposición. Los médicos deportivos no recomiendan precisamente el alcohol para conservar la elasticidad y fuerza de los músculos y la rapidez de reflejos. No nos molestemos en buscar razones. En el anuncio no se apela a la inteligencia y la razón. Se unen dos imágenes -la de los deportistas y la de la botella de coñac-bajo una misma frase ("Es cosa de hombres"), para que vibren a una en la imaginación del lector, y el prestigio que orla la figura de los jóvenes atletas y que irradia ese ambiguo lema se trasvase al producto promocionado. Es una operación infrarracional, que intenta vencer sin convencer. Al responsable de este anuncio no le preocupa que la escalada en la consunción de alcohol deje a los hombres fuera de juego y los despoje de su dignidad, y que la seducción por tener y parecer suma en la ansiedad e incluso en la ruina económica a miles de personas. Por definición, al manipulador no le interesan las personas sino los clientes.

Esta reducción acaba por invertir los órdenes naturales. No se toma algo porque apetece; apetece porque viste bien tomarlo. No se compra un producto porque se necesita; se siente necesidad de ello porque es señal de distinción adquirir lo que es distinguido por la propaganda. Hace un tiempo, los cineastas buscaban chalés bellos para reproducirlos. Hoy se construyen chalés "de película" a imitación de los que se ven en el cine. Actualmente, la reproducción se impone, con frecuencia, al modelo original; la foto se alza sobre la realidad fotografiada. Se han invertido las cosas y los valores. Esta inversión de valores es el efecto más negativo de la manipulación comercial.

2. El manipulador empobrece al hombre a fin de dominarlo fácilmente

El que intenta dominar no va nunca a lo esencial y nuclear; subraya los pormenores que le interesan para impresionar la sensibilidad de las gentes, no para resolver el asunto de que se trate. Cuando se planteó en ciertos países la cuestión del divorcio, sólo se destacó el drama de los matrimonios rotos. No se dedicó la menor atención al tema central y decisivo en este contexto: el valor de la unidad matrimonial y familiar. Para introducir la ley abortista, se dramatizó una y otra vez el caso de las jóvenes que, por falta de medios económicos, no podían anular su embarazo en clínicas extranjeras. Se dejó de lado la cuestión decisiva: ¿Es lícito destruir abruptamente un proceso vital que conduce a la formación de un ser humano?

Por ser interesado en su proceder, el manipulador actúa siempre de modo parcial, en el doble sentido de incompleto -atiende sólo a un aspecto de una cuestión compleja -y de unilateral -lo hace para desviar la atención de otros aspectos comprometedores para sus tesis-.

Uno de los medios más eficaces para practicar esa parcialidad es empobrecer el lenguaje y tergiversarlo. El manipulador se vale de que estamos en una civilización de la imagen y la palabra fácil, la palabra que vuela en la prensa y, sobre todo, en la radio y la televisión. Usa la palabra y la imagen de forma unilateral y superficial, como simples medios para conseguir sus fines. Los ríos de imágenes -reducidas a meras figuras- y de palabras tomadas como elemento seductor arrastran como un vértigo. Los anuncios publicitarios manejan figuras, no imágenes. La exhibición de figuras pide rapidez. La de imágenes invita al reposo, como en una exposición de pintura.

El uso banal del lenguaje -que es vehículo de la creatividad- le permite al manipulador hacer tabla rasa de convicciones profundas, tradiciones valiosas, criterios y normas seculares de conducta, es decir, de todo aquello que significa para el pueblo un apoyo espiritual. Y le permite hacerlo sin que el pueblo se percate de ello. Un pueblo desguarnecido espiritualmente es muy fácil de manipular.

Ello explica por qué tantos demagogos practican un modo de revolución precipitada y tosca, sin la debida hondura de planteamiento. Cortan amarras con el pasado sin advertir que el hombre no puede proyectar, en el presente, un futuro mejor si no asume las posibilidades fecundas que le ofrece el pasado. Tal asunción debe ser crítica, para que el proyecto a realizar sea creativo. Pero el ejercicio de la crítica no puede reducirse al exterminio violento. Los revolucionarios que exterminan el pasado conquistan el favor del pueblo mediante toda suerte de promesas utópicas, pero lo dejan aislado e inerme en un presente desmantelado, carente de posibilidades. Al no tener otro apoyo que las promesas recibidas, el pueblo queda prisionero de sus supuestos "liberadores". Esa invalidez lo torna sumiso y gregario.

3. El manipulador no se esfuerza en buscar la verdad sino en vencer al adversario

El manipulador se las ingenia para engañar sin mentir. Procura que tú te engañes sin que él te fuerce a ello, aunque propicie el error. Para que la mentira constituya un recurso manipulador, debe ser llevada al extremo. El que miente respecto a algo de mucha importancia y lo hace de modo enérgico, poniendo en ello su prestigio personal, tiene muchas probabilidades de que la mayoría se lo crea porque considera imposible que alguien se arriesgue de esa forma a ser desmentido.

De ordinario, el manipulador opera con trucos, basados en el uso arbitrario del lenguaje y la imagen. Y lo hace de modo veloz, como un prestidigitador de conceptos. Los juegos de manos se basan en la capacidad que tiene el ilusionista de realizar movimientos muy rápidos y en la incapacidad de las gentes para percibirlos. De esta forma, lo imposible parece posible. Es la seducción de la "magia". El mago hace malabarismos porque actúa con celeridad desconcertante. De forma análoga, el demagogo procede con meditada precipitación a fin de que las multitudes no adviertan sus trucos intelectuales y acepten como posibles los escamoteos más inverosímiles de conceptos.

Para vencer a una persona o a un grupo de personas, el recurso más eficaz consiste en acelerar los procesos de reflexión, no dar tiempo a profundizar en los temas propuestos, usar de modo precipitado -sin la matización debida-conceptos muy ricos de sentido -como libertad, autonomía, independencia, progreso...- y recurrir a tipos de valoración indirectos, como es "la valoración por vía de rebote ". Recordemos la anécdota de la periodista que se armó de valor y se permitió decirle con su mejor sonrisa a cierto Presidente de Gobierno, bien conocido por sus vaivenes en cuestiones de máxima importancia: "Se dice que Vd. cambia mucho". El Presidente respondió con aire de superioridad: "¿Le parece a Vd. mal que cambie? Peor sería que fuera inmovilista". Esta respuesta dejó desconcertada a la joven. Pero, aunque ésta hubiera captado inmediatamente el truco manipulador de la misma, no hubiera podido reargüir al Presidente. Y millones de personas, a través de la pantalla televisiva, recibieron la impresión de que el mandatario supo responder de manera fulminante. Esta sensación de triunfo responde al uso contundente de los recursos estratégicos. El Presidente respondió de modo parcial y precipitado. No se paró a pensar; dio por hecho que la tendencia a cambiar de modo injustificado sólo se opone al inmovilismo, término cargado de desprestigio en una época que glorifica el cambio y lo consagra como término talismán. Dejó de lado la actitud opuesta a la volubilidad: la fidelidad a unas convicciones, la permanencia tenaz en la defensa de algo que está por encima del decurso temporal. Se limitó a dar por supuesto que, si no se cambia, se queda uno inmóvil y rígido. Cambiar implica libertad de movimiento. El que no cambia parece que no es libre. De aquí es fácil extraer una conclusión manipuladora: "No cambio, luego no soy libre. En consecuencia, el inmovilismo es peor que el cambio".

En la respuesta del Presidente se amontonan los trucos estratégicos. Empareja cambio y libertad, con lo cual prestigia la actitud de volubilidad. Lo hace de modo enérgico, lo que denota autoridad, dominio de sí, seguridad en la materia. Une la defensa y el ataque mediante la ironía y la alusión sarcástica a otras personas. Responde rápidamente y hace uso del "efecto sorpresa".

Repárese en que el presidente no respondió a la pregunta de la periodista. Esta le reprochó que no tiene convicciones estables, pues cambia con frecuencia de opinión. Él se limitó a indicar que cambiar es preferible a carecer de flexibilidad para adaptarse a la realidad. Con el mero recurso de oponer el término cambio -puesto en entredicho por la entrevistadora- a un término desprestigiado hoy día -inmovilista-, el Presidente consiguió eludir la invitación que se le hizo a dar razón de su volubilidad como gobernante. Hizo aparecer como valioso el hecho de cambiar con sólo oponerlo a una actitud de rigidez pétrea. Es la valoración por vía de rebote .

4. El manipulador no acepta el diálogo como medio clarificador de las ideas

El manipulador rehuye por sistema el debate sereno y profesionalizado. En la actualidad, apenas tenemos ocasión de presenciar debates en los medios de comunicación. Coloquios en los cuales se hable de ciertos temas los hay a menudo, pero debates -es decir, espacios en los cuales personas de distintas orientaciones tienen libertad para confrontar sus opiniones, depurarlas, criticarlas a fondo-es difícil encontrarlos. A veces se convocan debates y se anuncian como tales, pero entre bastidores se los adultera de tal forma que pierden toda eficacia en orden a la búsqueda de la verdad y se reducen a meros recursos propagandísticos. En otros casos, no hay manipulación programada, pero los coloquiantes carecen de apertura de espíritu y no están a la escucha; defienden sus posiciones iniciales como una cuestión de honor y sólo intentan ofrecer una buena imagen a los espectadores.

5. El manipulador opera siempre a favor de corriente

El manipulador aprovecha cada una de las tendencias del hombre para dar a entender que las favorece y, al amparo de la simpatía que esto le procura, introducir subrepticiamente algún aspecto tendencioso de su ideología. Si queremos ser libres, debemos conocer estas tendencias a fin de superarlas.

Tendencias que facilitan la manipulación

  1. Multitud de personas tienden a pensar que la libertad consiste en carecer de obstáculos para actuar. El manipulador toma pie de esta tendencia poco reflexiva para dar a entender que la libertad auténtica se opone a toda forma de cauce y norma.
  2. El hombre actual tiene aversión a lo complejo; desea encontrar soluciones fáciles a los problemas; quiere recetas. El manipulador se vale de esta propensión para dar por consabido que la relación del hombre con las realidades del entorno es tan sencilla como lo es el trato con objetos, y se rige por las mismas leyes. Por eso utiliza profusamente los verbos tener y hacer, totalmente inadecuados para expresar actividades creativas y realidades superiores a los meros objetos. Con el mero uso de tales términos, el manipulador simplifica la expresión pero la reduce a un plano de realidad muy bajo.
  3. Actualmente, se siente la necesidad imperiosa de evitar conflictos. El recuerdo de penosas contiendas nos predispone para defender la paz a cualquier precio. El manipulador aprovecha este noble sentimiento nuestro para convencer a la opinión pública de que el entusiasmo en la defensa de los valores genera intransigencia y provoca la disputa y la escisión. La paz exige -nos susurra al oído- el reblandecimiento de las convicciones y la adopción de una actitud relativista y perspectivista , para la cual toda opinión es igualmente válida porque responde a un modo peculiar de abordar el tema tratado. ¿No hemos oído mil veces que "toda opinión es igualmente digna de respeto"? Es un lema comúnmente admitido en la actualidad. Pero ¿tiene algún fundamento? Ninguno. Es la carta de presentación de los intrusos, los que hablan de cuestiones que desconocen y provocan el desconcierto en la opinión pública. Ese eslogan es relativista, parte de la base de que una visión de la realidad tomada desde una perspectiva determinada es tan válida como cualquier otra. En una sociedad como la actual, tan afanosa de defender los derechos humanos, parece plausible esta afirmación. ¿En qué se basa una persona para pensar que su modo de ver un problema es más certero que el de otra? Es hora de aceptar -se dice- que todos tenemos el mismo derecho a opinar y hacer valer nuestras ideas. Pero ¿de verdad el derecho es igual?

Una persona que no entiende de setas no está legitimada para dar consejos en público sobre el modo de seleccionarlas. El que no ha dedicado esfuerzos a estudiar ética ¿puede permitirse la libertad de influir sobre la opinión pública y los legisladores emitiendo opiniones poco fundamentadas sobre la eutanasia, el aborto, el divorcio, la liberalización de la droga y otros temas de gravedad semejante? Evidentemente no. Pero esta afirmación será tachada de discriminatoria . Y lo es, pero no porque yo discrimine a las personas indebidamente preparadas; son ella s mismas las que deben abstenerse de entrar en un juego que desconocen y en el que pueden jugar un papel perturbador.

Es obvio que no todas las perspectivas son válidas. Ortega defendía lo contrario, y, para demostrar la validez de su posición, aludió a dos personas que contemplan la sierra del Guadarrama desde vertientes distintas. ¿Cuál de estas dos perspectivas es la verdadera? Ambas lo son por igual. Pero este ejemplo no puede ser tomado como módulo a partir del cual se afirme que todas las perspectivas que personas diferentes tomen de cualquier tipo de realidad son igualmente válidas. Cuando se trata de una realidad física, basta disfrutar de una visión normal para tener garantizado el buen éxito del acto de contemplar. Si se quiere captar una realidad de rango superior -por ejemplo, una obra artística-, no es suficiente disponer de unos sentidos en perfecta forma. Estos deben ir subtendidos por una preparación adecuada y una sensibilidad peculiar para cada tipo de arte. Yo puedo ver un cuadro con una agudeza de visión perfecta. Si desconozco la estética pictórica y carezco de sensibilidad para captar los valores de los cuadros, mi contemplación de esta obra puede no encerrar valor alguno. Carece de sentido que exprese en público el resultado de la misma. Puede ser pernicioso si difunde ideas banales acerca del arte. Por respeto a mi dignidad personal, debo reservarme para los casos en que sea capaz de ofrecer pensamientos de calidad.

Veamos en síntesis cómo saca partido el manipulador a las tendencias de la mayoría.

  1. Se tiende a pensar que ser libre es carecer de obstáculos. Conclusión del manipulador: Para ser libre hay que prescindir de cauces y normas.
  2. El hombre actual tiende a las soluciones fáciles. Conclusión: Lo ideal es tratar todas las realidades del modo expeditivo con que se tratan los objetos.
  3. Hoy día se desea evitar los conflictos a toda costa. Conclusión: Hay que renunciar a la defensa de los valores ya que todos los puntos de vista son igualmente válidos. (Esta posición es subjetivista y relativista).

Circunstancias que favorecen hoy la manipulación

El relativismo no tiene fundamento, no resiste un mínimo análisis crítico, como sucede con la oposición entre libertad y norma y las demás tesis gratuitas del manipulador. Pero ese análisis requiere tiempo y esfuerzo, justo lo que intenta ahorrar el hombre actual a todo trance. Esta actitud indolente provoca una falta de discernimiento que favorece al máximo la tarea malabarista del manipulador demagogo. Pongamos ante la vista de forma escueta todo el proceso de banalización de la vida humana actual:

  1. Hoy predomina la información sobre la formación. Buen número de personas optan por incrementar la información de modo fácil y dejar de lado la tarea esforzada de formarse sólidamente.
  2. Esta falta de formación se traduce en una carencia de criterios lúcidos para valorar las diferentes doctrinas y ordenar los valores. El hombre poco formado y aluviónicamente informado suele optar por acumular ideas sin integrarlas ni asumirlas.
  3. Este sincretismo acumulativo que lo quiere coordinar todo para hacerse la ilusión de poseer una gran riqueza intelectual aboca a una posición de relativismo -todo es verdadero desde la perspectiva que uno adopte- y de indiferencia -nada encierra un valor tan grande que nos mueva eficazmente a asumirlo-.
  4. El miedo difuso a la escisión de la sociedad en grupos beligerantes acentúa el deslizamiento hacia el indiferentismo relativista y el irenismo banal. Todo da igual -viene a decirse-a condición de mantener la concordia. No hay una jerarquía de valores tal que nos lleve a comprometer nuestra posición y nuestro prestigio por defender los valores más altos. Una especie de instinto de conservación y de medro personal nos mueve a destacar los puntos de contacto que tenemos con posiciones doctrinales ajenas y a silenciar los rasgos opuestos. Entre éstos se hallan a veces las condiciones de toda auténtica creatividad: la fidelidad a las promesas, el respeto absoluto a la vida -naciente o declinante-, la libertad vinculada a los valores, el amor oblativo... Atacar estas actitudes significa minar las bases de la capacidad de resistencia moral frente a quienes desean dominarnos como una presa.
  5. El que delata esta operación de falsa cosmética conciliadora, propia de épocas desconcertadas, es tachado de espíritu dogmático, intransigente y beligerante. En momentos de conformismo entreguista, tal reproche resulta descalificador y es capaz de intimidar a las personas poco seguras de sí mismas.
  6. Esta intimidación provoca la desmovilización de los espíritus, la atonía espiritual, la mengua o anulación total de la creatividad y, consiguientemente, el desarme, la carencia de anticuerpos frente a la invasión ideológica de los manipuladores profesionales, que hacen gala de arrojo y prepotencia. La falta de creatividad y de iniciativa lleva al hombre medroso de estos días a desconfiar de su capacidad de estructurar la vida social de forma robusta y duradera.
  7. Esta desconfianza en los propios medios, unida al deseo obsesivo de evitar conflictos, hace ver magnificadas las cualidades y poderes del adversario. En general, el poder atrae, se hace sugestivo, fascina. Esta fascinación lleva a exagerar los puntos de posible entendimiento con el adversario y a restar importancia a las divergencias. Tal exageración fascinada se traduce en abierta simpatía primero, en claudicación después, y finalmente en abierta colaboración.
  8. Esta pérdida de la propia identidad se traduce en la quiebra del lenguaje. Este pierde su carácter de vehículo de la creatividad para convertirse en el medio por excelencia para provocar el desconcierto intelectual y espiritual. La manera imprecisa de hablar que se observa actualmente no se reduce a una mera moda. Es todo un síntoma. Y a la vez es un clima propicio a toda suerte de manipulaciones. La confusión es el "elemento" en que se mueve a sus anchas el manipulador. Éste se vale de la tendencia actual a pensar y expresarse de forma precipitada y superficial, cuando no frívola, para ensalzar unos vocablos -y sus correspondientes conceptos- y desprestigiar otros, entender los esquemas mentales como contrastes o como dilemas según le convenga en cada momento, plantear los problemas de forma tendenciosamente parcial, movilizar toda una serie de procedimientos estratégicos para vencer al pueblo sin tomarse la molestia de convencerlo.

Con ello, el lenguaje -el mayor don del hombre- queda envilecido en su misma esencia.

Es convertido en anti-lenguaje. Ya no es un lugar de encuentro en la búsqueda de la verdad, sino de engaño, alejamiento y dominio.

Esta forma de proceder significa un atentado contra el pensamiento riguroso y, al mismo tiempo, contra la vida creativa. No se trata de una mera cuestión académica. Es algo que afecta al núcleo mismo de nuestra existencia como personas. Descubrir esto por propia cuenta es la primera condición para liberarnos de la servidumbre a que nos someten los manipuladores. Al hablar de "manipuladores", no debemos pensar sólo en otras personas, al modo de los "hombres grises" de Momo, la profunda y deliciosa narración de Michael Ende. Manipuladores podemos serlo nosotros mismos, en cuanto nos dejamos llevar de la tendencia a dominar a los demás con malas artes.

Lo importante es conocer a fondo que existe esa tendencia y cuál es su peligrosidad a fin de no dejarnos dominar por ella ni caer en las redes de quien lo haga. Este conocimiento nos dará libertad. Es justamente el mensaje que nos transmite la historia de "los hombres grises". Eran hombres poderosos, implacables, temibles por su fuerza y su contundencia, pero bastaba conocerlos para dejarlos neutralizados[41]. "Conocer a los hombres grises" equivale a descubrir el valor del tiempo que consagramos a crear algo valioso, por ejemplo una amistad. Esta consagración nos parece a menudo una pérdida de tiempo. Estamos demasiado ocupados en perseguir el ideal de poseer y disfrutar. "Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada ­advierte el Principito -. Compran cosas hechas a los mercaderes. Pero, como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos"[42]. Comprar es un procedimiento expeditivo, fácil de realizar y nada comprometedor para la persona. Pero eso que adquirimos con tal facilidad, como objeto de canje, carece de un carácter singular, no llega a ser para nosotros "único en el mundo". El principito había aprendido bien la lección del zorro: "... Si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo..."[43]. "El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante"[44].

Se trata de un tiempo creador, de calidad más alta que la mera sucesión de instantes. El principito lo presiente cuando confiesa: "Yo (...), si tuviera cincuenta y tres minutos para gastar, caminaría muy suavemente hacia una fuente..."[45] El agua que uno bebe tras haberla buscado en compañía de alguien que arriesga su vida para no dejarle a uno solo adquiere un valor simbólico: remite a cuanto implica de valioso el encuentro. "Tengo sed de esta agua -dijo el principito-. Dame de beber..." "Y yo comprendí lo que él había buscado". "Levanté el balde hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era dulce como una fiesta. Esta agua era muy distinta de un alimento. Había nacido de la marcha bajo las estrellas, del canto de la roldana, del esfuerzo de mis brazos. Era buena para el corazón, como un regalo"[46].

Ir a la fuente, inclinarse hacia ella y beber, sentir agradecimiento por el don del agua, vista como fruto de un encuentro de realidades diversas, exige esfuerzo, compromiso y tiempo, porque es una actividad creadora de una relación valiosa. En cambio, tomar una pastilla que calma la sed de un golpe resulta más cómodo y rápido, pero no me enriquece como persona. La pastilla la compro, la poseo y la consumo. Soy dueño de ella, la manejo a mi arbitrio. La fuente la encuentro, no la adquiero, no la domino; sencillamente, recibo de ella el don del agua. Por eso no me siento dueño de ella sino deudor.

Se trata de dos actitudes diversas, una que lleva al goce de poseer, otra que conduce al gozo de encontrarse. La ambición de poseer inspira e impulsa la práctica de la manipulación, que es un vértigo. El anhelo de colaborar suscita actitudes de respeto, que están en la base del éxtasis. El cultivo de las experiencias de éxtasis dispone el ánimo del hombre para conservar la libertad interior frente al asedio de la manipulación[47].

Ejercicios

  1. Cuando oiga un debate en la televisión o la radio, fíjese en los coloquiantes, a ver si se respetan mutuamente y atienden a lo que dicen los otros, con ánimo de perfeccionar los propios puntos de vista, o si se interrumpen constantemente para no dejar que los demás expongan ideas que puedan mostrarse como más válidas que las suyas. Esta segunda actitud destruye el diálogo; deja de ser un lugar de descubrimiento de la verdad para convertirse en un mero medio de dominio de los demás y enaltecimiento de sí mismo.
  2. Al contemplar y oír anuncios comerciales, tendemos a dejarnos llevar del río de impresiones sensoriales en que ellos nos sumergen. Resistámonos a ello, y reparemos en si hablan a nuestra inteligencia y nos dan razones para adquirir los productos ofrecidos o si nos quieren seducir con trucos efectistas.
  3. ¿Puede aceptarse que "toda opinión es digna de respeto"? Ponga ejemplos de distintas opiniones que oye Vd. diariamente y vea si una persona bien formada ha de considerarlas como "respetables", como "dignas de ser acogidas con estima".

Notas

[40] Gabriel Marcel subrayó en diversos contextos que la reducción del ser humano a las funciones que desempeña es uno de los rasgos más negativos de la sociedad actual. Véase, por ejemplo, Aproximación al misterio del ser, Encuentro, Madrid 1987, págs. 23 ss. Versión original: Position et approches concrètes du mystère ontologique, J. Vrin, Paris 1949, págs. 46 ss.

[41] Cf. O. cit., Alfaguara, Madrid 23] 1985, págs. 98, 102-3.

[42] Cf. A. de Saint-Exupéry: Le petit prince, p. 84; El principito, p. 83.

[43] Cf. Le petit prince, p. 80; El principito , p. 82.

[44] Cf. Le petit prince, p. 87; El principito , p. 87.

[45] Cf. Le petit prince, p. 90; El principito , p. 90.

[46] Cf. Le petit prince, p. 96; El principito , p. 96.

[47] Cf. Inteligencia creativa, págs. 317-445.

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