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Victoria

588. Imita a la Virgen Santa: sólo el reconocimiento cabal de nuestra nada puede hacernos preciosos a los ojos del Creador.

589. Estoy persuadido de que Juan, el Apóstol joven, permanece al lado de Cristo en la Cruz, porque la Madre lo arrastra: tanto puede el Amor de Nuestra Señora!

590. No alcanzaremos jamás la auténtica alegría sobrenatural y humana, el "verdadero" buen humor, si no imitamos "de verdad" a Jesús; si no somos, como El, humildes.

591. Darse sinceramente a los demás es de tal eficacia, que Dios lo premia con una humildad llena de alegría.

592. La humillación, el anonadamiento, el esconderse y desaparecer, deben ser totales, absolutos.

593. Humildad sincera: ¿qué le podrá perturbar a quien tiene por deleite las injurias, pues sabe que no merece otro trato?

594. Jesús mío: lo mío es lo tuyo, porque lo tuyo es mío y lo mío lo abandono en Ti.

595. ¿Eres capaz de pasar por esas humillaciones, que te pide Dios, en cosas que no tienen importancia, que no obscurecen la verdad? —¿No?: entonces no amas la virtud de la humildad!

596. La soberbia entorpece la caridad. —Pide a diario al Señor —para ti y para todos¡la virtud de la humildad, porque con los años la soberbia aumenta, si no se corrige a tiempo.

597. ¿Puede darse algo más antipático que un niño haciéndose el hombre? ¿Qué simpatía delante de su Dios tendrá un pobre hombre —un niño—, haciéndose el grande, hinchado por la soberbia, convencido de su valor, confiando sólo en sí mismo?

598. Ciertamente tú puedes condenarte. Bien convencido estás, pues en tu corazón se encuentran gérmenes de todas las maldades.

—Pero si te haces niño delante de Dios, esta circunstancia te llevará a unirte a tu Padre—Dios y a tu Madre Santa María. Y San José y tu Angel no te desampararán, al verte niño.

—Ten fe, haz cuanto puedas, penitencia y Amor!, y lo que falte lo pondrán Ellos.

599. Cuánto cuesta vivir la humildad!, porque —afirma la sabiduría popular cristiana¡"la soberbia muere veinticuatro horas después de haber muerto la persona".

—Por lo tanto, cuando —en contra de lo que te dice quien ha recibido gracia especial de Dios, para orientar tu alma¡piensas que tú tienes razón, convéncete de que no "tienes razón ninguna".

600. Servir y dar formación a los niños; atender con cariño a los enfermos.

—Para hacerse entender de las almas sencillas, hay que humillar la inteligencia; para comprender a los pobres enfermos, hay que humillar el corazón. Y así, de rodillas el entendimiento y la carne, es fácil llegar a Jesús, por el camino seguro de la miseria humana, de la miseria propia, que lleva a anonadarse, para dejar a Dios que construya sobre nuestra nada.

601. Propósito: no habiendo verdadera necesidad, nunca hablaré de mis cosas personales.

602. Agradece a Jesús la seguridad que te da! Porque no es tozudez: es luz de Dios, que te hace encontrarte firme, como sobre roca, cuando otros, a quienes toca hacer un triste papel —siendo tan buenos—, parecen hundirse en la arena..., faltos del fundamento de la fe. *

—Pide al Señor que las exigencias de la virtud de la fe se cumplan en tu vida y en la de todos.

603. Si yo fuera de otro modo, si dominara más mi genio, si te fuera más fiel, Señor, de qué admirable manera ibas a ayudarnos!

604. Las ansias de reparación, que pone tu Padre Dios en tu alma, se verán satisfechas, si unes tu pobre expiación personal a los méritos infinitos de Jesús.

——Rectifica la intención, ama el dolor en El, con El y por El.

605. No sabes si has progresado, ni cuánto... —¿De qué te serviría ese cálculo?...

—Lo importante es que perseveres, que tu corazón arda en fuego, que veas más luz y más horizonte...: que te afanes por nuestras intenciones, que las presientas —aunque no las conozcas—, y que por todas reces.

606. Dile: no veo, Jesús, ni una flor lozana en mi jardín: todas tienen manchas..., parece que todas han perdido su color y su aroma. Pobre de mí! La boca en el estiércol, en el suelo: así. Este es mi lugar propio.

—De este modo —humillándote—, El vencerá en ti, y alcanzarás la victoria.

607. Te entendí bien, cuando concluías: decididamente casi no llego a borrico..., al borrico que fue el trono de Jesús para entrar en Jerusalén: me quedo formando parte del montoncillo vil de trapos sucios, que desprecia el trapero más pobre.

—Pero te comenté: sin embargo, el Señor te ha elegido y quiere que seas instrumento suyo. Por eso, el hecho —real¡de verte tan miserable, ha de convertirse en una razón más, para agradecer a Dios su llamada.

608. El canto humilde y gozoso de María, en el "Magnificat", nos recuerda la infinita generosidad del Señor con quienes se hacen como niños, con quienes se abajan y sinceramente se saben nada.

609. Es muy grato a Dios el reconocimiento a su bondad que supone recitar un "Te Deum" de acción de gracias, siempre que acontece un suceso algo extraordinario, sin dar peso a que sea —como lo llama el mundo¡favorable o adverso: porque viniendo de sus manos de Padre, aunque el golpe del cincel hiera la carne, es también una prueba de Amor, que quita nuestras aristas para acercarnos a la perfección.

610. Los hombres, cuando quieren realizar algún trabajo, procuran usar los medios apropiados.

—Si yo hubiera vivido hace siglos, hubiese empleado una pluma de ave para escribir; ahora utilizo una pluma estilográfica.

—Dios, en cambio, cuando desea llevar a cabo alguna obra, elige medios desproporcionados, para que se note ¡cuántas veces me lo habrás oído!¡que la obra es suya.

611. Dedicaremos todos los afanes de nuestra vida —grandes y pequeños¡a la honra de Dios Padre, de Dios Hijo, de Dios Espíritu Santo.

—Recuerdo con emoción el trabajo de aquellos universitarios brillantes —dos ingenieros y dos arquitectos—, ocupados gustosamente en la instalación material de una residencia de estudiantes. En cuanto colocaron el encerado en una clase, lo primero que escribieron los cuatro artistas fue: "Deo omnis gloria!" —toda la gloria para Dios.

—Ya sé que te encantó, Jesús.

612. En cualquier lugar donde te halles, acuérdate de que el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir, y convéncete de que quien quiera seguirle no ha de pretender otra línea de conducta.

613. Dios tiene sobre nosotros, hijos suyos, un derecho especial: el derecho a que correspondamos a su amor, a pesar de nuestros errores personales. —Este convencimiento, al mismo tiempo que nos impone una responsabilidad, de la que no podemos escapar, nos da seguridad plena: somos instrumentos en las manos de Dios, con los que El cuenta diariamente y, por eso, diariamente, nos esforzamos en servirle.

614. El Señor espera que los instrumentos hagan lo posible para estar bien dispuestos: y tú has de procurar que nunca falte esa buena disposición tuya.

615. Yo entiendo que cada Avemaría, cada saludo a la Virgen, es un nuevo latido de un corazón enamorado.

616. Nuestra vida —la de los cristianos¡ha de ser así de vulgar: procurar hacer bien, todos los días, las mismas cosas que tenemos obligación de vivir; realizar en el mundo nuestra misión divina, cumpliendo el pequeño deber de cada instante.

—Mejor: esforzándonos por cumplirlo, porque a veces no lo conseguiremos y, al venir la noche, en el examen, tendremos que decir al Señor: no te ofrezco virtudes; hoy sólo puedo ofrecerte defectos, pero —con tu gracia¡llegaré a llamarme vencedor.

617. Deseo de todo corazón que, por la misericordia de Dios, El —a pesar de tus pecados ( nunca más ofender a Jesús!)¡te haga "vivir habitualmente esa vida dichosa de amar su Voluntad".

618. En el servicio de Dios, no hay oficios de poca categoría: todos son de mucha importancia. —La categoría del oficio depende del nivel espiritual del que lo realiza.

619. ¿No te da alegría esa certeza, segura, de que Dios se interesa hasta de las más pequeñas cosas de sus criaturas?

620. Manifiéstale de nuevo que quieres eficazmente ser suyo: oh, Jesús, ayúdame, hazme tuyo de veras: que arda y me consuma, a fuerza de pequeñas cosas inadvertidas para todos.

621. Santo Rosario. —Los gozos, los dolores y las glorias de la vida de la Virgen tejen una corona de alabanzas, que repiten ininterrumpidamente los Angeles y los Santos del Cielo..., y quienes aman a nuestra Madre aquí en la tierra.

—Practica a diario esta devoción santa, y difúndela.

622. El bautismo nos hace "fideles" —fieles, palabra que, como aquella otra, "sancti" —santos, empleaban los primeros seguidores de Jesús para designarse entre sí, y que aún hoy se usa: se habla de los "fieles" de la Iglesia. ¡Piénsalo!

623. Dios no se deja ganar en generosidad, y ¡tenlo por bien cierto!¡concede la fidelidad a quien se le rinde.

624. Exígete sin miedo. En su vida escondida, muchas almas así lo hacen, para que sólo el Señor se luzca.

—Quisiera que tú y yo reaccionásemos como aquella persona —que deseaba ser muy de Dios¡en la fiesta de la Sagrada Familia, entonces celebrada en la infraoctava de Epifanía.

—"No me faltan crucecicas. Una de ayer —me costó, hasta llorar¡me ha traído a la consideración, en el día de hoy, que mi Padre y Señor San José y mi Madre Santa María no han querido dejar a su niño¨ sin regalo de Reyes. Y el regalo ha sido luz para conocer mi desagradecimiento con Jesús, por falta de correspondencia a la gracia, y el error enorme que supone en mí el oponerme, con mi conducta villana, a la Voluntad Santísima de Dios, que me quiere para instrumento suyo".

625. Cuando las santas mujeres llegaron al sepulcro, repararon en que la piedra estaba apartada.

—Esto pasa siempre!: cuando nos decidimos a hacer lo que debemos, las dificultades se superan fácilmente.

626. Convéncete de que, si no aprendes a obedecer, no serás eficaz.

627. Cuando recibas una orden, que nadie te gane en saber obedecer!, lo mismo si hace frío o calor, si estás con ánimos o cansado, si eres joven o no lo eres tanto.

—Una persona que "no sabe obedecer", no aprenderá nunca a mandar.

628. Torpeza insigne es que el Director se conforme con que un alma dé cuatro, cuando puede dar doce.

629. Tú has de obedecer —o has de mandar¡poniendo siempre mucho amor.

630. Querría —ayúdame con tu oración¡que, en la Iglesia Santa, todos nos sintiéramos miembros de un solo cuerpo, como nos pide el Apóstol; y que viviéramos a fondo, sin indiferencias, las alegrías, las tribulaciones, la expansión de nuestra Madre, una, santa, católica, apostólica, romana.

—Querría que viviésemos la identidad de unos con otros, y de todos con Cristo.

631. Persuádete, hijo, de que desunirse, en la Iglesia, es morir.

632. Pide a Dios que en la Iglesia Santa, nuestra Madre, los corazones de todos, como en la primitiva cristiandad, sean un mismo corazón, para que hasta el final de los siglos se cumplan de verdad las palabras de la Escritura: "multitudinis autem credentium erat cor unum et anima una" —la multitud de los fieles tenía un solo corazón y una sola alma.

—Te hablo muy seriamente: que por ti no se lesione esta unidad santa. Llévalo a tu oración!

633. La fidelidad al Romano Pontífice implica una obligación clara y determinada: la de conocer el pensamiento del Papa, manifestado en Encíclicas o en otros documentos, haciendo cuanto esté de nuestra parte para que todos los católicos atiendan al magisterio del Padre Santo, y acomoden a esas enseñanzas su actuación en la vida.

634. Encomiendo de todo corazón, a diario, que el Señor nos conceda el don de lenguas. Un don de lenguas, que no consiste en el conocimiento de varios idiomas, sino en saber adaptarse a la capacidad de los oyentes.

—No se trata de "hablar en necio al vulgo, para que entienda"; sino de hablar en sabio, en cristiano, pero de modo asequible a todos.

—Este don de lenguas es el que pido al Señor y a su Madre bendita para sus hijos.

635. La malicia de algunos y la ignorancia de muchos: he ahí el enemigo de Dios, de la Iglesia.

—Confundamos al malvado, iluminemos la inteligencia del ignorante... Con la ayuda de Dios, y con nuestro esfuerzo, salvaremos al mundo.

636. Hemos de procurar que, en todas las actividades intelectuales, haya personas rectas, de auténtica conciencia cristiana, de vida coherente, que empleen las armas de la ciencia en servicio de la humanidad y de la Iglesia.

—Porque nunca faltarán en el mundo, como ocurrió cuando Jesús vino a la tierra, nuevos Herodes que intenten aprovechar los conocimientos científicos, incluso falseándolos, para perseguir a Cristo y a los que son de Cristo.

—Qué gran labor tenemos por delante!

637. En tu trabajo de almas —trabajo de almas ha de ser tu ocupación entera—, llénate de fe, de esperanza, de amor, porque todas las dificultades se superan.

—Para confirmarnos en esta verdad, escribió el salmista: "et Tu, Domine, deridebis eos: ad nihilum deduces omnes gentes" —Tú, Señor, te burlarás de ellos: les reducirás a la nada.

—Estas palabras ratifican el "non praevalebunt" —no prevalecerán los enemigos de Dios: nada han de poder contra la Iglesia ni contra quienes —instrumentos de Dios¡sirven a la Iglesia.

638. Nuestra Santa Madre la Iglesia, en magnífica extensión de amor, va esparciendo la semilla del Evangelio por todo el mundo. Desde Roma a la periferia.

—Al colaborar tú en esa expansión, por el orbe entero, lleva la periferia al Papa, para que la tierra toda sea un solo rebaño y un solo Pastor: un solo apostolado!

639. "Regnare Christum volumus!" —queremos que Cristo reine. "Deo omnis gloria!" —para Dios toda la gloria.

—Este ideal de guerrear —y vencer¡con las armas de Cristo, solamente se hará realidad por la oración y el sacrificio, por la fe y el Amor.

—Pues..., a orar, y a creer, y a sufrir, y a Amar!

640. La labor de la Iglesia, cada día, es como un gran tejido, que ofrecemos al Señor, porque todos los bautizados somos Iglesia.

—Si cumplimos —fieles y entregados—, este gran tejido será hermoso y sin falla. —Pero, si uno suelta un hilo acá, otro allá, y otro por el otro lado..., en lugar de un hermoso tejido, tendremos un harapo hecho jirones.

641. ¿Por qué no te decides a hacer una corrección fraterna? —Se sufre al recibirla, porque cuesta humillarse, por lo menos al principio. Pero, hacerla, cuesta siempre. Bien lo saben todos.

—El ejercicio de la corrección fraterna es la mejor manera de ayudar, después de la oración y del buen ejemplo.

642. Por la confianza que El deposita en ti, al haberte traído a la Iglesia, has de tener la mesura, la serenidad, la fortaleza, la prudencia —humana y sobrenatural¡de persona madura que adquieren muchos a la vuelta de los años.

—No olvides que cristiano, como aprendimos en el Catecismo, significa hombre —mujer¡que tiene la fe de Jesucristo.

643. ¿Tú quieres ser fuerte? —Primero, date cuenta de que eres muy débil; y, luego, confía en Cristo, que es Padre y Hermano y Maestro, y que nos hace fuertes, entregándonos los medios para vencer: los sacramentos. Vívelos!

644. Te entendía bien cuando me confiabas: quiero embeberme en la liturgia de la Santa Misa.

645. Valor de la piedad en la Santa Liturgia!

—Nada me extrañó lo que, hace unos días, me comentaba una persona hablando de un sacerdote ejemplar, fallecido recientemente: qué santo era!

—¿Le trató Vd. mucho?, le pregunté.

646. Tú que te llamas cristiano, has de vivir la Sagrada Liturgia de la Iglesia, poniendo verdadero interés en orar y en mortificarte por los sacerdotes —especialmente por los nuevos sacerdotes—, en los días señalados para esta intención, y cuando sepas que reciben el Sacramento del Orden.

647. Ofrece la oración, la expiación y la acción por esta finalidad: "ut sint unum!" —para que todos los cristianos tengamos una misma voluntad, un mismo corazón, un mismo espíritu: para que "omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!" —que todos, bien unidos al Papa, vayamos a Jesús, por María.

648. Me preguntas, hijo mío, qué puedes hacer para que yo me quede muy contento de ti.

—Si el Señor está satisfecho de ti, también yo lo estoy. Y tú puedes saber si El está contento de ti, por la paz y por la alegría en tu corazón.

649. Característica evidente de un hombre de Dios, de una mujer de Dios, es la paz en su alma: tiene "la paz" y da "la paz" a las personas que trata.

650. Acostúmbrate a apedrear a esos pobres "odiadores", como respuesta a sus pedradas, con Avemarías.

651. No te preocupes si tu labor ahora parece estéril. Cuando la siembra es de santidad, no se pierde; otros recogerán el fruto.

652. Aunque consigas pocas luces en la oración, aunque te parezca premiosa, seca..., has de considerar, siempre con visión nueva y segura, la necesidad de la perseverancia en todos los detalles de tu vida de piedad.

653. Te crecías ante las dificultades del apostolado, orando así: "Señor, Tú eres el de siempre. Dame la fe de aquellos varones que supieron corresponder a tu gracia y que obraron —en tu Nombre¡grandes milagros, verdaderos prodigios..." —Y concluías: "sé que los harás; pero, también me consta que quieres que se te pidan, que quieres que te busquemos, que llamemos fuertemente a las puertas de tu Corazón".

—Al final, renovaste tu decisión de perseverar en la oración humilde y confiada.

654. Cuando te veas atribulado..., y también a la hora del triunfo, repite: Señor, no me sueltes, no me dejes, ayúdame como a una criatura inexperta, llévame siempre de tu mano!

655. "Aquae multae non potuerunt exstinguere caritatem!!" —la turbulencia de las aguas no pudo extinguir el fuego de la caridad. —Te ofrezco dos interpretaciones de estas palabras de la Escritura Santa. —Una, que la muchedumbre de tus pecados pasados —a ti, que estás bien arrepentido¡no te apartará del Amor de nuestro Dios; y otra, que las aguas de la incomprensión, de las contradicciones, que quizá padezcas, no deberán interrumpir tu labor apostólica.

656. Acabar!, acabar! —Hijo, "qui perseveraverit usque in finem, hic salvus erit" —se salvará el que persevere hasta el fin.

—Y los hijos de Dios disponemos de los medios, tú también!: cubriremos aguas, porque todo lo podemos en Aquél que nos conforta.

—Con el Señor no hay imposibles: se superan siempre.

657. A veces se presenta un porvenir inmediato lleno de preocupaciones, si perdemos la visión sobrenatural de los sucesos.

—Por lo tanto, hijo, fe entonces..., y más obras. Así es seguro que nuestro Padre—Dios seguirá dando solución a tus problemas.

658. La providencia ordinaria es un continuo milagro, pero... El pondrá medios extraordinarios, cuando sean precisos.

659. El optimismo cristiano no es un optimismo dulzón, ni tampoco una confianza humana en que todo saldrá bien.

—Es un optimismo que hunde sus raíces en la conciencia de la libertad y en la seguridad del poder de la gracia; un optimismo que lleva a exigirnos a nosotros mismos, a esforzarnos por corresponder en cada instante a las llamadas de Dios.

660. El día del triunfo del Señor, de su Resurrección es definitivo. ¿Dónde están los soldados que había puesto la autoridad? ¿Dónde están los sellos, que habían colocado sobre la piedra del sepulcro? ¿Dónde están los que condenaron al Maestro? ¿Dónde están los que crucificaron a Jesús?... Ante su victoria, se produce la gran huida de los pobres miserables.

—Llénate de esperanza: Jesucristo vence siempre.

661. Si buscas a María, encontrarás "necesariamente" a Jesús, y aprenderás —siempre con mayor profundidad¡lo que hay en el Corazón de Dios.

662. Cuando te dispongas a hacer una labor de apostolado, aplícate lo que decía un hombre que buscaba a Dios: "Hoy comienzo a predicar una tanda de ejercicios para sacerdotes. Ojalá saquemos mucho fruto: el primero, yo!"

—Y más tarde: "llevo varios días de ejercicios. Los ejercitantes son ciento veinte. Espero que el Señor haga buena labor en nuestras almas".

663. Hijo, vale la pena que seas humilde, obediente, leal, que te empapes del espíritu de Dios, para llevarlo —desde el puesto que ocupas, desde tu lugar de trabajo¡a todas las gentes que pueblan el mundo!

664. En la guerra, de poco serviría el valor de los soldados que se enfrentan con el enemigo, si no hubiera otras gentes que sin tomar, al parecer, parte en la pelea, proporcionan municiones y alimentos y medicinas a los guerreros...

—Sin la oración y sin el sacrificio de tantas almas, no habrá verdadero apostolado de acción.

665. Poder de hacer milagros!: a cuántas almas muertas, y hasta podridas, resucitarás, si permites a Cristo que actúe en ti.

—En aquellos tiempos, narran los Evangelios, pasaba el Señor, y ellos, los enfermos, le llamaban y le buscaban. También ahora pasa Cristo con tu vida cristiana y, si le secundas, cuántos le conocerán, le llamarán, le pedirán ayuda y se les abrirán los ojos a las luces maravillosas de la gracia.

666. Te empeñas en ir a tu aire, y tu labor resulta estéril.

—Obedece, sé dócil: pues lo mismo que es de necesidad poner cada rueda de una máquina en su lugar (de lo contrario, se para, o se deforman las piezas; y, sin duda, no produce o su rendimiento es muy escaso), así también un hombre o una mujer, sacados de su campo de acción, más bien serán un estorbo que un instrumento de apostolado.

667. El apóstol no tiene otro fin que dejar obrar al Señor, hacerse disponible.

668. También los primeros Doce eran extranjeros en las tierras que evangelizaban, y tropezaban con gentes que construían el mundo sobre bases diametralmente opuestas a la doctrina de Cristo.

—Mira: por encima de esas circunstancias adversas, se sabían depositarios del mensaje divino de la Redención. Y clama el Apóstol: " desventurado de mí si no lo predicare!"

669. La eficacia corredentora, eterna!, de nuestras vidas, sólo puede actuarse con la humildad, desapareciendo, para que los demás descubran al Señor.

670. Los hijos de Dios han de ser, en su acción apostólica, como esas potentes instalaciones eléctricas: llenarán de luz el mundo, sin que se vea el foco.

671. Dice Jesús: "quien a vosotros oye a mí me oye".

—¿Crees todavía que son tus palabras las que convencen a los hombres?... Además, no olvides que el Espíritu Santo puede valerse para sus planes del instrumento más inepto.

672. Qué admirablemente se acomodan a los hijos de Dios estas palabras de San Ambrosio! Habla del borrico atado con el asna, que necesitaba Jesús, para su triunfo, y comenta: "sólo una orden del Señor podía desatarlo. Lo soltaron las manos de los Apóstoles. Para un hecho semejante, se requieren un modo de vivir y una gracia especial. Sé tú

—también apóstol, para poder librar a los que están cautivos".

—Déjame que te glose de nuevo este texto: cuántas veces, por mandato de Jesús, habremos de soltar las ligaduras de las almas, porque El las necesitará para su triunfo! Que sean de apóstol nuestras manos, y nuestras acciones, y nuestra vida... Entonces Dios nos dará también gracia de apóstol, para romper los hierros de los encadenados.

673. No podemos atribuirnos nunca el poder de Jesús, que pasa entre nosotros. El Señor pasa, y transforma las almas, cuando nos ponemos todos junto a El, con un solo corazón, con un solo sentir, con un solo deseo de ser buenos cristianos; pero es El, no tú, ni yo. Es Cristo que pasa! —Y además, se queda en nuestros corazones ¡en el tuyo y en el mío!—, y en nuestros sagrarios.

—Es Jesús que pasa, y Jesús que se queda. Permanece en ti, en cada uno de vosotros y en mí.

674. El Señor ha querido hacernos corredentores con El.

—Por eso, para ayudarnos a comprender esta maravilla, mueve a los evangelistas a relatar tantos grandes prodigios. El podía sacar el pan de donde le pareciera..., pues, no! Busca la cooperación humana: necesita de un niño, de un muchacho, de unos trozos de pan y de unos peces.

—Le hacemos falta tú y yo, y es Dios! —Esto nos ha de urgir a ser generosos, en nuestra correspondencia a sus gracias.

675. Si le ayudas, aunque sea con una nadería, como hicieron los Apóstoles, El está dispuesto a obrar milagros, a multiplicar los panes, a cambiar las voluntades, a dar luz a las inteligencias más oscuras, a hacer —con una gracia extraordinaria¡que sean capaces de rectitud los que nunca lo han sido.

—Todo esto... y más, si le ayudas con lo que tengas.

676. Jesús ha muerto. Es un cadáver. Aquellas mujeres santas no esperaban nada. Habían visto cómo le habían maltratado y cómo le habían crucificado: qué presente tenían la violencia de aquella Pasión sufrida!

—Sabían también que los soldados vigilaban el lugar, sabían que el sepulcro estaba completamente cerrado: ¿quién nos quitará la piedra de la entrada?, se preguntaban, porque era una losa enorme. Sin embargo..., a pesar de todo, ellas acuden a estar con El.

—Mira, las dificultades —grandes y pequeñas¡se ven enseguida..., pero, si hay amor, no se repara en esos obstáculos, y se procede con audacia, con decisión, con valentía: ¿no has de confesar que sientes verguenza al contemplar el empuje, la intrepidez y la valentía de estas mujeres?

677. María, tu Madre, te llevará al Amor de Jesús. Y ahí estarás "cum gaudio et pace", con alegría y paz, siempre "llevado" —porque solo te caerías y te llenarías de fango—, camino adelante, para creer, para amar y para sufrir. LABOR

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