conoZe.com » Historia de la Iglesia » Padres de la Iglesia » Patrología (I): Hasta el Concilio de Nicea » I: Literatura antenicena anterior a Ireneo » 6. Los Apologistas Griegos » San Justino

Escritos

Justino fue un escritor fecundo. Pero solamente tres de sus obras, ya conocidas por Eusebio (Hist. eccl. 4,18), han llegado hasta nosotros. Están contenidas en un único manuscrito de mediocre calidad, copiado en 1364 (París, n.450). Son sus dos Apologías contra los paganos y su Diálogo contra el judío Trifón. El estilo de estas obras dista mucho de ser agradable. Como no estaba acostumbrado a seguir un plan bien definido, Justino se deja llevar de la inspiración del momento. Las digresiones son frecuentes, su pensamiento es desarticulado, y tiene una debilidad por frases largas que se arrastran. Su forma de expresión está desprovista de fuerza y son raros los momentos en que llega a la elocuencia o a la vehemencia. Con todo, a pesar de estos defectos, sus escritos ejercen una atracción irresistible. Nos revelan un carácter sincero y recto, que trata de llegar a un acuerdo con el adversario. Justino estaba convencido de que "todo el que, pudiendo decir la verdad, no la dice, será juzgado por Dios" (Dial. 82,3). Es el primer escritor eclesiástico que intenta crear un nexo entre el cristianismo y la filosofía pagana.

I. Las Apologías de San Justino.

Los escritos más importantes de Justino son sus apologías. Hablando de ellas, comenta Eusebio (Hist. eccl. 4,18):

Justino nos ha dejado muchas obras, testimonio de una inteligencia culta y entregada al estudio de las cosas divinas, llenas de toda utilidad. A ellas remitiremos a los amigos de saber, después de haber citado útilmente las que han venido a nuestro conocimiento. En primer lugar tiene un discurso dirigido a Antonino, por sobrenombre Pío, a los hijos de éste y al Senado romano en favor de nuestros dogmas, y luego otro, que contiene una segunda apología de nuestra fe, dirigido al que fue sucesor del citado emperador y lleva su mismo nombre, Antonino Vero (BAC 116,161).

Tenemos, efectivamente, dos apologías de Justino. En el manuscrito, la más larga de las dos, que tiene sesenta y ocho capítulos, va dirigida a Antonino Pío: la más corta, de quince capítulos, al Senado romano. Pero E. Schwartz considera la última como la conclusión de la primera. El hecho de que Eusebio hable de dos apologías fue probablemente causa de que la obra se dividiera en dos en el manuscrito y se colocara la conclusión al principio como un escrito independiente. En la actualidad, la mayor parte de los eruditos están de acuerdo en considerar la segunda apología como un apéndice o adición de la primera. La ocasión hay que buscarla probablemente en los incidentes que ocurrieron siendo prefecto Urbico; Justino empieza la segunda apología narrando estos hechos. Ambas obras van dirigidas al emperador Antonino Pío (138-161). San Justino las debió de componer entre los años 148 a 161, puesto que observa (Apol. I 46): "Cristo nació hace sólo ciento cincuenta años, bajo Quirinio." Los escribió en Roma.

1. La primera apología.

A) En la introducción (c.1-3) Justino pide al emperador, en nombre de los cristianos, que tome el caso personalmente en sus manos y que se forme su propio juicio, sin dejarse influenciar por los prejuicios o el odio del pueblo.

B) La parte principal comprende dos secciones.

I. La primera sección (c.4-12) condena la actitud oficial respecto de los cristianos. En ella el autor critica el procedimiento judicial seguido regularmente por el gobierno contra sus correligionarios y las falsas acusaciones lanzadas contra ellos. Protesta contra la absurda actuación de las autoridades, que castigan el simple hecho de reconocerse uno cristiano; el nombre "cristiano," lo mismo que el de "filósofo," no prueba ni la culpa ni la inocencia de una persona. Únicamente se puede imponer castigos por crímenes de los que el acusado sea convicto, mas los crímenes de que se acusa a los cristianos son puras calumnias. No son ateos. Si se niegan a adorar a los dioses, es porque creen que venerar tales divinidades es cosa ridícula. Sus ideas escatológicas y su miedo a los castigos eternos les impiden obrar el mal y hacen de ellos el mejor sostén del gobierno.

II. La segunda parte (c.13-67) viene a ser una justificación de la religión cristiana. Describe en forma detallada principalmente su doctrina, su culto, su fundamento histórico y las razones que hay para abrazarla.

1. La doctrina dogmática y moral de los cristianos

Se puede probar por las divinas profecías que Jesucristo es el Hijo de Dios y el fundador de la religión cristiana. La fundó por voluntad de Dios con el fin de transformar y restaurar la humanidad. Los demonios imitaron y remedaron las profecías del Antiguo Testamento en los ritos de los misterios paganos. A esto se deben las frecuentes semejanzas y puntos de contacto que hay entre la religión cristiana y las formas paganas de culto. También los filósofos, como Platón, hicieron suyas muchas cosas del Antiguo Testamento. No es, pues, de extrañar que se descubran ideas cristianas en el platonismo.

2. El culto cristiano.

El autor hace luego una descripción del sacramento del bautismo, de la liturgia eucarística y de la vida social de los cristianos.

C) La conclusión (c.68) es una severa amonestación al emperador. Al final de la primera apología se añade copia del rescripto que hacia el año 125 envió el emperador Adriano al procónsul de Asia, Minucio Fundano. Este documento es de suma importancia para la historia de la Iglesia. Promulga cuatro normas para un procedimiento judicial más justo y correcto en las causas contra los cristianos:

1. Los cristianos deben ser juzgados por medio de un procedimiento regular ante un tribunal criminal.

2. Únicamente se les puede condenar si hay pruebas de que el acusado ha transgredido las leyes romanas.

3. El castigo debe ser proporcionado a la naturaleza y calidad de los crímenes.

4. Toda falsa acusación debe ser castigada con severidad.

Según Eusebio (Hist. eccl. 4,8,8), el mismo Justino incorporó este documento, en su texto latino original, a su apología. Eusebio lo tradujo al griego y lo incluyó en su Historia eclesiástica (4,9).

2. La segunda apología.

Este escrito empieza con la narración de un incidente reciente. El prefecto de Roma, Urbico, hizo decapitar a tres cristianos por el único crimen de haber confesado su fe. Justino apela directamente a la opinión pública de Roma, protestando de nuevo contra estas crueldades sin justificación posible y refutando varias críticas. Contesta, por ejemplo, al sarcasmo de los paganos que se preguntaban por qué no permiten los cristianos el suicidio a fin de poder reunirse más pronto con su Dios. Dice Justino: "Con lo que también nosotros, de hacer eso, obraríamos de modo contrario al designio de Dios. En cuanto a no negar al ser interrogados, ello se debe a que nosotros no tenemos conciencia de cometer mal alguno y consideramos, por el contrario, como una impiedad no ser en todo veraces" (Apol. 2,4). Las persecuciones contra los cristianos se deben a la instigación de los demonios, que odian la verdad y la virtud. Estos mismos enemigos molestaron ya a los justos del Antiguo Testamento y del mundo pagano. Pero no tendrían poder alguno sobre los cristianos si Dios no quisiera conducir a sus seguidores, a través de tribulaciones y sufrimientos, a la virtud y al premio; a través de la muerte y de la destrucción, a la vida y felicidad eternas. Al mismo tiempo, las persecuciones dan a los cristianos la oportunidad de demostrar de manera impresionante la superioridad de su religión sobre el paganismo. Finalmente, pide también al emperador que, al juzgar a los cristianos, se deje guiar solamente por la justicia, la piedad y el amor a la verdad.

II. El "Diálogo Con Trifón".

El Diálogo con Trifón es la másantigua apología cristiana contra los judíos que se conserva. Por desgracia, no poseemos su texto completo. Se han perdido la introducción y gran parte del capítulo 74. El Diálogo debe de ser posterior a las apologías, porque en el capítulo 120 se hace una referencia a la primera de ellas. Se trata de una disputa de dos días con un sabio judío, verosímilmente el mismo rabino Tarfón mencionado en la Mishna. Según Eusebio (Hist. eccl. 4,18,6), el escenario de estas conversaciones fue Efeso. San Justino dedicó la obra a un tal Marco Pompeyo. El Diálogo es de considerable extensión, pues consta de 142 capítulos. En la introducción (c.2-8) narra Justino detenidamente su formación intelectual y su conversión. La primera parte del cuerpo principal de la otra (c.9-47) explica el concepto que tienen los cristianos del Antiguo Testamento. La ley mosaica tuvo validez sólo por cierto tiempo. El cristianismo es la Ley nueva y eterna para toda la humanidad. La segunda parte (c.48-103) justifica la adoración de Cristo como Dios. La tercera (c.109-142) prueba que las naciones que creen en Cristo y siguen su ley representan al nuevo Israel y al verdadero pueblo escogido de Dios.

El método apologético del Dialogo difiere del de las apologías, porque se dirigía a una clase totalmente diferente de lectores. En su Diálogo con el judío Tritón, San Justino da mucha importancia al Antiguo Testamento y cita a los profetas para probar que la verdad cristiana existía aun antes de Cristo. Un examen cuidadoso de las citas del Antiguo Testamento nos revela que Justino da preferencia a aquellos pasajes que hablan del repudio de Israel y de la elección de los gentiles. Es evidente que el Diálogo no es, ni mucho menos, la reproducción exacta de una discusión real recogida estenográficamente. Por otro lado, su forma dialogada tampoco es una mera ficción literaria. Seguramente hubo verdaderas conversaciones y disputas que precedieron a la composición de la obra. Es posible que estos intercambios se dieran en Efeso durante la guerra de Bar Kochba, mencionada en los capítulos 1 y 9.

III. Obras Perdidas.

A más de las Apólogas y del Diálogo, Justino compuso otras muchas obras, que se han perdido. No quedan más que los títulos o pequeños fragmentos. El mismo Justino menciona una de estas obras; San Ireneo da una cita de otra; Eusebio enumera una larga lista. Autores más recientes citan todavía otras obras. En total conocemos, al presente, las obras siguientes:

A) Liber contra omnes haereses, mencionado por el mismo Justino (cf. Apol. 1,26).

B) Contra Marción, utilizado por Ireneo (Adv. haer. 4, 6.2) y mencionado también por Eusebio (Hist. eccl. 4.11,8s).

C) Discurso contra los griegos, en el cual, según Eusebio (4·,18,3), "después de largos y extensos argumentos sobre diversas cuestiones de interés para los cristianos y para los filósofos, San Justino diserta sobre la naturaleza de los demonios."

D) Una Refutación, otro tratado dirigido a los griegos, según Eusebio (4,184).

E) Sobre la soberanía de Dios, "que compuso no solamente a base de nuestras propias escrituras, sino también de los libros de los griegos" (ibid.)

F) Sobre el alma. Eusebio (4,18,5) describe así su contenido: "Propone varias cuestiones relativas al problema discutido y trae a colación las opiniones de los filósofos griegos; promete refutarlas y dar su propia opinión en otro libro."

G) Salterio.

H) En los Sacra Parallela de San Juan Damasceno se conservan tres fragmentos de su obra Sobre la resurrección. Se duda de su autenticidad.

Mientras todos estos escritos se han perdido, los manuscritos contienen cierto número de obras pseudo-justinianas. Es curioso que tres ostenten títulos semejantes a los de obras auténticas que se perdieron.

a) La Cohortatio ad Graecos, en forma de discurso, trata de convencer a los griegos sobre cuál es la verdadera religión. Las ideas de los poetas griegos acerca de los dioses no pueden admitirse; las doctrinas de los filósofos relativas a los problemas religiosos están llenas de contradicciones. La verdad se encuentra en Moisés y en los profetas, que son anteriores a los filósofos griegos. Sin embargo, incluso en los poetas y filósofos griegos se hallan vestigios del verdadero conocimiento de Dios. Pero lo poco bueno que hay en ellos lo recibieron de los libros de los judíos. El autor de la Cohortatio difiere notablemente de Justino en su actitud respecto a la filosofía griega. Esta sola razón bastaría para no atribuirla a Justino. Pero es que, además, el autor de la Cohortatio tiene un estilo muy superior y vocabulario mucho más selecto que Justino. Todo lo cual constituye una prueba suficiente contra la autenticidad del tratado. Probablemente la Cohortatio data del siglo III; tiene treinta y ocho capítulos, y es el más largo de los escritos falsamente atribuidos a San Justino.

b) La Oratio ad Graecos es mucho más breve, pues tiene solamente cinco capítulos. De estilo animado y enérgico, de forma condensada y composición atrayente, es más que la justificación personal de un griego convertido, más que una Apologia pro vita sua. El autor ataca la inmoralidad de los dioses tal como la describen Hornero y Hesíodo. Concluye con una invitación entusiasta a convertirse al cristianismo. El estilo retórico y el perfecto conocimiento de la mitología griega excluyen la paternidad de Justino. La Oratio es probablemente de la primera mitad del siglo III. Han llegado hasta nosotros dos recensiones; la más breve, en griego. De la más extensa, compilada un tal Ambrosio, tenemos solamente la versión siríaca.

c) De monarchia (seis capítulos) es un tratado que prueba el monoteísmo con citas de los más famosos poetas griegos. La diferencia de estilo prueba que su autor no es Justino. Además, la descripción que nos ofrece Eusebio de la obra auténtica De monarchia no coincide con el contenido de este tratado.

Además de estos tres escritos, existen otros que los manuscritos atribuyen a Justino. Cuatro de ellos son de un estilo y doctrina teológica tan semejantes que deben de ser obra de un mismo autor, que parece haber vivido hacia el 400 y haber estado relacionado con Siria. Estos cuatro tratados son:

a) Quaestiones et responsiones ad orthodoxos, obra que contiene ciento sesenta y una preguntas y respuestas sobre problemas históricos, dogmáticos, éticos y exegéticos.

b) Quaestiones christianorum ad gentiles. Los cristianos proponen a los paganos cinco cuestiones teológicas, a las que éstos responden. Pero las respuestas son rechazadas por estar llenas de contradicciones.

c) Quaestiones graecorum ad christianos. Este tratado contiene quince preguntas de los paganos y otras tantas respuestas de los cristianos sobre la esencia de Dios, la resurrección de los muertos y otros dogmas cristianos.

d) Confutatio dogmatum quorumdam Aristotelicorum, una refutación en sesenta y cinco párrafos de las doctrinas de Aristóteles sobre Dios y el universo.

Hasta el presente ha sido imposible dar con el verdadero autor de estos escritos. A. Harnack los atribuyó a Diodoro de Tarso. Otros han pensado en Teodoreto de Ciro, a quien un manuscrito de Constantinopla atribuye el Quaestiones et responsiones ad orthodoxos. Pero no hay suficiente base en ninguna de las dos atribuciones.

Aparte de estos cuatro, los manuscritos atribuyen a Justino los siguientes opúsculos:

a) Expositio fidei seu de Trinitate, una explicación de la doctrina de la Trinidad. Se ha probado que el autor de este texto es Teodoreto de Ciro. Esta atribución la había formulado ya Severo de Antioquía en su Contra impium grammaticum (3,1,5).

b) Epistola ad Zenam et Serenum, una guía detallada de la conducta ascética del cristiano, con instrucciones sobre las virtudes de mansedumbre y serenidad que recuerdan las doctrinas éticas de la filosofía estoica. P. Batiffol cree que su autor es Sisinio de Constantinopla y que hay que fecharla hacia el 400.

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