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El debate del miedo en el mundo islámico

Puede que, pasados unos días, se calmen las manifestaciones callejeras de grupos de musulmanes como señal de protesta por las alusiones del Papa a la violencia ejercida en nombre de la religión, una vez leído el texto y entendido el contexto de su conferencia en la Universidad de Ratisbona sobre fe y razón. Pero puede también que los llamamientos a la calma de algunos dirigentes musulmanes y las propias explicaciones del Vaticano, exacerben aún más los ánimos de los movimientos más integristas que pululan por el mundo islámico y cuya sensibilidad está a flor de piel a partir de los equívocos suscitados por la "guerra global contra el terrorismo" que, con frecuencia, ha inducido a confundir el Islam con una religión agresiva e intolerante.

Pero, en cualquier caso, las palabras sabias -aunque algunos las consideren incorrectas políticamente- de Benedicto XVI como intelectual, teólogo y Papa, pueden tener la virtud de profundizar el debate que, desde hace siglos, divide en el heterogéneo mundo islámico a los intérpretes radicales y moderados de su religión. Porque nos enfrentamos al mismo problema de interpretación o de exégesis del Corán que dio lugar a las cuatro corrientes jurídicas más conocidas y consideradas ortodoxas a pesar de sus contradicciones, la hanafía, la malikía, la chafaía y la hanbalía, según se aplique la razón, la costumbre, la deducción analógica o la literalidad estricta de la palabra escrita en oposición a cualquier innovación. Pero, por encima de estas escuelas de Derecho islámico e incluso de sus cismas, lo que late hoy en la "umma" o comunidad musulmana, es el abierto desafío de los movimientos político-religiosos más integristas, inspirados en la muy vigente doctrina de los "Hermanos Musulmanes" de la época fundacional, a lo que podríamos llamar el Islam moderado del común de los fieles, es decir, un Islam tolerante, abierto al diálogo con la modernidad y protegido por las autoridades religiosas "oficiales" en la medida que están al servicio de cada uno de los Estados nacionales.

En una apretada síntesis de esta compleja crisis de identidad interna, que ha dado origen a una extensa bibliografía en todo el mundo, podríamos decir que el integrismo islámico, definido como la ciega fidelidad al valor considerado invariable de la "sharía", se opone radicalmente a las innovaciones legislativas de los gobiernos de países islámicos que anteponen la voluntad de los hombres -ya sea expresada democráticamente, ya mediante la imposición dictatorial- a la voluntad divina. Estos gobiernos que supuestamente marginan las leyes islámicas, -es decir, las que prescriben la lapidación de las adúlteras o la ley del talión- son considerados "infieles" por los integristas. De ahí que la máxima aspiración de estos últimos sea la proclamación del Estado islámico a semejanza del que impuso el mismo Mahoma en Medina durante su etapa de legislador y caudillo. Pues bien: en este contexto se inscribe en nuestros días la moderna "yihad" proclamada por los más diversos movimientos para devolver a la "umma" a los tiempos ideales del Profeta -tal y como intentaron hacer los "talibanes" durante el tiempo que gobernaron Afganistán- y proclamar un nuevo califato para el cual, por cierto, existen numerosos candidatos, desde el iraní Jameneí, Wali-el-faquih o Guía de los creyentes chiitas, al jeque Omar protegido por Osama Ben Laden... Ni que decir tiene que en este choque identitario figuran en el lado de los "apóstatas" desde el rey de Arabia Saudita a los emires del Golfo pasando por todos los gobernantes que no aplican al pie de la letra la "sharia" en sus respectivos países, es decir, prácticamente todos menos Irán, modelo de revolución islámica, claro está.

Lo grave de esta situación de cuasi guerra civil islámica, que tiene su más dolorosa expresión en la situación que padece Iraq, es que la tantas veces proclamada "yihad" contra los apostatas islámicos, afecta colateralmente a todo el mundo occidental, al que se pretende islamizar, de acuerdo con el supuesto mandato divino contenido en el Corán. Al llegar aquí, conviene aclarar qué significa exactamente esta "yihad" criticada por el Papa en la Universidad Ratisbona como instrumento de violencia para imponer la religión musulmana y que nada tiene que ver con la otra "yihad grande" o el esfuerzo de vida interior que todo buen musulmán debe realizar para ser cada vez más piadoso.

El origen de la yihad en su máxima expresión de "guerra santa", según la interpretación que le da uno de los más influyentes ideólogos de los Hermanos Musulmanes, Said Qobt, está en el mandato que recibió el profeta Mahoma de extender la revelación recibida a su familia, a su tribu, a los árabes de su entorno, a los demás árabes y, por último, a toda la humanidad. Mahoma se encontró con tres tipos de impíos: a los que se puede conceder una tregua, a los que se debe combatir sin contemplaciones y los que deben pagar el impuesto (es decir, judíos y cristianos) a menos que se conviertan. El objetivo último, según esta interpretación, es someter el mundo entero al Islam. Una voluntad que, conviene insistir, puede interpretar cada musulmán libremente según su cultura, su fanatismo y, sobre todo, su interés personal. Pero veamos lo que dice el Corán sobre la "yihad":(Azora 2 -"La Vaca"- , aleyas 190 a 195, que llevan por título "En defensa propia"): "Combatid por Dios a quienes combatan contra vosotros, pero no seáis vosotros los agresores. Dios no ama a los agresores. Matadles donde los halléis y expulsadles de donde os hayan expulsado. La tentación es peor que el homicidio. No combatáis contra ellos junto a la Mezquita Sagrada, a no ser que os ataquen allí. Así que, si combaten contra vosotros, matadles: esa es la retribución de los infieles. Pero si cesan, Dios es indulgente, misericordioso. Combatid contra ellos hasta que dejen de induciros a apostatar y se rinda culto a Dios. Si cesan, no haya más hostilidades contra los impíos. El mes sagrado es para el mes sagrado. Las cosas sagradas caen bajo la ley del talión. Si alguien os agrediera, agredidle en la medida que os agredió. Temed a Dios y sabed que Él está con lo que le temen". En la Azora 9, aleya 121 se añade: "iCreyentes! Combatid contra los infieles que tengáis cerca! iQue os encuentren duros! iSabed que Dios está con los que le temen!"

En estos textos, lo mismo puede entenderse que Dios no ama a los agresores -es decir, lo que el Papa dijo expresamente en Ratisbona- o que su voluntad es la de matar a los infieles allí donde se encuentren así como la de expulsarlos de donde -los musulmanes- hayan sido expulsados (caso de España, por cierto...), que es como la entienden los seguidores de Osama Ben Laden... También se encuentran ahí buena parte de las dificultades que, a lo largo de los tiempos, han existido a propósito del diálogo islamo-cristiano. Para el P. Samir Jalil Samir, uno de los más destacados expertos cristianos en asuntos islámicos, estas dificultades son específicamente problemas de libertad religiosa: La tentación del Islam de ser omnicomprensivo (religión-sociedad-política) y de marginar social y políticamente a las minorías (cristianas y no cristianas) y el rechazo al respeto de la libertad de conciencia, negando al musulmán la posibilidad de cambiar de religión.

Aquí entra el recuerdo que Benedicto XVI ha hecho en Ratisbona de la histórica controversia entre emperador bizantino Manuel II el Paleólogo y un sabio persa, en el siglo XIV. Lo que ocurrió en aquella memorable ocasión, registrada como un clásico en los anales del diálogo entre el Islam y la Cristiandad, fue lo siguiente: El sabio persa expuso al emperador el esquema clásico en el que se basan los musulmanes para proclamar la superioridad de su religión sobre las otras dos: Dios envió a Moisés para que le revelara a su pueblo la Ley, pero los judíos fueron infieles a Moisés; luego envió a otros profetas y, después, a Jesús, el cual derogó la ley mosaica para dar a su pueblo el Evangelio, pero los cristianos no fueron fieles a Jesús al añadir a su mensaje el concepto de la Trinidad y otros elementos ajenos; finalmente, Dios envió a su último mensajero, Mahoma, que dio a su pueblo el Corán, ley que derogó todas las anteriores... Por su parte, el emperador bizantino preguntó al sabio persa cual era, en realidad, la novedad que había aportado el Corán y añadió: "La única novedad es el permiso de utilizar la espada para extender su propia ley". Dicho lo cual, el emperador Manuel se dedicó a enseñar al sabio persa por que es absurdo utilizar la violencia para difundir la fe ya que la violencia es contraria a la naturaleza de Dios y del alma humana: Dios -como dice el propio Corán- no ama a los agresores, la sangre, por lo cual actuar de esta manera es irracional y contraria a la naturaleza de Dios".

Como erudito teólogo, Benedicto XVI acudió a esta cita académica con una idea bien clara: la de ilustrar a su audiencia de intelectuales alemanes la contradicción existente entre la naturaleza divina y la violencia que, a su vez, es uno de los aspectos más dolorosos de la actualidad protagonizada por el terrorismo islamista. Y quienes tratan de establecer una comparación negativa con su antecesor en la cátedra de San Pedro, olvidan no solo que Ratzinger fue uno de sus más íntimos colaboradores sino que el propio Juan Pablo II, en uno de sus memorables discursos ante los miembros del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, condenó sin ambages la violencia y el terrorismo como "falsa religión", subrayando que los auténticos creyentes saben bien que, "lejos de hacer el mal, están obligados a hacer el bien, a trabajar para aliviar el sufrimiento humano, a edificar juntos un mundo justo y armonioso"... Y bien pueden añadirse a este propósito las declaraciones que, poco antes de tomar posesión del trono saudita, hizo el actual el rey Adellah para condenar sin paliativos el terrorismo practicado por los islamistas que, a su juicio, constituía el mayor atentado contra los cimientos del Islam. En igual sentido se ha pronunciado la Organización de la Conferencia Islámica y, en general, la inmensa mayoría de los gobernantes islámicos cuyos países, junto a otros occidentales, han sido escenario de atentados terroristas, cometidos lo mismo contra musulmanes que contra turistas extranjeros. Otra cosa es la ambigüedad interesada que mantienen estos mismos dirigentes a propósito de la "resistencia" palestina o iraquí a la ocupación extranjera y que no se atreven a calificar de terrorismo para no enfrentarse abiertamente con sus súbditos...

Cuando los ánimos de los que ahora protestan se apacigüen, es de esperar que la alusión de Benedicto XVI a la irracionalidad de una "yihad" contraria a la esencia tolerante del Corán -citada por el mismo Papa al subrayar lo que se dice en el Libro: que la religión no se impone- sea acogida por los piadosos musulmanes como una audaz e incluso oportuna aportación al debate interno que desgarra a buena parte del mundo islámico, confrontado por dos miedos: el miedo del integrismo a la oleada laicista del mundo occidental, que abandona a Dios, y el miedo de los moderados a una reislamización a ultranza que acabe con todo atisbo de libertad y haga inevitable el choque con Occidente.

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