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El cristianismo y las fuentes morales

Aunque se aplica un doble rasero a las guerras del mundo (comparemos la atención a Irak con Chechenia) nuestra sociedad asume altas exigencias de justicia.

Lo que llama la atención del movimiento antiguerra de Irak es la capacidad que tuvo para movilizar a tanta gente tan distinta. Es una situación extraordinaria pero no insólita. La cruzada para la abolición de la esclavitud en el mundo anglosajón del siglo XIX encaja en el mismo patrón.

Aquellos y estos movimientos expresan el imperativo moral que sentimos en términos de benevolencia y justicia universales: Estamos delante de una manifestación de la conciencia moral de nuestro tiempo. Ello no quita que nos escandalicemos con razón del doble rasero que la sociedad y los medios de comunicación aplican a los grandes dramas humanos. El silencio sobre el genocidio en Chechenia es un modestísimo ejemplo de ello; como lo es la sensibilidad ante la masacre bosnia y la ignorancia supina de dos décadas de exterminio de los cristianos de Sudán. Doble rasero, por tanto, e influencia decisiva de los grupos de presión en muchos casos; manipulación de la buena conciencia, incluso.

Pero estos serios inconvenientes nunca deben servir para justificar la atrocidad de turno. La asimetría no desvirtúa la importancia del hecho al que dedicamos atención (ni niega la trascendencia de lo que es ocultado), simplemente nos advierte sobre la ingenuidad ciega, y sobretodo, nos dice que nuestra civilización ha asumido muy altas exigencias de justicia y benevolencia, tan altas que pueden resultar imposibles de cumplir a causa de nuestros propios vicios y defectos: Nuestras simpatías están sesgadas (¿cuánto de antiamericanismo hubo en la oposición a la guerrade Irak?), el interés por nosotros mismos y nuestro grupo se impone a todo lo demás, afirmamos nuestra identidad sobre todo contra el otro, y así sucesivamente. Todo esto casa mal con el designio de justicia y benevolencia que sinceramente nos mueve.

Por eso Charles Taylor se pregunta: ¿Qué nos puede capacitar para superar los límites que observamos en nuestra acción moral?, y contesta: La respuesta resultará demasiado inarticulada debido a la resistencia de la Ilustración increyente para afrontar la cuestión de las fuentes morales. Pero la respuesta existe. El propio Taylor nos hace observar que, en el siglo XIX, en Francia y su área de influencia, el sentido del progreso se realizó contra la Iglesia, mientras que, por el contrario, en las sociedades anglosajonas fue el resultado de ideas ilustradas y el cristianismo.

Ése fue el origen de la cruzada moral antiesclavista, que dio pie a una vivificación religiosa, de manera que el siglo XIX inglés rectificó la deriva de descreimiento del siglo anterior. El cristianismo como fuente moral ha alimentado todo el movimiento por la justicia y benevolencia universal. Así fue en el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos con Luther King a la cabeza. Para ser breve: Desaparecido el marxismo, la radical diferencia entre Lula en Brasil y Chávez en Venezuela radica en sus fuentes morales. La dinámica realmente liberadora está alimentada por el cristianismo.

Por eso es tan decisivo el papel de Juan Pablo II, el Papa que algunos querrían jubilar, porque está evidenciando precisamente esto: dónde se halla la fuente de la que brota el designio moral de nuestro tiempo y cuál es el horizonte de sentido que puede guiarnos para no caer en manos del manipulador de turno. Y ese valor y guía tan necesario, en bien de todos, deberíamos intentar no estropearlo, ni unos por sectarismo ilustrado ni los cristianos con los ídolos de nuestras ideologías.

josepmiro@e-cristians.net

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