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Herr Professor

El Papa, incrustado en la tradición tomista, se mide con los reformadores del XVI y con la razón moderna

La lección magistral de Benedicto XVI dictada en su querida Universidad de Ratisbona ha trascendido la esfera mediática ocasionando una auténtica crisis internacional, ni querida ni buscada por el Papa.

En la encantadora ciudad medieval de Regensburg, rezumaron las más puras esencias profesorales del gran intelectual bávaro. El doctor Ratzinger reconoce en el claustro universitario el último reducto de la libertad de Occidente, símbolo de una civilización milenaria. Por fortuna, la universidad -todavía- no ha sido aniquilada por el veneno mortal de la corrección política, ni destruida por el arma letal del control mediático. Tampoco han podido contra ella las fuerzas del capitalismo cosificador, ni las del moribundo marxismo. Y mucho menos la intolerancia islámica.

En su hogar académico, el profesor Ratzinger, fiel a su estilo, hizo lo que siempre había hecho en su cátedra universitaria. Se enfrentó, sin tapujos, con total honradez intelectual, a un tema complejo, peligroso, defendiendo el diálogo abierto entre la fe cristiana y el mundo moderno, así como entre todas las religiones. El Papa fue valiente, muy valiente. Expuso lo que pensaba con sencillez y libertad. ¡He aquí su grandeza! Pero no siempre la cátedra deleita los oídos de los dueños del mundo o de quienes pretenden conquistarlo ahogándolo en la sangre de la Guerra Santa. El Papa sigue siendo signo de contradicción. Por unas horas, en la Universidad de Ratisbona, la autoridad se impuso a la potestad. ¡Qué poco ha tardado ésta en pasarle factura!