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Benedicto XVI: un Papa para Europa

Que el Papa Ratzinger es un intelectual -en el más noble sentido de pensador- lo que nada tiene que ver con los intelectuales de lo 'correcto' político y oportunista, lo sabían quienes han seguido brillante carrera teológica y su intensa y pastoral misión de Defensor de la Fe Católica y colaborador sincero y sencillo del inolvidable Juan Pablo II, el Grande. Esta evidencia parece que algunos sectarios la van descubriendo poco a poco al quedar demostrado que todos aquellos tópicos sobre el Prefecto de la Congregación de la Fe no era sólo tópicos sino clichés iterativos y mentirosos.

En su visita a su patria chica la Católica Baviera, que es mucho más que el Bayer de Munich, la rubia cerveza o la sede de esos objetos de deseo que son los BMW, ha vuelto a proclamar las raíces cristianas de la cultura alemana y europea, sin las cuales Europa es incomprensible en su pasado e inconsistente en su futuro.

El mito que fantaseó el vate latino, Ovidio, sobre la bella y joven Europa seducida y raptada por el lujurioso y prepotente zeus, parece ser una metáfora real de la vieja Europa, a la que quieren seducir fuerzas fanáticas y reaccionarias para hundirla en le pozo sin fondo del nuevo hedonismo ateo, agnóstico postmoderno.

Ante este futuro negro el Papa levanta su autorizada voz para denunciar proféticamente los males y ofertar su solución. Europa solo será tal -afirma el Papa- cuando vuelva a sus verdaderos orígenes que están en la filosofía griega, el derecho romano y el mensaje cristiano del Evangelio. Europa más que una geografía es un espíritu. La Europa de Benedicto XVI no concluye en la Edad Media, como afirman algunos vulgares sofistas, ideólogos del pensamiento débil como única forma para Europa. El Papa sabe muy que la modernidad es una dimensión esencial e irrenunciable de Europa, la relativa separación de la Iglesia y del Estado, la libertad de conciencia, los derechos humanos y la responsabilidad de la razón humana en su búsqueda de la verdad, la belleza y el bien, como experimentó el gran San Agustín, modelo de pensador europeo. El gran mal intelectual y moral de Europa es el drama del humanismo ateo, cuyos paradigmas más destructivos fueron el nazismo y le comunismo que intentaron aniquilar toda la gran cultura secular europea, dejándola en la más absoluta de las postraciones y barbaries. Hoy el sucedáneo de la religión es el racionalismo y el cientifismo tecnológico con sus hermeneutas virtuales y digitales.

Frente al complejo en el que viven hoy muchos europeos, avergonzados de la cultura más elevada que se ha dado nunca en las ciencias, en las artes y en las letras, muchos de los cuales miran como envidiables forman políticas autoritarias y fundamentalistas de organizar la sociedad en las que no se respetan los derechos humanos más fundamentales y las mujeres son sometidas a violencia sin límites es más necesario hoy que nunca recordar las siguientes palabras del Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal:

En el momento en que Europa pone en tela de juicio sus propios fundamentos espirituales es necesario mantener de modo firme el afianzamiento de la razón en el respeto a Dios y a los valores más fundamentales que proceden de la fe cristiana. Sólo Dios puede garantizar de modo definitivo todas las conquistas de la civilización europea. Una sociedad europea que renuncie a Dios sería una sociedad poseuropea y todos sus valores dependerían peligrosamente de la voluntad de los más poderosos. Europa desembarcaría en la tiranía después de haber sido desgarrada por la anarquía.

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