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Bautizos civiles

El ayuntamiento de Sant Boi de Llobregat, en la provincia de Barcelona, ha decidido instaurar la figura de los 'bautizos civiles' para, al parecer, responder a la demanda social que reclama una forma de "dar la bienvenida a la sociedad" a las nuevas personas que tienen la suerte de nacer.

Lejos de mi intención está el hacer chirigota con la noticia, como podría ser la primera y maligna reacción, sino que, bien al contrario, me ha provocado numerosas reflexiones. Porque la cuestión me parece seria, ya que se refiere a la celebración pública de un acontecimiento tan importante -y cada vez más escaso- como es el nacimiento de una persona. El establecimiento de ritos y ceremonias que acompañan la llegada de un nuevo ser a una familia o a una comunidad se ha dado desde las épocas más remotas de la humanidad. No se encuentran únicamente los conocidos referentes del bautismo o la circuncisión, sino que todas las culturas ancestralmente han cultivado formas de dar relevancia social al evento. Principalmente porque el nuevo ser era considerado una riqueza para la sociedad, no algo privado y desligado de ella, propiedad tan sólo de los padres que habían decidido traerlo al mundo, sino un auténtico bien social, el mayor de todos y la más relevante contribución que se podía hacer al progreso de un pueblo. Las vecinas se reunían en torno a la madre que había dado a luz, y pronto se organizaba la fiesta, que por lo general no desunía el aspecto civil del religioso, por estar la sociedad imbuida de ambos.

Tanto es así que me atrevería a afirmar que esos matrimonios que en los más recientes tiempos del descreimiento eligieron, conforme a su conciencia, claro está, no bautizar a sus hijos, experimentaron un vacío, una carencia, como quien se reprime o mortifica renunciando a algo. Y es que la necesidad de celebrar una circunstancia tan admirable como el alumbramiento de nuevas personas a este mundo viene reclamada por la propia naturaleza humana y su insoslayable dimensión social. Quienes decidieron vivir al margen de la religión y descartaron sus fiestas por considerarlas ritos meramente eclesiásticos no vieron lo indisolublemente unidas que estaban a los ritmos de la vida humana y, en lo más íntimo de su ser, echan de menos el realce que la religión otorga a esas ocasiones especiales. La dimensión festiva de los ritos religiosos de iniciación, crecimiento y compromiso no es accesoria, sino muy importante, tanto que sin ella dichos ritos quedarían gravemente mutilados, todo esto más allá de que hoy en día quizá se esté poniendo el acento en la dimensión festiva en detrimento de la trascendente, lo que ya no es una simple mutilación, sino sencillamente un absurdo, porque entonces, ¿qué se celebra?

Tal vez sea bueno instaurar esos mal llamados 'bautizos civiles', porque pueden ser el medio de que muchas celebraciones religiosas dejen de ser simple parafernalia que disfraza un deseo de juerga sin más; pero que, al mismo tiempo, se dé la adecuada relevancia a algo que en cualquier caso es importante: el nacimiento de una persona, en estos tiempos tan difíciles para que un amor matrimonial llegue a culminar en el mejor de los frutos posibles.

Probablemente podrán encontrarse motivos para señalar el esperpento, derivados de las formalidades y contenidos que se quieran dar a los 'bautizos civiles'. Me morderé la lengua para no hacer un ejercicio de imaginación y pensar en lo que puedan consistir, cualquiera puede hacerlo. Pero si pretenden ser algo serio y no una mera excusa para el banquete posterior desvestida de adornos religiosos, deberían empezar por darle un nombre propio. Bien está lo de matrimonios civiles, a fin de cuentas los romanos lo eran, porque se trata de una institución natural que es sacramento sólo para los católicos. Pero lo de 'bautizos civiles' chirría mucho, vamos, que resulta ridículo, porque en el sacramento del bautismo no existe contrato con efectos jurídicos para la sociedad secular, sino que se trata de la incorporación a la Iglesia de un hijo de Dios. Lo de 'bautizo civil' suena a que van a cambiar el agua bendita por la clorada que suministran los depósitos municipales -sería lo más apropiado-. Y si lo que se persigue es despojar de contenido religioso a esta ceremonia, dado que nos estamos transformando en una sociedad multicultural y pro-islámica, tal vez sería más conveniente, por aquello de evitar las acusaciones de confesionalidad solapada, instituir unas 'circuncisiones civiles', que oficie con ánimo democrático el alcalde de turno. Aunque auguro que, planteado así, pocos van a querer dar la bienvenida laica a sus tiernos retoños.

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