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De Códigos Da Vincis

Los escriben "escritores e investigadores", es decir, gente sin estudios ni la mínima especialización.

Me quedo impresionado cuando en la sección de librería de un conocido hipermercado de nuestro entorno, encuentro expuestos de una forma muy destacada en una misma estantería los siguientes títulos y subtítulos:

La Cena Secreta, Codigo Da Vinci, Angeles y Demonios, El último Merovingio (una nueva revelación sobre el secreto mejor guardado de la Iglesia Católica), La sombra del templario, Los Iluminati (la trama y el complot), Iluminati (Los secretos de la secta más terrible católica), Assassini (El papa Borgia les dio el poder. Hoy tienen en sus manos el destino de la Iglesia Católica), La sombra del templario, El códice secreto, El número de Dios (el secreto que explica las catedrales góticas), La Santa Alianza (cinco siglos de espionaje vaticano), La ecuación de Dante, El enigma sagrado, etc...

La gran mayoría de estos títulos tienen un primer denominador común: se presentan bajo el género de novelas, pero afirmando al mismo tiempo que han investigado y sacado a la luz enigmas ocultados por la Iglesia Católica. He aquí el primer fraude que se esconde en este género de literatura: si nos disponemos a rebatir con datos científicos las afirmaciones anticatólicas contenidas en estas obras, entonces rápidamente nos responderán diciendo que no hemos que ponernos nerviosos, porque ya se nos advirtió que se trataba de un novela.

Cuando, por el contrario, recordamos a los consumidores de esta literatura que se trata de meras novelas, entonces, se nos matiza diciendo que están basadas en estudios históricos. ¡Una trampa absurda en la que muchísimos lectores se encuentran atrapados!

Con respecto al grado de fiabilidad científica de estos libros, baste señalar un significativo detalle: la mayoría son publicados por autores que se presentan bajo el currículum de escritor e investigador. ¿Qué quiere decir eso? ¿Qué significa ser escritor e investigador? Dicho a las claras, quiere decir que esos autores se han lanzado a escribir en torno a esos temas, sin la más mínima especialización necesaria: no han cursado estudios de teología dogmática, ni filosofía, ni paleografía, ni arqueología, ni lenguas semíticas, ni Sagrada Escritura, ni patrología, ni astrología, ni historia, ni de periodismo... Escribir un libro que pretende adentrarse en todas esas materias, sin dar cuenta con precisión de ninguna de ellas, puede tener dos razones de ser distintas: o bien la ignorancia atrevida que sabe descubrir y explotar un filón de oro, o el deseo deliberado de tergiversar y confundir a los creyentes.

Más allá de la denuncia de la falta de rigor científico, es también necesario caer en cuenta que la proliferación de esta literatura esotérica responde al deseo de todo ser humano de adentrarse en lo misterioso y lo espiritual. Bien es cierto que el hacerlo de esta forma, lleva consigo el inevitable peligro de adaptar y deformar el misterio a la conveniencia e ideología dominante.

Este tipo de novelas pretenden llenar el espacio de la religiosidad natural del ser humano, pero desligándolo de todo compromiso moral, personal o social. ¡Siempre vendrá algún libertador al modo de escritor e investigador, que nos anuncie que ha encontrado algún manuscrito secreto custodiado por los templarios, gracias al cual podamos abrir los ojos y descubrir que nuestros antiguos compromisos morales y eclesiales eran un mero invento de algún cardenal malo!

Es la perfecta religión Light: se sacia la curiosidad por lo trascen­dente, liberándonos al mismo tiempo de cualquier compromiso de vida. El fenómeno sería cómico, si no fuese porque hemos conocido a más de un creyente poner en duda sus convicciones de fe. Recuerdo que recientemente, una persona consumidora habitual de este tipo de literatura se acercó a mí, preguntándome en voz baja y con tono misterioso: ¡Ustedes saben cosas que no pueden contar!, ¿verdad?. No pude por menos de preguntarle qué novela estaba leyendo esos días.

A la vista de todo esto, me formulo la siguiente pregunta: ¿por qué estas novelas esotéricas antirreligiosas han de referirse siempre a la Iglesia Católica? ¿por qué ocurre con la literatura lo mismo que con las producciones cinematográficas (Estigmata, La mala educación, Las Hermanas de la Magdalena, El cuerpo, La sonrisa de mi madre, Priest, Amén, ...)? ¿Por qué hay tanta literatura y cine crítico hacia el Catolicismo y no ocurre lo mismo con el Judaísmo, el Islam, las religiones orientales, o las demás Iglesias Cristianas?

Sin entrar en respuestas demasiado simplistas, me limito a recoger algunas afirmaciones de Vittorio Messori, quien en una entrevista concedida al diario italiano Il Messaggero, denunciaba que el anticatolicismo ha sustituido al antisemitismo. Con ironía incisiva, el autor italiano recordaba que los católicos, junto con los fumadores y los cazadores, son las tres categorías que no están protegidas por lo políticamente correcto, y de las que, por lo tanto, se puede hablar mal libremente.

Sin embargo, Messori no hace una lectura pesimista de la realidad actual, sino que considera en su análisis como providencial el anticatolicismo de la cultura occidental y del Islam. Es un hecho que siempre hemos necesitado de la persecución para redescubrir la propia identidad. Somos conscientes de que si redujésemos el mensaje católico a un blablablá bondadoso sobre el pacifismo, la ecología, la tolerancia y algunos otros valores de amplio y vago consenso; entonces hasta podríamos llegar a resultar simpáticos para la cultura actual. Eso sí, ¡tan simpáticos como insignificantes!

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