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El lobo feroz

PASEABA hace unos días, felices tardes de agosto, por el camino junto a las almenas de la muralla de Llanes que están restaurando con la piedra original, en lo que se puede, e impecable criterio histórico, sus afortunados propietarios María y Enrique Casanueva, cuando, al cruzarnos con él, me presentaron a Ignacio Quintana, que luego supe que en la anterior vida del socialismo había sido subsecretario del Ministerio de Cultura con Javier Solana y presidente del patronato del parque nacional de la montaña de Covadonga. Llevaba Quintana en la mano la fotocopia de un artículo que recientemente había publicado y que iba dirigido personalmente a la ministra de Medio Ambiente, junto con tres noticias, también fotocopiadas, sobre matanzas de ovejas y cabras por lobos descontrolados. El tema me interesó pues ya me había sorprendido leer en la primavera en algún diario gallego, mientras hacía con mi mujer unos días de Camino de Santiago, que el lobo, con sus dientes como puñales, escabechaba la ganadería. Soy ciudadano de Madrid aunque redimido por sus increíbles y tan desconocidas montañas y todo esto del lobo me pareció muy exótico hasta que me di cuenta, y el artículo de Quintana me ayudó a ello, que con estas historias de lobos no debía frivolizarse, ya que lo que planteaban era algo mucho mas grave y profundo: la supervivencia de la ganadería en determinadas zonas de España, los Picos de Europa, nada menos, el origen geográfico de la España cristiana, donde pacen ovejas y cabras desde hace más de tres mil años y de donde están desapareciendo debido a una política bastante deficiente en la gestión de los parques nacionales.

Rodríguez de la Fuente, el presidente de "Peñalara" Pepe Hurtado, el mítico Pérez de Tudela, el senador Fraga, Juan Vielva en la Sierra del Guadarrama, Miguel Ángel Vidal en Gredos o el mismo Quintana, y tantos otros que no es posible recordar en una columna, han hecho mucho más por preservar el medio que todos los errores de los burócratas ministeriales o autonómicos y de los ecologistas militantes juntos. El medio, afortunadamente, lo resiste todo. O casi todo. Lo malo es coger una bandera, como esa del lobo por el que "el amigo Félix" tanto y tan eficazmente batalló, y elevarla a categoría de axioma, pues entonces ocurre lo que escribía Quintana, "la llegada del lobo al territorio del pastor y la reciella han supuesto la puntilla para la de por sí abandonada cultura de los pastores-queseros que, olvidados por las administraciones públicas, ven ahora cómo se protege al lobo por encima de las ovejas". Está muy bien que defendamos al lobo, pero también habrá que proteger a las cabras y las ovejas, ¿o no?

Leo en Salmos 8 4-9 (traducción de Schökel): "Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, / la luna y las estrellas que has creado, / ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? / Lo hiciste poco menos que un dios, lo coronaste de gloria y dignidad; / le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies: / los rebaños de ovejas y toros / y hasta las fieras salvajes, / las aves del cielo, los peces del mar / que trazaron sendas por el mar. / ¡Señor, dueño nuestro, qué admirable eres tú / en toda la tierra!". Pues eso: ¡vaya programa para ecologistas despistados!

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