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Giscard d’Estaing es un grado 33 de la masonería, por eso ignora al cristianismo

El académico y catedrático de la Universidad Autónoma Luis Suárez Fernández participó en el V congreso «Católicos y vida pública», organizado por la ACDP y la Fundación San Pablo CEU, que tuvo lugar el pasado fin de semana en Madrid. El historiador, que reflexionó acerca de la creación de Europa y la formación de la cultura europea a partir de la fe, aludió a la batalla por la introducción del término «cristiano» en la futura Constitución Europea e hizo una llamada de atención ante la pérdida de la identidad cristiana: «Sin fe, no nos engañemos, ni hay cultura, ni hay unidad».

El académico de número de la Real Academia de la Historia, catedrático de Historia Universal de la Universidad Autónoma de Madrid y de la Universidad San Pablo-CEU, Luis Suárez Fernández, participó en el V congreso «Católicos y vida pública» celebrado en Madrid el pasado fin de semana. En una ponencia titulada «Cuando la fe se hace cultura», Luis Suárez reflexionó acerca de la creación de la Europa cristiana y acusó de la marginación del término «cristiano» en la futura Constitución europea a los propios responsables de su creación, aludiendo a Valery Giscard d Estaing, presidente de la Convención Europea, en estos términos: «Yo no soy político, pero como ciudadano de a pie, pienso que lo importante es que el señor Giscard d Estaing es grado 33 de la masonería».

Sin la fe, ni cultura, ni unidad

El historiador comenzó haciendo referencia a la identidad europea: «Europa es una manera de ser, una manera de vivir, un orden de valores. Pero fue a partir de un triple patrimonio, que no debemos olvidar, que esta cultura europea se hizo posible: el helenismo, el sentido de la trascendencia de los judíos y el derecho romano. Después llegó Jesucristo que nos revela cuál es la verdad y comenzó entonces el gran trabajo del cristianismo: la síntesis del patrimonio heredado para crear sobre él una cultura». Luis Suárez lamentó el olvido de las raíces cristianas: «Ahora tenemos que enfrentarnos a una ruptura con las raíces cristianas. Sin fe no hay cultura, ni tampoco unidad. La fe fue nuestra grandeza. El día que la perdamos, volveremos a los tiempos de los arévacos, o lo que es peor, de los reinos de taifas». A pesar de todo, Suárez es optimista: «El futuro del cristianismo, sin embargo me parece prometedor».

«No hay más que tres grandes religiones en el mundo: la cristiana, la islámica y la judía —continuó Suárez — , porque son los únicos sistemas de creencias que consideran que hay una unión entre Dios y el hombre y, curiosamente, esas tres religiones tienen un punto de partida que es Abraham, de Ur de los caldeos, casualmente en Iraq, en un momento en que se está dando un giro radical en la organización política de ese territorio y se pretende divinizar el poder». «Las religiones — prosiguió Suárez — se hacen cultura, precisamente cuando rechazan la divinización del poder.

Por eso en este momento estamos viviendo un tiempo sumamente difícil porque volvemos a través de un absolutismo secularizado a esa especie de cierre definitivo en torno al Estado que tiene la primera, la última y todas las palabras del medio». Y concluía: «El problema de los católicos hoy precisamente está en defender frente a esa situación las cualidades fundamentales sobre las cuales se ha edificado la cultura europea, es decir, la capacidad racional, el conocimiento especulativo y el libre albedrío, que no puede confundirse con lo que ahora normalmente se llama libertad. Llaman libertad a la independencia, a hacer lo que a uno le da la gana. Pero libre albedrío es responsabilidad, es decir, aquello que se debe hacer y ser además responsable de ello».

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