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España y el Islam

Las actitudes de los integristas del Islam en estos últimos años han sido motivo de reflexión y de estudio, por la novedad que implica el comportamiento de los asesinos suicidas y por los miles de víctimas que han provocado y provocan cada día.

Los esplendores del Islam en los siglos VIII a XI coincidieron con la penuria de metales preciosos en la Europa cristiana, con dificultades para los intercambios y con unos niveles de desarrollo cultural inferiores a los musulmanes. Hoy la situación es la inversa, por lo que interesa plantear cuáles fueron las causas de la divergencia en la evolución, especialmente en España por haber luchado los reinos cristianos contra el Islam, durante ocho siglos, constituyéndose así en valladar de Europa frente a los impulsos expansivos de los mahometanos.

La acción defensiva de las comunidades cristianas de las cordilleras cantábrica y pirenaica, en el segundo decenio del siglo VIII, frente a los musulmanes invasores, se concretó después en un movimiento de avance hacia el sur, impulsado por un ideal. El cobrar conciencia de la «pérdida de España» y de la necesidad de recuperación dio aliento a la reconquista, empresa común de los cristianos desde el reino de Asturias, los condados pirenaicos y la «marca hispánica» que habría de convertirse en condado de Barcelona. Ortega pensaba que no podía recibir el nombre de reconquista una acción que se mantuviera durante ocho siglos. Quizá no fuera consciente de las dificultades que tuvieron siempre los cristianos para proseguir y para asegurar su avance hacia el sur. Don Claudio Sánchez-Albornoz, gran conocedor de la historia medieval de España, vio la empresa reconquistadora, multisecular en su duración, como caso único en el pasado europeo, ya que no tiene equivalente en ninguna comunidad histórica occidental.

La frontera entre los reinos cristianos y Al-Andalus fue siempre difusa. Se situó más al sur con mayor rapidez cuando los cristianos pudieron aprovecharse de las discordias internas de los musulmanes o cuando consiguieron el avance y ocupar más espacios de los previsibles, a causa de una gran victoria. Los retrocesos fueron siempre la contrapartida de los avances, después de las reorganizaciones en Al-Andalus o por la llegada de nuevas masas islámicas, procedentes de África, ya que reforzaban las posibilidades combativas sarracenas. Así ocurrió siempre, desde el tercer decenio del siglo VIII hasta 1340, cuando se libró la batalla del Salado. Después, se atenuó la acción reconquistadora -y hasta experimentó un letargo secular-, aunque siguió la pugna, sin avances en la frontera, para reanudarse con inesperados bríos en las acciones guerreras que culminaron con la conquista de Granada.

Desde los tiempos de Alfonso II de Asturias que reinó entre los siglos VIII y IX, comenzó a afirmarse la idea de reconquista. Con Alfonso III, la lucha contra los musulmanes se fundó en la idea de la «salvación de España» y de restaurar la unidad perdida de la época visigoda. La idea imperial fue resultado de querer fundar en el reino de León la preeminencia sobre los demás reinos cristianos, por considerarlo sucesor del reino visigodo.

Los reinos cristianos de la península ibérica recibieron influencias culturales y políticas de allende los Pirineos. El goticismo político generado en el reino astur leonés se insertó en una sociedad de cultura mozárabe. Se ejercieron influencias transpirenaicas, consistentes en intercambios culturales y económicos, intensificadas con las peregrinaciones a Santiago de Compostela. También recibieron y transmitieron las de Al-Andalus, consistentes en novedades técnicas, planteamientos filosóficos y conocimientos científicos. Desde la España cristiana, las influencias recibidas del Islam fueron transmitidas a otras tierras del occidente europeo. Lo asimilado por los islamitas de la herencia grecolatina en obras de Platón, de Aristóteles, de Euclides y de tantos otros autores clásicos, traducidas al árabe desde el siglo IX, se transmitió desde Toledo a todo el occidente cristiano. También se recibieron y se propagaron en toda la cristiandad los conocimientos astronómicos, matemáticos, médicos y filosóficos arábigos. Las obras de Averroes y de Maimónides se difundieron, desde la España cristiana, en tierras ultrapirenaicas, contribuyendo así al que se puede denominar primer renacimiento europeo en el siglo XIII.

La evolución política, económica y social de la Europa cristiana tendió a diferenciarse progresivamente de la experimentada por las comunidades islámicas. En los reinos cristianos del occidente europeo, la separación entre religión y política, a pesar de la tensión nunca resuelta entre el poder espiritual y el temporal, facilitó que se formaran instituciones como las cortes, desde fechas tan tempranas como el año 1188, en el reino de León, al convocar Alfonso IX a una curia regia plena a nobles, eclesiásticos y representantes populares.

La capacidad creadora y el espíritu innovador, fomentados por la libertad de iniciativa condujeron a que, con las nuevas técnicas y los inventos, creciera la economía y el bienestar general de las poblaciones.

El estancamiento en las comunidades musulmanas no sólo se perpetuó desde la baja Edad Media en todo el Islam, sino que se produjo una involución motivada por cómo interpretaron el Corán extremistas religiosos que son también dirigentes políticos.

Hay versículos del Corán que incitan a vengarse del insumiso y a exterminar al incrédulo y en los que Alá es presentado como señor de la venganza, y se declara que su maldición caerá sobre los infieles. Por eso se incita, en el Corán, a combatir en nombre de Alá a quienes no compartan el credo mahometano y a matarlos allí donde se les encuentre.

Se ha querido presentar al islamismo como una secta judaica, equiparable al cristianismo. Aunque se trate de una religión monoteísta esa equiparación no es válida en el presente. El evangelio tiene un gran número de pasajes en los que se exalta la comprensión del otro y la tolerancia, y que indujeron con el tiempo, a pesar de persecuciones por motivos de religión, a la coexistencia fomentada por la libertad de cultos. Realidad muy contraria a la que provocan los sentimientos de venganza y crueldad y muerte que han de sufrir quienes no comparten el credo islámico que se defiende. La lectura comparada de los evangelios y del Corán es útil para entender la evolución histórica de las comunidades cristianas, en las que se tendió a «dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César», lo que condujo a la separación de la religión y la política. Así, lo espiritual quedó claramente delimitado de lo que corresponde al gobierno y a la existencia material de la comunidad política.

En el islam, religión y política no se separaron. El Corán contiene las esencias de la práctica religiosa mahometana. Se le ve también como código para el gobierno político y para la orientación de las conductas de los particulares. El involucionismo que experimenta un número creciente de islamitas constituye un serio problema para la coexistencia con los fieles de Alá. Hay un número creciente de fundamentalistas dispuestos a exterminar a quienes definen ellos como adversarios, autoinmolándose por estar dispuestos a morir matando. Novedad terrible ésta, descubierta en nuestros días, y ante la que carecemos de defensas por no conseguir entender cómo es posible que se den tales casos de desprecio de la propia vida, en tantos asesinos-suicidas. Esperemos que, como ha ocurrido siempre, ante la eficacia de las acciones ofensivas se descubran los procedimientos de defensa.

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