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Secularización y democracia

Carl Schmitt insistió en la secularización como elemento explicativo fundamental de la época actual. La secularización consiste en que el hombre moderno pone en lugar de Dios cosas terrenales. Y como la actitud metafísica es una constante de la naturaleza humana, puede considerarse entonces como la instancia absoluta, última a que apelar la Humanidad, la Nación, el Individuo, el desarrollo histórico o la Vida como causa de sí misma, factores del aquende con los que le sustituye. Esto sucede también con la Democracia cuando sintetiza aquellas instancias absolutizadas aunque con ello se desnaturalice la democracia que, en su estricto sentido, no es más que una forma de gobierno, de régimen político. Esto es la esencia de la politización contemporánea, la política invadiendo todo, si bien, paradójicamente, despolitizándose. Pues la democracia rompe así con la tradición política europea que es única.

En realidad, esta tradición no es ante todo unas tradición democrática sino liberal. Gracias a ella la civilización europea ha sido hasta ahora la única civilización liberal que ha existido y sin duda por eso ha dinamizado el mundo entero. Y la democracia constituye también una consecuencia directa de la evolución de esa tradición política como tradición creadora. Pues, a pesar de su origen formalmente griego, en rigor, lo que significaban los griegos por democracia era una forma de gobierno de los pocos que eran ciudadanos. La democracia era en realidad, desde el punto de vista actual, una aristocracia: sólo algunos tenían allí libertad política. Y fue el cristianismo con su idea teológica, de hecho una suerte de dogma metafísico, de la libertad incondicionada, ontológica de cada hombre lo que les hace iguales a todos, el que impulsó la evolución hacia lo que se entiende modernamente por democracia. Lo que queda de la herencia griega es la otra idea de sustituir la romé, la fuerza, por el diálogo, por la libre discusión a fin de formar la razón común, política, que dirige a la voluntad colectiva. Lo demás es de origen cristiano.

La secularización, en tanto nace espontáneamente dentro de esa tradición de la política, puede conservar los supuestos de esta última. Pero si corta con ellos, sustancialmente con el cristianismo, la tradición se trastoca y, al final, se agota. Es lo que ocurre cuando la democracia, una consecuencia directa de esa tradición, se pone como última instancia absoluta. Pues, al revolverse así contra aquella, se produce una suerte de involución histórica. La crisis de la democracia tiene esta causa principal, concurriendo otras secundarias, algunas de las cuales están directamente en el origen de la secularización. Así, el contractualismo político, un fiat, un hágase como el de la creación según la Biblia, decía Hobbes, del que surge el Estado que empezó a controlar la tradición política. El Estado, aparato radicalmente igualador, en sí mismo democrático, empezó suprimiendo la libertad política. Configurado luego bajo la presión de la actitud liberal de la tradición política como Estado de Derecho, la devolvió. Pero, dado el peso adquirido por el Estado, no como devolución de una propiedad originaria del hombre concreto y anterior a todo, sino como don o donación, por así decirlo, del propio Estado. Es decir, la tendencia natural de la tra- dición política a la democracia se desfiguró bajo el Estado y la democracia evolucionó en Europa dentro de él tergiversándose su sentido: como expansión de la forma de democracia que el Estado lleva en su seno. Con ello, el principio de la igualdad, que es secundario respecto al de la libertad - la libertad es el principio de la democracia, decían ya los griegos - , se antepuso a este último y la idea estatal de democracia se absolutizó. Mientras la secularización no se opuso al cristianismo, apenas se advirtió la diferencia: cuando el Estado secularizado se opone al cristianismo, se advierte que su democratismo elimina la libertad. El Estado en sí mismo, a fin de cuentas un aparato, un instrumento, ni es cristiano ni deja de serlo. Pero los supuestos históricos en que descansa a pesar de todo el mismo Estado, son también cristianos. Y al atacarlos se destruye a sí mismo.

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