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Un intenso diálogo de la caridad preside las relaciones con las antiguas iglesias orientales

Las primeras escisiones de la túnica inconsútil de Cristo tuvieron lugar en Oriente señala la Unitatis Redintegratio, 13 por la impugnación de las fórmulas dogmáticas de los Concilios de Éfeso y Calcedonia. De ahí parten, confirma el Concilio Vaticano II, las Iglesias que más tiempo llevan separadas de la comunión con Roma: son las denominadas Antiguas Iglesias Orientales. El aislamiento secular al que han estado sometidas, conviviendo con regímenes adversos o en medio de un mundo hostil, ha facilitado en las últimas décadas el redescubrimiento mutuo de la necesidad de una unión eclesial en la tradición apostólica común y ha llevado a acuerdos ecuménicos importantes.

Sus fieles son en cierto sentido «nuestros cristianos mayores», que viven, celebran y anuncian, en medio de no pocas dificultades, a Cristo, único y común Señor de la Iglesia.

La familia cristiana no estaría completa si omitiéramos a estos cristianos, numéricamente poco significativos, que viven por ello entre el desconocimiento y la dispersión. Forman parte de la túnica inconsútil que no se rompe porque no tiene costuras, en probable alusión a la unidad eclesial. Son los cristianos herederos de la situación que se produjo en el siglo V, cuando la fe cristiana quedó sancionada en fórmulas sintetizadas con el empleo de términos que luego fueron objeto de discusión y que, a la postre, sellaron la separación.

Hay que recordar, en honor a la verdad, que aquellos primeros concilios de la Iglesia formularon más ampliamente la fe del Símbolo, configuraron la liturgia y la organización eclesial incipientes, y ofrecieron unas pautas canónicas. Las decisiones conciliares afectaban tanto a quienes disentían como a quienes aceptaban lo acordado. Los arrianos y los macedonianos, al negar la divinidad de Cristo (Nicea, 325) y del Espíritu Santo (Constantinopla, 381), fueron los primeros que se separan de la fe común: su existencia parece que no superó el siglo VII. Mientras, nestorianos (Éfeso, 431) y monofisitas (Calcedonia, 451) atribuían a Cristo doble persona y una sola naturaleza, respectivamente. Estos dos últimos grupos han llegado hasta nuestros días.

Las llamadas Antiguas Iglesias Orientales, a diferencia de las Iglesias Ortodoxas de tradición bizantina, forman actualmente dos grupos: la Iglesia Asiria de Oriente, que tiene su inicio en el Concilio de Éfeso, y un conjunto de Iglesias llamadas monofisitas integrado por cuatro: la Iglesia Armenia Apostólica, la Iglesia Copta Ortodoxa, la Iglesia Etíope Ortodoxa y la Iglesia Siria Ortodoxa. De ésta última nace, en siglos posteriores y por efecto misionero, la Iglesia Siria Ortodoxa de Oriente. A todas ellas se las califica como no calcedonianas, porque no aceptaron la doble naturaleza en Cristo definida en Calcedonia.

La iglesia asiria de oriente

Esta Iglesia, que quiere ser heredera de la época apostólica por la actividad que desarrolló Santo Tomás, se la denomina también «nestoriana» porque se apoyó en los errores de Nestorio, arzobispo de Constantinopla (428-431). Depuesto Nestorio y perseguidas sus ideas por el Imperio bizantino, los miembros de esta Iglesia se organizaron en Persia, separándose de Antioquía y a su vez de Roma, y toman Seleucia-Ctesifonte como sede.

La Iglesia Asiria de Oriente comienza a ser perseguida con la aparición del Islam. Por esta razón hubo de entenderse con los árabes, quienes vieron en los nestorianos unos aliados frente a los persas. La vitalidad de esta Iglesia comienza a declinar a finales del primer milenio.

Es importante resaltar que esta Iglesia tuvo un gran empuje misionero, de tal forma que muchas regiones de Asia fueron evangelizadas según la tradición nestoriana y siguiendo la comercial «ruta de la seda». Así, su apostolado llegó a China y a la India. (s. VII).

Durante la Edad Media la decadencia de esta Iglesia fue grande. Quizá los primeros intentos de unión con Roma hay que interpretarlos como una necesidad ante las circunstancias adversas. Así, el Arzobispo nestoriano Timoteo de Tarso firma la unión con Roma en el Concilio de Florencia, el 7 de agosto de 1445, mediante la bula Benedictus sit Deus, que no surtió el efecto deseado.

El diálogo ecuménico

Puesto que las Iglesias Orientales Católicas tienen la especial misión de promover la unidad de todos los cristianos, sobre todo de los orientales (OE 24), las relaciones ecuménicas de la Iglesia católica con la Iglesia Asiria de Oriente han de tener en cuenta a la Iglesia Caldea católica, que sirve de puente.

En realidad, el verdadero diálogo ecuménico entre católicos y nestorianos comienza formalmente con el encuentro entre el Papa Juan Pablo II y el actual Patriarca nestoriano Mar Dinkha IV. Este primer encuentro dio como resultado una Declaración común (11 de noviembre de 1994) que subrayaba los puntos comunes en materia cristológica: Nuestro Señor Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, perfecto en su divinidad y perfecto en su humanidad, consustancial con el Padre y consustancial con nosotros en todo, menos en el pecado. Su divinidad y su humanidad están unidas en una sola persona, sin confusión ni cambio, sin división ni separación.

Como fruto de esta importante Declaración, se advierte un esfuerzo por superar malentendidos sobre las antiguas controversias, y se reconoce la legitimidad y exactitud en las expresiones de «Madre de Cristo» y «Madre de Dios» dadas en la liturgia y en la piedad de ambas Iglesias. También ambos jerarcas deciden establecer una Comisión mixta para llevar a cabo el diálogo teológico entre ambas Iglesias (la primera reunión se celebró del 22 al 24 de noviembre de 1995 en Roma). Por parte católica la integran algunos obispos de la Iglesia Caldea católica, lógicamente más en contacto con las jerarquías nestorianas. La Comisión, que en alguna ocasión ha sido recibida en audiencia por el Papa, está analizando la comprensión común de los sacramentos, con la esperanza de ver materializados los trabajos en algún documento.

Las iglesias monofisitas

Aquellos grupos de cristianos que sostenían la doctrina defendida por el monje Eutiques de que Cristo sólo tenía una naturaleza (monos-fisis) fueron condenados por el Concilio de Calcedonia y fueron denominados «monofisitas». Esta doctrina se extendió por todo el imperio bizantino, lo que dio lugar al establecimiento de Iglesias que no afirmaban el «difisismo» de la Iglesia común, apoyado también por el emperador o «melquita». Así fueron surgiendo las primeras cuatro Iglesias monofisitas o no melquitas: en Egipto, en Etiopía, en Armenia y en Siria. Todas ellas independientes, aunque con un origen común.

La iglesia copta ortodoxa

El cristianismo llegó a Egipto desde sus inicios, y debe a San Marcos la evangelización de estas tierras regadas por el Nilo. Los coptos o cristianos de Egipto, tras la celebración del Concilio de Calcedonia, siguieron el monofisismo. Actualmente están gobernados por Shenouda III, Patriarca de San Marcos.

La situación de esta Iglesia, ubicada en medio del mundo musulmán, tiene especiales dificultades para hacerse oír en el exterior; por consiguiente, también para entablar diálogo con otras Iglesias y concretamente con Roma. No obstante, una primera tentativa de unión fue sellada en el Concilio de Florencia (4 de febrero de 1442) por el monje Andrés, representante de la jerarquía copta, mediante la Bula Cantate Domino.

El unionismo de antaño ha dado paso al ecumenismo actual con el llamado «diálogo de la caridad» o de gestos fraternos que tiene esta Iglesia, como el resto de las monofisitas. El Patriarca Shenouda ya visitó al Papa Pablo VI y ambos, como fruto de este encuentro, firmaron el 10 de mayo de 1973 una Declaración común: en ella se afirma que la divinidad de Cristo "está unida a su humanidad en una unión real, perfecta, sin mezcla, sin confusión, sin alteración, sin división, sin separación".

Las diferencias entre la Iglesia católica y la Copta ortodoxa, objeto del diálogo teológico, fueron alimentadas por factores no teológicos y mantenidas por las vicisitudes históricas de aislamiento o dispersión en medio del mundo musulmán. Por ejemplo, el Patriarca Shenouda III estuvo confinado entre 1982 y 1985.

Una Comisión mixta, reunida en varias ocasiones, ofrece el resultado de sus estudios en Relaciones y Comunicados, publicados en el Enchiridion Oecumenicum editado en Salamanca. Ambas iglesias aprobaron en junio del 79 unos principios que orienten el camino hacia la unidad.

En su reciente viaje a Egipto y al Sinaí, en febrero, Juan Pablo II pudo encontrarse, como gesto fraterno, con el Patriarca Shenouda y fieles de esta Iglesia. Sin embargo, el diálogo teológico actualmente no tiene el mismo ritmo que en sus inicios.

La iglesia etíope ortodoxa

Esta Iglesia es hija de la anterior, con la que estuvo unida hasta 1959. Ha tenido que convivir con el régimen marxista de Etiopía y, con frecuencia, en medio de guerras y calamidades humanas (Sin embargo, sigue siendo de una de las iglesias no calcedonianas con mayor número de fieles)

No debe, pues, extrañar que entre los católicos y los coptos de Etiopía no se haya iniciado todavía un diálogo teológico estable, diálogo que vendría a coincidir con el de los coptos de Egipto.

Sin embargo, dos de los últimos máximos jerarcas etíopes han visitado al Papa en Roma: el Abuna Tekle Hamainot, que estuvo el 17 de octubre de 1981, y el Abuna Paulos, el 16 de junio de 1993. A este último, el Papa le dijo que "compartimos la misma fe recibida de los Apóstoles, los mismos sacramentos y el mismo ministerio radicado en la sucesión apostólica".

La iglesia armenia

Está organizada esta Iglesia en cuatro patriarcados, con sedes en Etchmiadzin, Jerusalén, Constantinopla y Cilicia. Debe su origen a los apóstoles Bartolomé y Tadeo, quienes evangelizan la Armenia y más tarde Gregorio el Iluminador organiza esta Iglesia. El monofisismo llegó a Armenia en el año 506 y se acepta como reacción contra Bizancio. Ha vivido esta Iglesia en medio de invasiones y guerras, sufriendo una fuerte emigración.

Los contactos con Roma son relativamente frecuentes. Las visitas de Pablo VI y Juan Pablo II a Tierra Santa y Constantinopla fueron ocasiones para entrevistarse con las jerarquías armenias de estos lugares. Por parte armenia han visitado a Pablo VI los jerarcas armenios de Cilicia, Etchmiadzin y Estambul. De todas las visitas a Roma habría que destacar las efectuadas por los Patriarcas de todos los armenios Vasken I en 1970 y Karekin I en 1983, 1987, 1996 y 1999. Al encuentro de Asís, propiciado por Juan Pablo II en 1987, acudió también la jerarquía armenia. No debe, pues, extrañar, que el Papa Juan Pablo II, poco antes de morir Karekin I en junio de 1999, tuviera intención de visitar, en viaje relámpago desde Polonia, al moribundo Patriarca, quien meses antes le había invitado a visitar Armenia.

Puede afirmarse que el diálogo teológico no existe, pero se ve recompensado por el fuerte «diálogo de la caridad» y por el caluroso trato fraterno que las comunidades armenias unidas a Roma alientan. También hay que recodar el precedente infructuoso de la unión suscrita en el Concilio de Florencia por la Bula Exultate Deo el 22 de noviembre de 1439.

La iglesia sirio ortodoxa

La separación originada en el Concilio de Calcedonia afectó, en primer lugar, a la comunidad cristiana de Antioquía. Quienes aceptaron el monofisismo fueron inicialmente perseguidos por los emperadores bizantinos y, ya casi al borde de su desaparición, organiza esta Iglesia Jacobo Baradeo, apoyado por la emperatriz Teodora y consagrado obispo, lo que valió el calificativo a esta Iglesia de «jacobita».

Los contactos de esta Iglesia con Roma surgen en la época de las cruzadas, y posteriormente se materializan con la firma de la unión en el Concilio de Florencia el 30 de noviembre de 1444 mediante la Bula Multa et admirabilia. Como ocurrió con el resto de las Antiguas Iglesias Orientales, la unión resultó un fracaso.

En tiempos más recientes esta Iglesia ha cultivado tanto las visitas de sus jerarcas a Roma (Mar Ignacio Jacobo III en 1971 y 1980, y Mar Ignacio Zakka I Iwas en 1984), como una importante Declaración común suscrita el 23 de junio de 1984 por el que ambas Iglesias autorizan a sus fieles recibir de la otra Iglesia en determinadas circunstancias los sacramentos de la penitencia, eucaristía y unción de enfermos.

Un caso singular es la Iglesia Siria Ortodoxa del Oriente o Malankar, filial de la anterior aunque independiente desde 1912, que tiene dos documentos sobre el matrimonio y la comunión eucarística (1990) como resultado de su diálogo con Roma.

En síntesis

A todas estas Iglesias, con una población minúscula, frecuentemente dispersa, casi siempre con fuerte emigración de sus lugares de origen, no se les puede aplicar el posterior desarrollo de la fe de la Iglesia definido en siglos posteriores.

Con las limitaciones que se quieran, todas han iniciado unos contactos, a veces intensos, con la Iglesia católica presidida por Roma. El aislamiento secular a que han estado sometidas, el tener que convivir con regímenes adversos o en medio de un mundo hostil y erizado de dificultades por los avatares políticos de la historia, han propiciado el descubrimiento mutuo de la necesidad de la unión eclesial. De hecho, estas Iglesias no calcedonianas desean caminar hacia la tradición apostólica común, que disipe algunos puntos necesitados de clarificación.

De todas estas Iglesias, han nacido sus correspondientes Iglesias Orientales católicas tras las malogradas bulas de unión del Concilio de Florencia. A diferencia de las Iglesias Orientales católicas nacidas de las Iglesias Ortodoxas de tradición bizantina y calificadas por éstas de «uniatas», aquéllas están más unidas a la común tradición en la que mutuamente se apoyan.

Ojalá el ecumenismo, que cabalga unido a la evangelización, se traduzca para las Antiguas Iglesias Orientales en fidelidad a su propia tradición (caldea o nestoriana, alejandrina o copta, antioquena o jacobita, y armenia) y en la común profesión y celebración de la misma fe.

EL PAPADO, CUESTIÓN CAPITAL

Como señalaba no hace mucho Mons. Eleuterio Fortino, Subsecretario de Consejo para la Unidad de los Cristianos, refiriéndose a las dificultades que plantea el diálogo ecuménico con el conjunto de Iglesias ortodoxas, "la discrepancia más importante y común a todas estas iglesias sigue siendo la función que corresponde al Obispo de Roma en la Iglesia".

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