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RU-486: El auténtico peligro de la píldora es que llegue a facilitar el aborto «limpio»

El pasado sábado, la Conferencia Episcopal Española organizaba, en su sede de Madrid, una jornada de estudio sobre «El aborto con píldora: Aspectos biomédicos, legales y morales», al que asistieron expertos de toda España

La Jornada, que reunió a varias decenas de especialistas en bioética, medicina y leyes, comenzó con un saludo de monseñor Yanes, Presidente de la Conferencia Episcopal; era constante la referencia al documento de la Conferencia que, publicado el 17 de junio de este año bajo el título El aborto con píldora también es un crimen, exponía el punto de vista de la Iglesia sobre la RU-486. Monseñor Yanes, en declaraciones posteriores, señaló que, en conjunto, la visión de los especialistas aquí reunidos está en comunión plena con la postura de la Iglesia.

" La primera ponencia corrió a cargo del doctor Justo Aznar, Jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital La Fe de Valencia. Explicó el proceso abortivo de esta antiprogesterona, combinada con una prostaglandina (misoprostol) que bloquea la receptividad del útero materno al embrión, e incluso lo desimplanta. Puso de manifiesto que la RU-486 no satisface las expectativas a las que aluden los partidarios de su uso: No puede considerarse hoy como una «alternativa» al aborto quirúrgico, porque precisa, al menos, de tres visitas al hospital: una para la primera administración, otra para la ingestión de prostaglandina, y una tercera para comprobar que la expulsión placentaria se ha producido con éxito; eso, en el caso de que funcione: según un trabajo reciente, en los primeros días de embarazo, la efectividad del fármaco es del 92%; entre los 40 y 50 días baja al 83%; y, a partir de entonces, su efectividad es del 27%. Los efectos secundarios son considerables, y aumentan con el tiempo de embarazo: dolor abdominal, náuseas, vómitos, hemorragias (que en un 5% de los casos precisan transfusión), fatigas y, a menudo, un legrado para eliminar los restos.

Otro efecto al que aludió el doctor Aznar, además de las numerosas contraindicaciones de la RU-486, es el riesgo de malformaciones en los embriones supervivientes: Es una información grave que suele ocultarse en relación con la RU-486. Ninguna sociedad médica aprobaría un medicamento con las contraindicaciones y los efectos secundarios que éste tiene.

" El padre Francesc Abel, Director del Instituto Borja de Bioética, de Barcelona, afirmó, respecto de los aspectos médicos y psicológicos del uso de la RU-486: La mayoría de los trastornos psicológicos que se aducen al solicitar el aborto son previos al embarazo, y éste no suele contribuir a empeorarlos. Sin embargo, los trastornos post-aborto suelen ser mucho más fuertes. En el caso de aborto por malformaciones, la madre suele buscar inmediatamente un nuevo embarazo que sustituya al hijo que ha desaparecido. Respecto al punto de vista médico, afirmó: En la mayoría de los casos, el problema de los médicos no es el uso de la píldora o no, sino el hecho mismo del aborto; la mayoría, creyentes y no creyentes, no realizaría jamás un aborto, salvo en casos gravemente excepcionales. Por otro lado, no debe confundirse la gravedad del caso aislado de aborto dentro de una pareja con la planificación familiar proyectada desde un despacho con el único fin de controlar y humillar a los países más pobres.

" El doctor José María Simón Castellví, Presidente de la Asociación de Médicos Cristianos de Cataluña, denunció que la aprobación de la RU-486 se debe a un intento de soslayar la objeción de conciencia de los médicos (uno puede negarse a practicar un aborto, pero no un legrado en caso de aborto irreversible provocado por la píldora, para salvar la vida de la madre), y de dar una satisfacción a ciertos grupos políticos por la derrota en el debate del 4º supuesto. Sorprende esa «prisa» por aprobar el uso de un fármaco que tiene más de veinte años de vida. Denunció el silencio culpable de los Colegios médicos en el debate de la píldora y, sobre todo, el de muchos cristianos «contradictorios», a los que se ha manipulado convenciéndoles de que la píldora es «más humana» que el aborto quirúrgico, y que pueden hacer más daño que cien abortistas exigiendo el aborto libre. En la Iglesia existe una moral de máximos y una moral de mínimos; la de máximos es la de Teresa de Calcuta, y la de mínimos es «no matarás».

" El Fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Antonio del Moral, afirmó que, jurídicamente, el uso de la píldora no añade ni quita nada a la legislación sobre el aborto; no es más que un medio diverso al quirúrgico, y, por tanto, los supuestos legales y las sanciones son las mismas. Denunció también las contradicciones en la legislación, que permiten castigar más duramente a un médico cuyo error de diagnóstico «deja vivir» a un embrión con malformaciones, que a otro que aborte fuera del plazo legal.

" El doctor Gonzalo Herranz, Jefe del Departamento de Bioética de la Universidad de Navarra, afirmó: Estamos al principio de un camino: con el tiempo, los científicos serán capaces de crear moléculas con menores efectos secundarios. La contracepción endometrial constituye una perspectiva muy atractiva para eliminar la imagen sangrienta del aborto quirúrgico. El verdadero peligro de la píldora es que, con el tiempo, conseguirá hacer desaparecer el dolor en el aborto, con lo que la anestesia de las conciencias, frente a la muerte de un ser inocente, será total.

" El doctor Miguel Sebastián, médico y profesor de Teología Moral en el Estudio Teológico de Toledo, afirmó: La Iglesia no pretende que nadie aborte, sino que nadie dude de que eso constituye un mal moral grave, que es lo que la píldora pretende eliminar, además de imponer una engañosa privacidad: la desaparición de una sola persona constituye una mutilación irreparable para todo el género humano. No hay ningún hijo no deseado: es Dios mismo quien infunde la vida en cada persona, en un acto amoroso y único. Para que la gente no aborte, hay que hablarle del amor de Dios, de lo que supone ser hijo de Dios, único e irrepetible.

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