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Hawking y el Papa

El hacer comparaciones no siempre es desaconsejable ni conlleva irremediablemente como consecuencia la ofensa; de hecho, la comparación es utilizada rutinariamente en el método científico como un medio válido para plantear hipótesis y extraer conclusiones verdaderas. Lo que me propongo aqui es trazar un paralelismo entre dos personas de actualidad que, en distintos planos y salvando distancias, destacan debido a su actividad pública y su influencia en la sociedad: Stephen Hawking y Karol Wojtyla. Estos dos hombres insisten en trabajar y en hacerse oir a pesar de las pobres condiciones físicas que les atormentan y que, aparentemente, parecerían mermar sustancialmente la calidad de sus respectivas labores. El motivo de este aventurado escrito es el intentar encontrar un porqué a las insistentes críticas y rumores que la figura envejecida y doliente del pontífice ha suscitado en distintos medios de comunicación; responder a unas preguntas que, aunque normalmente estimulan una repuesta inmediata razonable, no parecen encontrar tan clara respuesta en el caso de Juan Pablo II: ¿Son la incapacidad física y la dificultad en la comunicación motivos suficientes para bloquear la intelectualidad y la capacidad productiva del hombre? Si la respuesta es negativa ¿cúales pueden ser, entonces, las razones para desacreditar la labor y las capacidades del anciano pontífice para ejercer su misión?

En 1963, el estudiante de Oxford Stephen W. Hawking había cumplido los 21 años. Poco después de su cumpleaños se le diagnosticó una enfermedad de terribles efectos degenerativos: esclerosis lateral amiotrófica. Los pacientes con esta enfermedad desarrollan una atrofia muscular gradual que acaba en parálisis: según los músculos afectados los pacientes pierden el habla, los movimientos de piernas y brazos e incluso la facultad de respirar normalmente. En esta situación se encuentra desde hace años el ahora mundialmente conocido astrofisico y profesor de la Universidad de Cambridge. Desde su silla de ruedas, adaptada con un ordenador que le permite escribir libros, preparar clases, viajar y dar conferencias por todo el mundo, comunicarse telefónicamente, abrir puertas y desplazarse, está revolucionado el mundo de la astrofísica moderna.

En Roma, atacado por el parkinson y aquejado por los achaques de la ancianidad, se encuentra el dramaturgo, escritor, filósofo, teólogo y sacerdote, obispo, Papa y jefe de estado Karol Wojtyla. El abultado curriculum, nos pone al corriente de la talla intelectual de este hombre que, en el curso de su ya históricamente largo pontificado, ha sufrido incluso un intento de asesinato que apunto estuvo de costarle la vida y le dejó secuelas para siempre.

Estas dos personas comparten en común la admiración que provocan en muchos y la cantidad de medios técnicos que les rodean, posibilitando su trabajo y comunicación con la sociedad. Pero al considerar la situación de estas dos personalidades existe, desde mi punto de vista, una tratamiento injusto y discriminatorio por parte de la sociedad: mientras que la comunidad internacional aplaude con alegría cada adelanto tecnológico que permite al profesor Hawkings seguir desarrollando su actividad científica y académica, tuerce el gesto con desaprobación cuando, con medios menos sofisticados, se intenta mantener efectiva la actividad del pontífice (papamóvil, plataforma andante&). Las dos mentes parecen mantenerse lúcidas y claras y, aunque sus cuerpos muestren la incapacidad física de la enfermedad o la vejez, sólamente se aconseja el retiro y la dimisión de uno de ellos, al que se juzga incapacitado para el cargo como si fuera éste el de barrer la plaza de San Pedro de rodillas y dos veces al día. Al analizar estos dos casos se desprende con rotunda evidencia que, mientras las capacidades intelectuales sigan activas se puede seguir tanto elaborando teorías de física moderna como dirigiendo esa institución que es la Iglesia Católica.

En un periódico de tirada nacional, un lector escribía que a él nunca se le ocurriría dejar el negocio de la familia en manos de un abuelo decrépito y chocho, y que ya era hora de renovarse y retirar al Papa. Lo que este lector no tiene en cuenta es que si la habilidad del anciano estuviera produciendo una rentabilidad insuperable sería un tremendo error retirar al gestor. Como hemos visto, el problema no radica en solucionar mejor o peor un caso de incapacidad física: haber medios los hay. Si dicha incapacidad no es motivo para pedir el retiro o dimisión de una persona habrá que buscar entonces en otra parte las razones que se aducen para hacer distinciones y permitir este tipo de discriminación.

Los escritos de Stephen Hawking nos enseñan acerca del tiempo, del espacio, del universo y su estructura, intentan contestar preguntas científicas que no por complicadas dejan de ser populares. El profesor Hawking y sus enseñanzas son generalmente aceptados por la sociedad, y ésto independientemente de si sus teorias son correctas o no, si las entendemos o no.

Juan Pablo II habla del espíritu, de Dios y de la persona, y de las consecuencias que para nuestra vida tendría el aceptar la existencia de Dios. Karol Wojtyla no sólo no es aceptado: no es tolerado en su ancianidad, y a menudo se ve ridiculizado por una parte de la sociedad como consecuencia de lo que representa, enseña o intenta transmitir.

Sirvan estas letras como elogio y homenaje a estos dos grandes hombres y vaya sobre todo mi apoyo a la persona de Juan Pablo II en estos momentos de discriminación injustificada.

Jose A. Botella Muñoz es investigador en la Universidad de Ratisbona (Alemania)

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