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Lo temporal y lo espiritual

Ya no cabe hablar en España de la «cuestión religiosa». Era una vieja asignatura evaluable pendiente que ya ha sido superada. Pero eso no significa que no existan problemas entre la Iglesia y el Estado. Como es, por otra parte, natural, pues no es a veces fácil deslindar los límites de lo que pertenece a Dios y lo que pertenece al César. La sintonía entre la jerarquía católica española y la sociedad y su Estado fue, salvo minoritarias disidencias, casi perfecta en los años de la transición. Vino luego el enfriamiento y, tal vez, asistamos ahora al deshielo. La regulación de la enseñanza de la Religión en la escuela pública es mucho más que un gesto por parte del Gobierno, después de algunos incidentes, equívocos y desencuentros en esa y otras materias. La Iglesia puede quejarse con razón de que se exhiben sus errores y se silencian sus aciertos, pero no siempre su política informativa ha estado a la altura de los tiempos. No se trata ahora de recuperar irrecuperables privilegios, sino de armonizar el carácter aconfesional, no laico, del Estado español con el hecho de que la mayoría de los españoles profesan la religión católica. Y no es justo tratar de manera igual lo que es desigual. La escuela pública es de todos y no sólo de los laicistas. La imagen que glosan estas líneas permite adivinar la presencia de una armonía que se sobrepone a las pequeñas y naturales diferencias