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¿Por qué condenaron a Jesús?

«Resulta demasiado pueril salir con que el juicio de Jesús y su condena por blasfemia en el tribunal del Sanhedrín son invento de los evangelistas, por conveniencias o por antisemitismo»

En ciertos ambientes inclinados a ver en Jesús una especie de revolucionario político se afirma que los motivos de su sentencia de muerte no fueron religiosos, sino políticos, que fue el Procurador romano Pilato, y no las autoridades religiosas judías, el responsable principal de dicha condena. Incluso en otros ambientes digamos más respetuosos con la fe en Jesús también se encuentra esta forma de ver las cosas. Ante la inminente celebración de la Semana Santa no creo que sea superfluo tratar de responder a esta cuestión: ¿Por qué condenaron a Jesús? ¿Quiénes fueron los autores de la condena? ¿Fue ésta un trágico malentendido? Y no valen respuestas inventadas.

Quienes defienden los mencionados motivos políticos tienen que hacerlo negando la Historia, más exactamente, negando el valor histórico de los relatos evangélicos, que hablan del proceso de Jesús ante Pilato, pero también del anterior ante el Sanhedrín. Consecuentes con sus prejuicios, concluyen que este proceso religioso es una invención de los evangelistas. ¡Curiosa manera de acercarse a la Historia! Pero así hacen muchos, si bien para ello tienen que retrasar considerablemente la datación de los evangelios: Cuando éstos se escriben -piensan, con mucha imaginación, claro está- ya han muerto los que fueron testigos de lo sucedido, y así los evangelios reflejan al Cristo de la fe de los cristianos de generaciones posteriores, no al Jesús de la Historia, el cual hay que reconstruirlo...

TRES ALTERNATIVAS

Si, según esta teoría, no existió el juicio religioso de Jesús ante el Sanhedrín, ¿por qué se inventó? El de Jesús habría sido un proceso estrictamente político, pero los evangelistas lo transformaron porque éstos estaban viciados por su tendencia prorromana y antijudía, o porque para una Iglesia que vivía y se expandía en un medio romano -piensan los defensores de esta teoría-, habría sido peligroso admitir que su fundador había sido un agitador político condenado por el poder imperial. Esta reconstrucción de los hechos obliga a datar los relatos evangélicos en fecha necesariamente posterior a la destrucción de Jerusalén del año 70 por las tropas de Tito, lo cual tuvo que provocar la consecuente represión sobre la levantisca Palestina; si los cristianos culpaban de la condena de Jesús al Sanhedrín, en vez de a los romanos, les traería sin duda ventajas. Pero tal reconstrucción, sobre todo, obliga a cerrar los ojos ante los datos que están ahí y que no hace falta inventar.

Basta citar, por ejemplo, el testimonio elocuente de pasajes de las cartas de san Pablo (y no pueden datarse tras el año 70, pues el Apóstol muere el 67), inexplicables sin la realidad histórica de la condena de Jesús por el Sanhedrín, tal y como se relata en los evangelios. La teoría de la condena por motivos políticos no se sostiene.

Por otra parte, se trata de una teoría moderna. En la antigüedad, la historicidad del relato evangélico del proceso religioso de Jesús no constituyó problema alguno. De hecho, la responsabilidad de Pilato en la muerte de Jesús apenas fue subrayada. La condena por el Sanhedrín, ciertamente, fue muy pronto un tema polémico entre judíos y cristianos, pero la discusión afectaba a la interpretación de los hechos, no a la historicidad del relato. Hasta hace 200 años, en el judaísmo no creyente en Jesús no se negó la intervención del alto tribunal judío en la condena de Jesús. ¿Por qué algunos hoy tienen tanto interés en negarla? No parece que sea el interés por la verdad... Sin embargo, es la verdad lo que realmente interesa, o debe interesar.

Volvamos a las preguntas del comienzo sobre la condena de Jesús, ¿cómo se explica semejante condena? Sólo caben tres alternativas. La condena de Jesús por Pilato, como rey de los judíos, parece lógica: Jesús fue un lider revolucionario, un celota, a quien los romanos ejecutaron como a tantos otros. Otra alternativa sería que fue condenado por las autoridades religiosas judías, y por motivos religiosos: la pretensión de ser el Mesías enviado por Dios, considerada una blasfemia; de este modo, la crucifixión no fue un malentendido de lo que significaba la obra de Jesús, sino la lógica consecuencia de su actividad religiosa, que chocó con las autoridades judías; únicamente por una denuncia tendenciosa de éstas ante el poder romano, Pilato interpretó equivocadamente el significado de la obra y de la persona de Jesús, viendo una intención política y sediciosa, con la consecuencia de la ejecución en la cruz.

Pero hay una tercera alternativa, la avalada por los datos que tenemos en los evangelios.

En la segunda alternativa cabe un matiz, respecto al papel de Pilato: bastaba la denuncia de las autoridades religiosas judías ante el Gobernador romano para que éste se viera obligado a actuar por las inevitables repercusiones políticas que tenía la actividad religiosa de Jesús. Su crucifixión, por tanto, no fue un malentendido. Por otra parte, esa obligación en Pilato a actuar en el caso de Jesús no se puede explicar sólo por las evidentes repercusiones políticas de toda actividad religiosa en la Palestina del siglo I, porque hay que recordar que el Prefecto de Judea tenía que sancionar ese caso de pena capital. Quienes niegan la historicidad de la condena a muerte de Jesús por el Sanhedrín suelen argumentar que, de ser así, la ejecución hubiera sido la lapidación (como dictaba la ley judía) y no la crucifixión (propia de los romanos); pero olvidan un dato fundamental: Israel no poseía entonces el ius gladii (el derecho a ejecutar sentencias de muerte) -se lo había recortado Roma-, y por tanto el Sanhedrín, para conseguir la muerte del acusado, tenía que recurrir a Pilato.

Además, si Jesús hubiese muerto ajusticiado por el Gobernador romano como un pretendiente mesiánico más, ¿cómo es que nadie, en toda la tradición judía, le considera un héroe? Héroes sí fueron considerados personajes como Judas el Galileo, o Teudas, que intentaron sacudirse el yugo romano, pero no fueron acusados por ello de blasfemos, como sí lo fue Jesús. El caso de Jesús, evidentemente, es distinto, y resulta demasiado pueril salir con que su juicio y su condena por blasfemia en el tribunal del Sanhedrín son un invento de los evangelistas, por conveniencias o por antisemitismo.

UNA TRAMA HABILÍSIMA

Lo descrito en los relatos evangélicos del proceso de Jesús ante el Sanhedrín concuerda perfectamente con la praxis política y jurídica de los romanos en todas las provincias conquistadas. Ciertamente, Pilato podía haberse negado a condenar a muerte a Jesús, como más tarde se negó, por ejemplo, el Prefecto Albino en el caso de Jesús, hijo de Ananías, conducido ante él por los sanhedritas por un motivo estrictamente religioso. ¿Por qué Pilato cedió a las presiones del Sanhedrín en el caso de Jesús de Nazaret? ¿No vio que tenía delante un caso típico de controversia interna de la Ley judía, de la que él no tenía por qué ocuparse? Fue precisamente la actitud que tomó en un principio, pero la acusación tramada por los sumos sacerdotes contra Jesús era habilísima, al mezclar la esfera religiosa y la política respecto al Mesías, combinando la acusación de violación de la Ley judía (haberse hecho Hijo de Dios) con la acusación política (haberse hecho rey). Esto sí lo temían los romanos. Amenazar con acudir al César era peligroso para Pilato. El recurso de las autoridades religiosas judías a Roma, en nombre de su Ley violada, no se hacía esperar; y en el caso de Pilato se añade la coincidencia del proceso de Jesús con la caída en Roma del antijudío Seyano, lugarteniente todopoderoso de Tiberio. Antes de caer, quizás la queja de las autoridades judías en Roma tuviera menos fuerza, pero de ningún modo en plena persecución de los amigos y partidarios de Seyano. Pero, incluso anteriormente, Pilato podía pensar que un recurso a Roma por parte del Sanhedrín muy bien podría ser escuchado; era notorio que Tiberio quería antes que nada la paz en aquella provincia tan difícil del Medio Oriente.

Los datos evangélicos, cuya antigüedad -incluso anterior a las cartas paulinas- cada día parece más evidente a los más serios investigadores, nos ofrecen una exrtraordinaria garantía de autenticidad histórica. La causa de la condena de Jesús no fue otra que su pretensión divina, claramente blasfema si realmente no fuera en verdad el Hijo de Dios vivo, de la misma naturaleza del Padre.

Finalmente, conviene añadir que aceptar la responsabilidad del Sanhedrín en la condena de Jesús no significa en absoluto descartar la culpabilidad del Prefecto romano Poncio Pilato, ni disminuirla; ni tampoco significa atisbo alguno de antisemitismo. Es constatar la realidad.

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