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Un proceder desleal e incorrecto

El comportamiento de la Comisión histórica internacional judeo-católica es desleal con la Santa Sede, académicamente  inaceptable e incorrecto. Así de tajante se muestra el padre Peter Gumpel, postulador de la causa de beatificación  de Pío XII. Su indignación parte del hecho de que el informe presentado por la Comisión es preliminar y debía  ser discutido aquí en Roma con personas consideradas como bien informadas. Sin embargo, la Comisión  no ha querido esperar o escuchar las respuestas a sus preguntas, y lo ha hecho público.

En octubre de 1999, el Vaticano decidió confiar a una comisión compuesta de tres historadores católicos y tres judíos el análisis de los documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial para llegar a una reflexión histórica más madura. Los trabajos de la Comisión son a puerta cerrada y no se publica su contenido.

Sin embargo, el pasado 26 de octubre, esta Comisión convocó una rueda de prensa, sin saberlo el Vaticano, para dar a conocer un informe todavía preliminar; lo difundió por Internet, y fue filtrado un día antes al diario Le Monde. La Comisión pide que la apertura de los archivos se anticipe respecto a la regla canónica de 75 años que vige en el Vaticano, y señala cuarenta y siete puntos que analizan aspectos a profundizar.

Según Andrea Riccardi, profesor de Historia Contemporánea en la tercera Universidad de Roma, los once volúmenes en los que se recogen todos los documentos del archivo relativos a las actividades de la Santa Sede durante la segunda guerra mundial, han sido una importante adquisición por parte de la cultura historiográfica. Sin embargo, la historiografía ha tomado una orientación crítica partidista. Hace falta estudiar con una postura más de historiadores. Nos encontramos, en cambio, a nivel internacional ante un debate historiográfico impostado de manera maniquea respecto a Pío XII.

Quince días antes de la reunión de esta comisión, el padre Peter Gumpel, juez investigador para las causas de los santos, tuvo el texto, y preparó 47 dossiers respondiendo a cada una de las preguntas con una vasta y sólida documentación. He sido escuchado por la Comisión durante tres horas y media en la mañana del 24 de octubre. He dado respuestas concretas a todas las preguntas que se podían tratar en aquel lapso de tiempo. He manifestado mi disponibilidad a proporcionar todas las respuestas, pero ningún miembro de la Comisión se ha puesto en contacto conmigo. Habían pedido que dos personas de la Comisión pudieran hablar con el padre Pierre Blet (miembro del Comité Pontificio de las Ciencias Históricas). La cita fue cancelada sin ninguna explicación, afirma este estudioso jesuita.

El postulador de la causa de Pío XII añade cómo, si querían tener una discusión amplia y darnos la posibilidad de proporcionar respuestas exhaustivas a cada cuestión, el tiempo fijado por ellos era insuficiente. No se ha querido escuchar o conocer las respuestas. Gumpel se interroga: ¿Con qué derecho han difundido un informe preliminar en el que se incluyen duras acusaciones contra Pío XII y la Iglesia, sin haber escuchado ni siquiera las respuestas a los interrogantes suscitados? ¿Por qué han hecho esto? ¿Querían influenciar a la opinión pública contra Pío XII y la Iglesia?

Cuando la Comisión dice que faltan los documentos preparatorios de la encíclica Mit Brennender Sorge, publicada en 1937, es lógico que no se encuentre mucho material en los volúmenes tomados en consideración, porque éstos empiezan en 1939 y llegan hasta 1945. Además, la "Brennender Sorge" fue publicada por Pío XI y no por Pío XII, afirma el padre Gumpel. Y añade atónito: Piden otros documentos sobre esta encíclica, pero no han leído cuatro volúmenes que he citado página por página, en los que se encuentra la redacción original de la encíclica y luego la publicada. Libros que informan hasta en los mínimos detalles sobre la historia de la encíclica.

CLAMOROSA FALSEDAD

Este jesuita afirma cómo, en relación a los nazis, el Papa Pacelli fue absolutamente coherente. En marzo de 1939, Pío XII recibió la visita del embajador alemán y dijo textualmente: "Nosotros haremos todo lo posible por la paz, pero, si ellos a pesar de todo quieren la guerra, nosotros nos defenderemos".

Cuando la Comisión sostiene que, a través del cardenal Montini (futuro Pablo VI), Pío XII aprobó las leyes antisemitas de Pétain, el estudioso Gumpel argumentó que se trata de una falsedad clamorosa. Tras las leyes raciales, hubo protestas organizadas por los católicos y por los judíos en toda Francia. Pétain se impresionó y trató de crear una fractura entre el clero romano y el no romano. Escribió a Léon Bérard, embajador ante la Santa Sede. La Comisión sostiene que Bérard habría informado a Pétain de que Montini aprobaba el antisemitismo de Vichy, siempre que "fuera administrado con caridad". Sin embargo, se puede leer y releer el informe de Bérard y nunca aparece el nombre de Montini, y menos diciendo algo así. Se trata de una invención, de una falsificación de la Historia, un verdadero fraude.

El historiador Riccardi recuerda cómo el cardenal Traglia me dijo cómo los judíos, a finales de la guerra, querían ir ante el Papa para darle las gracias. Poco se habla también del el documento Dabru Emet, firmado por unos 200 teólogos judíos norteamericanos desde reformados, hasta conservadores, ortodoxos y restauradores, en el que niegan cualquier vinculación entre el cristianismo y los nazis y la ideología hitleriana, y exhoneran a la Iglesia de cualquier vínculo o responsabilidad durante el Holocausto.

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