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Un acuerdo con matices

Con ocasión del acuerdo católico-luterano sobre la doctrina de la justificación, algunos medios de comunicación, en gran parte, han venido a confundir conceptos esenciales.

Se ha venido a decir que el Papa se había visto obligado a reconocer que la justificación se debe exclusivamente a la fe y no a las obras. Incluso se ha llegado a escribir que el Papa reconocía ya las 95 tesis que Lutero clavó en el palacio de Wittenberg

La justificación es el proceso por el cual el pecador llega a vivir en gracia, justificado, es decir, salvado por Dios en virtud de su gracia.

Lutero era un hombre atormentado por la creencia de que se iba a condenar, dada su vida de pecado, hasta que llegó a recordar la frase de san Pablo: El justo vive por la fe. Entonces él interpretó que se salvaba por la sola fe en Cristo, aunque siguiera cometiendo pecados, en la medida en que Cristo ya no se los imputa. Se trataría de una justificación extrínseca, pues en el fondo el hombre sigue siendo pecador. El hombre no puede cooperar con la gracia, porque está totalmente corrompido por el pecado original.

Tenía razón Lutero en una cosa: en que la justificación se debe al don de la gracia, y que el hombre no la puede conseguir por sus propios méritos, debido a que, aunque no esté corrompido por el pecado original, de hecho está dañado por él, de modo que no puede cumplir todas las exigencias de la ley por sus propias fuerzas. Pero Lutero introducía términos que no se encuentran en san Pablo: corrupción total del hombre, justificación extrínseca e imposibilidad de cooperar con la gracia. El Concilio de Trento respondía a las tesis de Lutero con el Decreto de justificación que sigue siendo un modelo de profundidad y precisión.

El acuerdo que se ha alcanzado viene a ser un consenso en los puntos básicos, aunque sigue habiendo distintos matices en cuestiones más secundarias. No es un documento de fácil lectura, porque a veces las formulaciones son tortuosas y difíciles de seguir. Podría decirse que ha habido acuerdo en tres puntos fundamentales.

TRES PUNTOS FUNDAMENTALES

-Se pone el énfasis en que la justificación es una gracia de Dios que debemos a la fe. La salvación nos viene, no de nuestras fuerzas o méritos, sino del don de Cristo muerto y resucitado por nosotros. Todo viene de que Dios nos reconcilió consigo mediante Cristo. Todo esto es doctrina paulina. San Pablo, que hablaba fundamentalmente contra el moralismo de los judaizantes, entendía que el hombre no se justifica por sus méritos e independientemente de Dios. No se salva el hombre por sí mismo, dada su propia incapacidad de cumplir la ley en todas sus exigencias. Sólo en Cristo encuentra el hombre la fuerza para dominar el pecado en todas sus formas. Por ello, si la salvación viene de Cristo y de su gracia, se realiza por la fe que nos abre a ella. Y la fe es antes que nada un don de Dios.

-Ahora bien, el documento subraya también el hecho de que el hombre coopera también activamente en el proceso de su salvación. Se trata de una fe que es activa en el amor y entonces el cristiano no puede ni debe quedarse sin obras.

Ambas partes admiten el concepto de mérito bien entendido. Por la promesa de Cristo, las buenas obras tienen la recompensa del cielo. En el anexo que se ha añadido a la Declaración para precisar algunos puntos que pidió la Iglesia católica, se viene a decir que en el más allá seremos juzgados por Dios por nuestras obras. El mérito que el cristiano puede presentar ante Dios no es un mérito autónomo, sino una participación en los méritos de Cristo en virtud de su cooperación responsable.

-Otro punto de capital importancia es la aclaración de que la justificación perdona realmente los pecados del hombre. El Bautismo justifica y renueva verdaderamente al ser humano. Esto no quiere decir que el pecado no siga, en cuanto que el hombre está siempre sometido a la tentación y a la concupiscencia. Es aquí, en cuestiones más secundarias, como la concupiscencia o la función de la ley, donde se observan matices diferentes entre las partes. Pero, en todo caso, se afirma que el justificado queda realmente perdonado por Dios.

La conclusión es que en estos tres puntos principales hay un acuerdo básico, por lo que se comprende que 243 teólogos luteranos hayan rechazado el documento, por considerar que supone una interpretación católica del asunto.

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